En el Festival Vallenato que concluyó la semana pasada en Valledupar Carlos Vives le dijo a Álvaro Cogollo Pacheco, durante un conversatorio sobre vallenato cultura y medio ambiente, que con ese apellido no podía haber estudiado otra profesión distinta a la que ha ejercido durante toda la vida, la de biólogo y botánico.
Y es que Carlos Vives tiene razón al establecer esa relación magnifica, cercana y singular, entre las venas que comunican el cogollo de los árboles y el Cogollo del apellido de Álvaro; porque así ha sido, desde que su abuela María Asención Berrocal Martínez, una partera de oficio, le ayudó, casi involuntariamente, a descubrir su vocación arrasadora hacia la botánica, enseñándole los primeros nombres de plantas medicinales, y desde que su abuelo Fernando Cogollo se lo llevaba a sembrar maíz, yuca, plátano y ñame en la parcela donde había nacido en el caserío de El Tapón, municipio de San Pelayo, Córdoba. La misma parcela en la que también un día, siendo aún niño, en medio de una infancia mágica y de una naturaleza que para él tenía dimensiones sobrenaturales, le preguntó a su mamá María del Carmen Pacheco Ramos (Q.E.P.D), el porqué del parecido entre la semilla de la cocorilla y la badea. Una pregunta problema que ella le resolvió en un instante, con una respuesta sencilla pero tan sabia y certera que a él lo marcaría para siempre: “Ay mijito, serán familia”, le dijo; fue la primera lección sobre clasificación de los grupos de frutos y vegetales que recibió en la vida, la primera clase silvestre y de primera mano de taxonomía, una lección que jamás olvidaría; pues efectivamente, ambas, la cocorilla y la badea, son de la familia de las Pasifloráceas.
Hoy, muchos años después, Cogollo Pacheco es considerado el Mutis del siglo XXI y uno de los botánicos y científicos más reconocidos en Colombia, Latinoamérica y el mundo. Y no es para menos, porque tiene un brillante historial que incluye el ser Biólogo egresado de la Universidad de Antioquia; con 38 años de experiencia en exploraciones botánicas en diferentes regiones de Colombia, lo que le ha permitido descubrir más de 150 especies de plantas nuevas para la ciencia; de las cuales 18 han sido dedicadas en su honor por colegas botánicos nacionales y extranjeros.
Su producción científica se basa en la participación en 56 proyectos de investigación en los campos de la florística, taxonomía, ecología, etnobotánica, biodiversidad y conservación; además de 60 publicaciones entre libros, capítulos de libros y artículos en revistas nacionales, extranjeras y la participación en 75 eventos científicos nacionales e internacionales (Colombia, Argentina, Panamá, Ecuador, Estados Unidos y China).
Ha sido docente ocasional en las Universidades de Antioquia y Nacional sede Medellín, en las cátedras de Fitogeografía, Taxonomía y Botánica Económica. Ha recibido varias distinciones y premios. Vinculado al Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe de Medellín desde hace 37 años, donde ha ocupado los cargos de curador de herbario, Director científico y actualmente se desempeña como Investigador Senior. Ha dirigido 15 trabajos de tesis a estudiantes de Biología, Agronomía e ingeniería Forestal de las universidades de Antioquia, Nacional de Colombia y de Los Andes. Ha realizado pasantías de investigación sobre flora de Colombia en los Jardines Botánicos de Missouri y de New York.
Ciencia y vallenato
Pero Álvaro Cogollo también se ha abierto camino entre la ciencia y el vallenato, entre esos hilos misteriosos que comunican el saber y el sentir y que son producto de haber nacido en un mundo en el que la naturaleza es motivo de inspiración para el canto y la poesía, para el descubrir y la ciencia.
Por eso, durante el festival vallenato Álvaro Cogollo Pacheco habló, en la Plaza Alfonso López, en Compañía de Carlos Vives y del compositor Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa (el compositor de Campanas), de la naturaleza como fuente de inspiración, de los orígenes de la guacharaca y la caja, de la inspiración y relación entre los compositores, los árboles y los cultivos; explicó la taxonomía del guayacán, el cañaguate, los campanos, el cardón guajiro, del ecosistema en el que nacen y crecen estos árboles y plantas que han inspirado a los compositores; también hablaron del Indio Manuel María, “ese que sabe curar con plantas desconocidas”. Pero también del Dividivi y El Verano, de su relación con el fenómeno del niño, de la degradación del medio ambiente, de la destrucción del ecosistema; de la canción “La Profecía”:
Y entonces,
el pasto verde que hay en tu región
será cambiado por tuna y cardón
y el verde intenso de tu algodonal
no será visto allá en Valledupar
Pero cómo brotó en Álvaro Cogollo toda esta idea de mezclar la ciencia con el vallenato? Fue mucho antes de que se echara a volar por el mundo. Primero desde el reino mágico de la niñez, escuchando la música de Alejo Durán que llenaba el pick up de su papá, Justiniano Cogollo Berrocal, en El Tapón, y luego cuando en el INEM de Montería el maestro Guillermo Valencia Salgado, “El Compae Goyo”, les puso un trabajo libre a los estudiantes sobre folclor “y yo escogí el vallenato y entreviste a Pacho Rada y Alejo Durán”. Eran los tiempos en que en Córdoba y la Costa Caribe se escuchaba el canto sublime de “El Verano”, “Bello Clavelito”, en fin, también aquellos cantos de Pacho Rada: “Son las cinco, son las cinco e’ la mañana; viene ama…viene amaneciendo el día”. O aquella de voz de Alejo Durán:
Vengo a decirles compañeros míos…
¡Llegó el verano!… ¡Llegó el verano!
Luego verán los árboles llorando…
Viendo rodar sus vestidos.
Álvaro recuerda que le llamó la atención que “la mayoría de las composiciones vallenatas eran poesías cantadas que involucraban a la naturaleza, el verano, que hablaban de la bonga, el carreto, el cañaguate, el algarrobo”. Entonces hizo una lista que le valió las felicitaciones del Compae Goyo de modo que cuando llegó a la universidad de Antioquia a estudiar botánica, y conoció la taxonomía y uso de esas plantas, se acordó de ese trabajo y se puso como reto conocer las plantas a fondo. Entonces estableció la relación entre los temas de la naturaleza que interpretaban los compositores y la taxonomía y uso de las plantas y los árboles a las que ellos le cantaban. Luego montó una tertulia en la Universidad nacional sobre vallenato, acompañado de un conjunto vallenato para poder explicar la diferencia entre los aires del vallenato. “Desde entonces me interesé por esa mezcla entre ciencia, botánica y vallenato”, dice.
La Primera conferencia sobre este tema fue en Medellín el 27 de febrero de 2007, organizado por el parque Explora, de Medellín, en el centro de eventos Plaza Mayor, allí llego Carlos Vive quien se subió a cantar conmigo “el Compae Chipuco” que yo había montado para hablar del origen de la palabra vallenato. La conferencia también la dio en la universidad de Córdoba el año pasado. “Ahora tengo otro reto que son el tema de las aves y el medio ambiente, montañas, ríos, los pueblos, porque la idea es publicar un libro con todo ese trabajo”, dice.
Dentro de todo ese mundo en el que creció y se hizo hombre de ciencia a Álvaro Cogollo Pacheco le inquieta que en Colombia no se explote toda esa potencialidad de biodiversidad y que solo se esté pensando en explotar la minería y el petróleo. “La investigación se vuelve muy puntual –dice– pero el país no tiene una ciencia que contribuya al desarrollo”. Piensa que si bien Manuel Elkin Patarroyo está buscando una vacuna sintética para la malaria “nosotros estamos buscándola desde lo natural”. Un sueño de Álvaro Cogollo Pacheco es el de aportar a la creación en Córdoba, su departamento de origen, un jardín botánico, en lo cual ha venido insistiendo. En el año 2009 fue condecorado por la Asamblea Departamental de Córdoba con la medalla al mérito educativo, cultural de ciencia y tecnología “Orlando Benítez Palencia” (resolución No. 092 de 2009), ese día se empezó hablar del proyecto; para lo cual, sobre esta idea, adelantó conversaciones ese mismo año con el entonces alcalde de Montería Marcos Daniel Pineda García, quien se mostró muy receptivo, pero no pasó de ser una buena intención; sin embargo, guarda la esperanza de que el tema se retome nuevamente.
Por Ramiro Guzmán Arteaga
Comunicador social periodista, Mg en educación y profesor universitario
Excelente crónica!