*Esta columna fue escrita por el autor el 14 de diciembre de 2016, debido a la coyuntura política del país la traemos a colación para su conocimiento.
Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia, ha recibido el Nobel de Paz, como bien lo ha dicho, en nombre de la sociedad Colombiana, especialmente en nombre de las víctimas, quienes más han sufrido los estragos de una confrontación de más de medio siglo que este año, con el acuerdo logrado con las FARC, da un paso muy importante en la dirección de cerrar este añejo y sin rumbo bueno, del único conflicto armado que se mantiene en el continente americano.
No siendo completa la felicidad, porque se mantiene el interrogante de si será posible igualmente un acuerdo con el ELN, una guerrilla de vieja data, experimentada y con una carga de convicciones e intereses que ha mantenido hasta el día de hoy y que en estos años de gobierno del Presidente Juan Manuel Santos ha hecho evidente que negociar con ellos no es cosa fluida y que son muchos los obstáculo a remover para llegar a un acuerdo negociado y finalmente poder pensar que Colombia ha sido capaz de cerrar definitivamente el ciclo de la rebelión armada de izquierdas.
Si bien esto no saca de manera definitiva la violencia de la política si es un paso muy significativo en esa dirección, en la medida que los acuerdos de paz significan reformas pertinentes y necesarias, ampliamente postergadas.
Ahora estamos en un periodo de consultas, las dos delegaciones: Gobierno y ELN, se miran a su interior y valoran su estrategia y actuar, para repensar si pueden asumir esta negociación con algún tipo de innovación a lo que ha sido su comportamiento. El mayor peso de las decisiones esta de lado del ELN, que tiene que valorar si flexibiliza su postura frente al secuestro de Odín Sánchez y lo libera o si prefiere y opta por un rompimiento y no cede a la exigencia de liberación.
Aún queda la posibilidad que tanto Gobierno como ELN, hagan gestos mutuos, resuelvan las liberaciones pendientes y los gestos acordados y tengamos una mesa funcionando en Quito desde enero próximo.
Cómo explicarse la naturaleza de estas dificultades que nos tienen hoy sin una mesa publica funcionando, luego de una fase exploratoria que duro de enero del 2014 a marzo del 2016, dos suspensiones de lo acordado en marzo y octubre del año que corre en Caracas y la incertidumbre de si tendremos mesa o no, de si habrá proceso público entre Gobierno y ELN, de si podremos afirmar: hay paz completa en Colombia, por lo menos en lo que hace referencia a una paz política con las izquierdas armadas integradas a la competencia civilista y con garantías.
Explicar por qué todo el proceso entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y el ELN ha sido tan difícil, más difícil de lo que muchos esperan e imaginan, me lo explico yo por dos circunstancias: del lado de gobierno ha faltado mejor estrategia para conducir la negociación y del lado del ELN no ha madurado la convicción de la negociación como la prioridad y el camino a recorrer de manera decidida, esa combinación de debilidades en la estrategia de actuación del gobierno y la falta de decisión para recorrer el camino de la negociación de manera decidida, es lo que explica a mi juicio las dificultades en las que estamos hoy y que las partes deben corregir si se quiere una negociación exitosa.
La estrategia del gobierno para relacionarse con el ELN, ha tenido dificultades desde el principio, quizás porque optó de manera calculada en priorizar un proceso con las FARC. El presidente Juan Manuel Santos trabajó en ello desde su condición de Presidente electo en Junio de 2010 y dio instrucciones a su equipo para trabajar en dirección de establecer un proceso de diálogos y negociaciones con las FARC, lo cual pudo anunciar al país y al mundo en agosto de 2012, diálogos que se instalaron el Oslo en octubre de 2012, ciudad donde hace una semana ha recibido el Nobel de manera más que merecida el presidente Santos, tras concluir un acuerdo de paz con las FARC.
El gobierno siempre ha calculado que el proceso con el ELN, no debería entorpecer el proceso con las FARC, había temores a un posible “sindicato” entre FARC y ELN, para subir las acciones del acuerdo de paz, por eso optó por dos mesas diferenciadas, opción que los tres preferían y que se correspondía con la realidad: unas FARC decididas a buscar un acuerdo y un ELN que tiene la decisión de “explorar”, pero aún está lejos de haber construido la convicción de que el camino a recorrer es el de una negociación que tenga viabilidad, en la medida en que está ubicada en un plano donde es posible encontrar puntos de convergencia con el gobierno, punto donde está el éxito de una negociación, posibilidad de pactar entre diferentes, que han buscado eliminarse por más de medio siglo.
Del lado del ELN, las dificultades no son menores, a mi juicio, el tema radica en que hay dos convicciones en el ELN, con las cuales guía su rumbo de actuación y con las que se mantiene presente en el quehacer político de la Colombia de hoy: una convicción frente a la necesidad de resistir y oponerse al poder oligárquico, en sus términos, y la otra convicción frente a una salida negociada de paz, tiene dos convicciones y eso es la gran dificultad, son las dos patas que menciona Pablo Beltrán, cuando se le pregunta por el rumbo de actuación política del ELN y nos dice: “siempre que piensen en el ELN, tengan presente que caminamos en dos patas, la pata de la resistencia armada y la pata de salida negociada”, mejor no se puede decir y allí radica la dificultad más grande, hay dos convicciones, resistir armadamente y negociar, esas dos cosas, que son convicciones profundas en el ELN, deben ser una, si se quiere una paz exitosa.
El gobierno sabe y lee muy bien al ELN, sabe que no hay decisión firme de negociación, que a su interior hay fuerzas importantes que descreen del camino y de las posibilidades de una negociación, los que tienen sus dudas frente a la negociación lo hacen por razones ideológicas y políticas y por supuesto por los intereses que se derivan de manejar territorios y finanzas, todo eso va junto, pero el gobierno se equivoca en la estrategia que se evidencia de firmar y luego hacer nuevas exigencias, por fuera de lo pactado, que parece ser ha ocurrido en los acuerdos de marzo y octubre recientes, el gobierno en cabeza del Presidente Santos, firma y luego exige cosas no pactadas, por qué?, mi respuesta es que es estrategia para tensionar internamente al ELN y hacerlo tomar un rumbo más decidido frente a la negociación, aquí nuevamente se evidencian las grandes dificultades, el Presidente se mueve sobre la sensible situación frente a secuestro, tema ampliamente repudiado en la sociedad Colombiana, variable que no preocupa al ELN, nuevamente estamos en planos muy diferentes.
El ELN, es serio cuando dice que quiere intentar la vía de la negociación, pero igualmente nos dice con total franqueza que va a explorar este camino, por que internamente hay un debate sobre el rumbo de actuación y el ELN debe madurar cual camino escoger, si mantenerse en resistencia armada o transitar a un acuerdo de paz, pero este camino a recorrer es complejo y solo se puede transitar si tenemos una mesa, es la única forma que el ELN intente madurar una convicción interna que lo lleve al camino de seguir luchando por sus convicciones y transforme su resistencia armada en una resistencia civilista, eso es posible y necesario en una sociedad como la Colombiana, que sigue buscando un camino para el desarrollo y la paz, donde tenemos tantos debates y desencuentros y un ELN transformado en fuerza política y social, tiene vida más allá de una resistencia armada, que no va para ningún lado bueno.
Este baile de diálogos y negociaciones entre gobierno Colombiano y ELN, no ha funcionado, porque uno le mete muchos pisotones al otro, innecesarios y el otro es retrechero, frente al baile de la salida negociada, siendo tiempos de reflexión, esperemos que ambos den pasos, uno excepcional sería que el ELN libere a Odín Sánchez y opte por una mesa con amplia participación social y ciudadana y del lado del gobierno, buenas propuestas para dinamizar una mesa, que bien difícil ha sido que arranque.
Luis Eduardo Celis
(Esta columna se puede ver también en El Espectador)