Ahora que el país recobra la normalidad después de la venida del papa Francisco, ahora que los feligreses vuelven a levantar la vista pero ya no se encuentran con el ojo que no acabó de deshincharse, ahora que vuelven a levantar la vista y no se encuentran con su rostro sereno ni con su dulce y piadosa sonrisa recitando salmos de vida; en fin, ahora que los millones de feligreses en Colombia levantan la vista y ya no se encuentran de viva voz y cuerpo presente con el papa Francisco, el país vuelve a la realidad de los pies sobre la tierra y del país en el que nos ha tocado vivir, el país en el que pareciera que las noticias se produjeran más rápido que los mismos hechos que la originan, como si el tiempo de la noticia no fuera el tiempo de los acontecimientos, ni el tiempo de los sucesos fuera el tiempo de los periodistas.
En este sentido, lo primero que hay que decir, es que lo dicho por el papa en cada uno de sus homilías e intervenciones fueron verdaderas cátedras de ética y moral; de sociología, antropología y sicología. Creo que se necesitará mucho tiempo para que el país vuelva a vivir esos momentos, esas horas y esos días de indudable e innegable trascendencia moral y espiritual, quién sabe cuánto tiempo debemos esperar para que un ser humano de las categoría del papa Francisco nos vuelva a decir tantas y duras verdades en forma de ingeniosa poesía, con su lenguaje simbólico y metafórico que nos llevó a comprender mejor y sabiamente nuestra realidad.
El papa Francisco cuestionó la corrupción que favorece a intereses particulares en detrimento de la sociedad, reprochó a quienes siembran cizaña, a quienes irrespetan la vida y siembran odio y tienen sed de venganza, a los perversos que trafican con drogas, al dinero del bolsillo que todo lo corrompe, a quienes siguen explotando y esclavizando, habló y condenó la injusticia y la desigualdad social y la falta de atención a las víctimas de la violencia; convocó y alentó a los jóvenes a que tengan viva la alegría, para que no se la dejen robar y, en tono familiar, les habló de fútbol, los llamó costeños, cachacos, paisas, llaneros, vallunos; se mostró al lado de los más débiles e hizo un ferviente llamado a la protección de la naturaleza y la cultura; reivindicó el discurso de entrega del premio nobel de literatura a Gabriel García Márquez; en fin, después de su partida al Vaticano, atrás quedaron las emociones de un país necesitado de verdaderos líderes morales y espirituales del perfil de Francisco, atrás quedaron quienes por cuatro días estrujaros los dedos mientras veían y escuchaban el instante angelical del papa Francisco.
Sin duda Francisco seguirá presente en el corazón y la razón de muchos colombianos, incluso de quienes no somos creyentes. Tal vez alguien ya ha dicho o pensado que el Papa no sigue al pie de la letra los preceptos bíblicos, porque sigue adorando imágenes y elevando a seres humanos, después de muertos, a la categoría de santos; también habrá quienes piensen que lo dicho por el papa en Colombia fue todo un romanticismo audaz, bien intencionado, y que pasada toda esta lluvia y fogonazos días de bendiciones, el país volverá a ser el de antes por cuanto la realidad del país solo se transformará mediante decisiones políticas y sociales objetivas y sistemáticas; pero, lo que no puede ser doloroso reconocer, es que fueron muchas las lecciones y las cátedras que Francisco nos dio en su visita a Colombia, con la magia y el poder de la palabra como instrumento de paz y reconciliación. El papa Francisco tuvo el carisma del líder que Colombia no ha podido encontrar. Y, finalmente, considero que con la venida del papa las homilías de los sacerdotes en Colombia deben transformarse y mirar con sentido crítico hacia lo social, lo ambiental, lo cultural y, mucho más allá, creo que es hora que los textos bíblicos empiecen a imprimirse y actualizarse con las sabias palabras de Francisco y, por qué no, de otros líderes de otras religiones poseedores de ese carisma y espíritu revolucionario, para buscar verdaderos puntos de encuentro.
Autor: Ramiro Guzmán Arteaga
Comunicador Social-Periodista, Mg en Educación
AMIGO BONITO ESCRITO, PERO CONSIDERO QUE ANTES DE QUERER CAMBIAR LA PALABRA ESCRITA EN LA SANTA BIBLIA, DEBERÍAS TOMARTE EL TIEMPO PARA LEERLA, ESTUDIARLA Y COMPRENDERLA, NO TE DIGO DESDE UNA MIRADA DE CREYENTE O DE CRISTIANO, TE LO DIGO DESDE UN PUNTO DE MORALIDAD, VALORES Y BUEN SER QUE SUGIERE PARA EL SER HUMANO, ESTA MARAVILLOSA RECOPILACIÓN DE ESCRITOS «LA SANTA BIBLIA».