Así como van las cosas en el país se podría desatar un nuevo periodo de violencia como consecuencia del fanatismo político estimulado por lo que ahora se ha dado en denominar como “extrema derecha”, que no es otra cosa que la mutación ideológica del fenómeno paramilitar.
Lo vivido en Montería hace una semana, con la agresión verbal y hasta física a colegas periodistas y a la candidata por la UP a la cámara de representantes, Liney Paternina, es una advertencia de que se está gestando un fanatismo fundamentalista, en contra de toda otra expresión política y democrática distinta a la de la casta que por años ha gobernado a este país.
La oportuna presencia de la policía en la calle 27 con primera, por fortuna, impidió que se configurara plenamente una agresión que pudo incluso tener costo de vidas humanas. En ese escenario se llegó a tener conocimiento, incluso, de la presencia de personas armadas y hasta de un francotirador apostado en un edificio ubicado en esa área. La agresión a la prensa también es una demostración de que los violentos de la “extrema derecha” están dispuestos a atentar contra el legítimo y constitucional derecho de informar.
La nueva estrategia utilizada por estos fanáticos no visibiliza a los verdaderos autores intelectuales, pero de acuerdo a lo que se dio horas antes y se visibilizó en el escenario, el modelo para estimular y generar esta nueva violencia se inicia en las redes sociales con todo tipo de insultos y lenguaje de alcantarilla y sin argumentos. Se trata de un modelo mental que estimula, a través de Internet, el fanatismo mediante el empleo de la propaganda negra, funcionalista, doctrinaria y direccionada sistemáticamente, cuyo propósito es alienar y producir odio, en el imaginario colectivo, hacia cualquier forma distinta de pensar; todo esto aprovechando los bajos niveles de educación en un amplio sector de la población, especialmente de sectores pobres, de líderes y personas que viven incluso en la miseria, para azuzarlos en contra de quienes consideran sus enemigos. Para crear enemistad y generar odio entre la misma sociedad.
De modo que esta que se está gestando será un violencia también mediática, con un modelo funcional, distinta a la que enfrentó a liberales y conservadores a mediados del siglo pasado, en la que “chulavita” se enfrentaban a los “pájaros”. Pero aun así los resultados serían igual de desastrosos, con agresiones físicas que podrían terminar en asesinatos por alineamiento y alienación política, y hasta con destrucción de la propiedad privada que los mismos impulsadores de estos actos violentos dicen defender.
Lo grave es que se están aprovechando a líderes populares para generar el caos con consignas de rechazo a las amenazas de un supuesto “castrochavismo” inexistente como proyecto político, ni como forma de gobierno.
La “extrema derecha” ahora ve en las próximas elecciones una amenaza para su propia existencia y prefieren acudir al pueblo para que los liberen del peligro de ver triunfadores a quienes por más de dos siglos se les ha negado la posibilidad de gobernar el país. Y para evitarlo acuden a estimular el fanatismo político, el fundamentalismo alienante, en un sector de la sociedad incapaz de tomar decisiones por sí mismo. Lo ocurrido en Montería hace una semana con la agresión a un grupo de periodistas y a la aspirante a la cámara Liney Paternina es una demostración de ello. Le toca a la sociedad civil pronunciarse y condenar estas acciones violentas que van en contra de la verdadera democracia. Lo contrario sería aceptarlas como legítimas, en un país que reclama, con dolores de parto, nuevos modelos y formas de convivencia.
Por Ramiro Guzmán Arteaga
Comunicador social periodista, Mg en educación y profesor universitario