“Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río…” Alberto Cortez.
Hace solo una semana, mientras departía un café con Antonio López Erazo, en el Park Way de Teusaquillo, un conocido se le acercó preguntándole con cariño ¿qué es de Manuel? a lo que Antonio con las pupilas apagadas respondió “No tengo horario para visitarlo, en cualquier momento paso, pero es muy duro para mi verlo así…”, recordé enseguida que por más de un año el entrañable compañero Manuel Manotas Pardo, luchaba con ahínco contra un mortal cáncer. Respetando el angustiado rostro de “Toño”, omití comentarios sin imaginar que una semana después su deceso fuera lamentable noticia.
Tejer amistad constituye una labor artesana rayana al heroísmo, es quizás el ejercicio ético más importante que tiene el ser humano durante toda su vida, por lo que esta nota de condolencia no es más que un reconocimiento a la alfombra de amistad que este ser maravilloso, logró bordar con la fuerza encomiable de su ontológica personalidad basada en el respeto y el amor sin fin por la amistad.
Muchos años antes de conocerlo físicamente, supe de su existencia, gracias a los loables comentarios de amigos comunes, pertenecientes a ese círculo virtuoso de amistad por ellos construida, en una línea de tiempo que desconozco, entre ellos; Antonio López Erazo, Antonio Eresmid Sanguino Páez, Jorge Ruiz Pacheco, “El Indio” Félix Cuatindoy, Henry Cuervo y “El Flaco” Javier Darío Vélez, son parte de esa historia de remembranzas que solo ellos conocen.
En palabras de Nietzsche su amistad fue “la flor en el fango de la concupiscencia”, dado que ellos lograron hilvanarla, insertos en el podrido mundo de la política, llena de corrupción, zancadillas, violencia, poderes y ambiciones, desprovistas de toda ética y sin ningún tipo de moral, basada en el principio de JJ Rousseau “El fin justifica los medios”, amistad tejida alrededor de la palabra, los tragos, las mujeres, el debate, los análisis de coyuntura, las alianzas, los pequeños triunfos y las grandes derrotas en la lucha estéril por el poder político que los llevaría al hombre nuevo que invocaba “El Che” tiempos pasados, esperanzas que aún sobreviven en los tiempos del postconflicto.
Los que conocemos el valor de la amistad no podemos más que admirar su grandeza, por ello apreciado Manuel, sin ser parte de ese círculo virtuoso de íntimos amigos que a bien construyeron, quiero junto a la divina Marcela y tu hijo Tomás, rendir tributo a lo que para mí fue tu obra de vida, más allá de tus aportes académicos, análisis de coyuntura, activismo político, fue el poder de la cohesión, la escucha activa, el factor de unidad que representaste, lo que dio vida y sobre vida a las personas que de una u otra manera compartimos contigo, el trato respetuosos, la sororidad sin fronteras, la lucha serena firme y convencida por un estado democrático con justicia social, aun en el lecho irreversible hacia la muerte, que más puede pedir la amistad, que otra cosa requiere el amor.
Cómo un niño podrá olvidar jamás al autor de sus días si en el corto compartir logró entender y además comprender la grandeza de su padre, el amor sin fronteras de su progenitor, la sabiduría de sus consejos, el abrazo entrañable de su cuerpo, la sonrisa cómplice de sus travesuras, con seguridad la huella indeleble de tu crianza perdurará en la memoria de tu hijo Tomás.
Capítulo aparte merece la mujer de vientre fértil que llegó a tu vida en edad madura, dando nuevos sentires y vivires a la misma, que seguramente te ayudaron a cerrar el ciclo vigoroso de tu obra de vida, esa que en la intimidad de la pareja cargó en sus hombros los dolores y achaques de la penosa enfermedad, cuidadora incansable de tu tragedia absurda, regó en cariño el sufrimiento inenarrable de tu partida, noches de insomnio, angustias recurrentes, estrés desesperante de una lucha sin fin por conservar a su lado el amado ser. Ese que de igual manera dio sentido a tu propia vida, más allá del milagro de ser madre, gracias Marcela, para ti y tu hijo Tomás las condolencias solidarias de mi familia y la propia.
El ciclo de tu vida se cerró Manuel, lograste irónicamente si se quiere, sobrevivir a las políticas nefastas del Estado y sus acólitos, ya que a diferencia de miles luchadores populares por el cambio vilmente asesinados, el Compañero Manuel Manotas Pardo, partió del mundo de lo justo en deceso natural, una noche de lluvia, en la fría capital, lejos de su natal Barranquilla un 21 de febrero en el año del postconflicto en Colombia del 2017.
Luis E Sánchez Puche Señora y familia
Bogotá D.C.