Por Nicolás Castrillón / Foto: Alucinógeno Colectivo
Con esta frase culminó su potente discurso uno de los líderes indígenas de la Amazonía, presentes en una multitudinaria concentración en Brasil, convocada en repudio a las nefatas políticas ambientales del Presidente Jair Bolsonaro, y específicamente por su desidia para mitigar con prontitud y eficacia el voraz incendio que ha cobrado la vida de millones de hectáreas de selva, miles de especies de animales, ríos y la magia de la biodiversidad que esconde este santuario de vida para la especia humana y animal de todo el planeta.
Lo que ha provocado la ira y la indignación del pueblo brasilero es que el Gobierno de Bolsonaro está incentivando la invasión ilegal de la selva por colonos antes que cuidar las selvas de la Amazonía, ha flexibilizado las normas que protegen la Amazonía y ha favorecido los negocios de ganaderos y empresas agroindustriales que han deforestado 88% más de tierras que el año pasado para sus grandes proyectos empresariales, según informes de Green Peace más de 4.500 km2 han sido deforestados desde 2018 con el beneplácito del Gobierno de Bolsonaro, lo que empieza a despertar la indignación del mundo y la solidaridad de organizaciones sociales y ambientalistas de todo el mundo, que han salido a las calles a rechazar el silencio de sus gobiernos y las políticas injerencistas de Trump en América Latina.
De acuerdo con algunos medios brasileros e internacionales, dichos incendios obedecen a la aplicación de políticas ambientales de este gobierno que busca favorecer los proyectos agroindustriales, ganaderos y extractivos. Una de las ideas que ha venido acuñando este gobierno en los medios masivos es que los pueblos indígenas de la Amazonía brasilera tienen mucha tierra para tan pocos indígenas “Menos de un millón de personas viven en estos lugares aislados del verdadero Brasil, explotados y manipulados por las ONG. Juntos integraremos a estos ciudadanos”[1].
Organizaciones ambientalistas y líderes políticos de este país han atribuido los incendios a las políticas de Jair Bolsonaro que busca afanosamente implementar el modelo agroindustrial y extractivo en el trapecio amazónico a costa de la vida del planeta. La situación es más grave de lo que parece. De acuerdo con el Instituto Nacional de investigaciones especiales del Brasil, desde inicios de año hasta la fecha se han registrado 74.000 incendios en toda la Amazonía sin que haya habido una respuesta rápida y contundente del Gobierno a esta grave situación. Por el contrario, y de forma cínica, Bolsonaro ha tratado de desviar la atención internacional argumentado que se trata de una retaliación política de las ONG ambientalistas para perjudicarlo. Sin embargo, el salvajismo y desprecio de este mandatario por el medio ambiente ha trascendido las fronteras de Brasil y ya se esperan multitudinarias marchas en todo el mundo. De igual forma, varios países de la Unión Europea se han pronunciado en contra de las políticas de Jair Bolsonaro por la forma en que ha permitido, por acción u omisión, la acelerada devastación de la Amazonía.
Las movilizaciones ciudadanas y la presión internacional han llevado este tema a la agenda del G7 reunido en Francia y se ha logrado tardíamente una asignación de 20 millones de dólares para tratar de paliar esta irreversible crisis ambiental, que posiblemente no se detendrá mientras se siga privilegiando el modelo agroindustrial por encima del cuidado del medio ambiente.
Este crimen ambiental ha tocado profundamente el corazón del pueblo de Brasil quien se viene movilizando desde hace varias semanas. Y posiblemente este descontento se manifieste en las próximas elecciones presidenciales en este país. Pues las medidas neoliberales en América Latina provocan descontento popular que ya pasa factura a Macri en Argentina, y, como siguen las cosas, no es de extrañarnos que Brasil también rechace en las urnas el modelo neoliberal.
El problema no es solo de Brasil. Las llamas han consumido alrededor de 2.700 hectáreas de selva en el Perú, y se ha extendido en la Amazonía boliviana y paraguaya. Es decir, es un problema ambiental de carácter continental y mundial que ya suscita profundos debates y cuestionamientos al modelo de acumulación de los países más ricos del mundo y su histórica responsabilidad en la crisis ambiental del planeta, el calentamiento global y la desigualdad social.
En Colombia también
existe de facto una política de deforestación a gran escala de este importante
pulmón del planeta. Empresas mineras “legales e ilegales” contrabandistas de
madera y ganaderos vienen acabando aceleradamente la biodiversidad del amazonas
colombiano. Los últimos gobiernos han otorgado cientos de licencias ambientales
a empresas extranjeras para que exploten los recursos en todas las selvas de
Colombia, sin que esta catástrofe ambiental de nuestro país, haya logrado el
nivel de indignación y movilización que se requiere para detener los planes
destructivos de la clase dirigente corrompida que permite que al pueblo
colombiano se le arrebate la vida de a pedazos.
[1] Twitter del presidente Bolsonaro