Por Harold Ruiz
“Para vivir hay que tener libertad, para tener libertad hay que tener tiempo” (Pepe Mujica).
Hago parte de una generación que le apostó a la transformación del país desde la izquierda democrática, unos lo hicieron desde la lucha social y política recurriendo a la participación electoral, otros creímos que había que hacerlo desde la insurgencia y luego convencidos de que la violencia no era la opción de transformación, firmamos con el estado la reincorporación al estado social de derecho, convencidos todos que era posible una transformación de una nación que estuviera con un modelo de pacto social al servicio fundamentalmente de toda la nación; no como ha ocurrido en los últimos 200 años, donde ha gobernado un régimen que basado en la violencia, siempre ha recurrido a generar miedo y terror para después vender seguridad, sus prácticas que han pasado por los esclavistas, pájaros, chulavitas, paras, Narcos y ahora la “gente de bien; concentrado la tierra y la riqueza e imperando un gobierno al servicio no solo de la perversidad del sector financiero y los poderosos de los grupos económicos, que son los que siempre han tenido estado al servicio de ellos y disfrutando del esfuerzo y sacrificio de la inmensa mayoría de del país.
En la historia de Colombia se han registrado hechos de lucha social tan importantes como la lucha de los trabajadores bananeros que provocó la masacre que testimonia el régimen de violencia, o el bogotazo generado después del asesinato del Caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán o el grandioso paro cívico nacional de 1977; pasaron varios años para que el movimiento social resurgiera como ha ocurrido en los últimos años, después de la hecatombe del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, quien con su régimen de terror cercenó al movimiento social, con el único argumento de que todo lo que ocurría en el país era culpa de la guerrilla, y se asesinó impunemente a cerca de 6.402 ciudadanos y así lo reconoce la JEP, pero no hay mal que dure cien años y desde el movimiento estudiantil con el surgimiento de la Mane comenzó una nueva época de la lucha social, que tuvo su primer escalón con el paro nacional del 21N de 2019, que despertó la presencia de la gente en las calles mostrando ya en los jóvenes la responsabilidad de rescatar el sueño de tener un nuevo país.
La presencia de la pandemia del Covid 19 aplazó el escalamiento de la protesta social, y el asesinato de Javier Ordoñez en Bogotá generó la indignación en septiembre del 2020 y a pesar del miedo a la pandemia el país se levanta como nunca antes con el paro indefinido que empieza el 28 de abril y que hasta la fecha según las palabras del nefasto ministro de defensa, «en sólo treinta días de paro se han presentado más de diez mil manifestaciones y 1848 bloqueos”. Nunca habíamos visto tanta gente en la calle, donde surge la mayor experiencia de defensa de la protesta social, como ha sido la primera línea y la resistencia en los puntos de bloqueos que no sólo se dan en la red vial nacional, sino como primera vez en las ciudades, siendo el ejemplo mayor el que se presenta en Cali, Bogotá y en la troncal de la vía al puerto de Buenaventura, y como se resalta la contribución al paro de la contundencia de la Minga indígena nacional.
El colorido, la creatividad y el combate callejero de resistencia de más de 40 días de paro han colocado como protagonistas de esta histórica gesta de lucha social a LOS JÓVENES, quienes son los verdaderos héroes de la jornada, las diferentes organizaciones sociales, comunitarias, los profesores, el Barrismo social, donde los artistas acompañan el paro porque son igualmente parte destacada del mismo, así como las organizaciones de las mujeres, la comunidad LGTBIQ, la misión médica comprometida con lo social. Capítulo aparte lo constituyen las organizaciones defensoras de los derechos humanos, quienes han tenido que actuar frente a la brutalidad policial de un gobierno autoritario, dictatorial y violento que ha provocado la mayor masacre contra el paro nacional.
Aparte de lo significativo de que la protesta social sin negociación ha logrado tumbar las reformas, tributaria, de salud, la salida de dos ministros entre ellos el nefasto Carrasquilla de Hacienda, la de relaciones exteriores y la caída del llamado comisionado de paz, que no fue más que un comisionado de guerra, la constante violencia provocada contra el paro, logró de la misma manera la visita de comisión Interamericana de derechos humanos, que seguramente sancionará a Colombia, por los más de 58 asesinatos provocados la mayoría por la policía nacional y en especial por el ESMAD, las lesiones que provocaron la pérdida de los ojos de 280 jóvenes, la violación de 28 mujeres y lo que es igual de grave que la desaparición de más de 500 personas, resumen este de la violencia registrada con rigor e evidencia por la fundación Temblores.
Son muchas las enseñanzas del paro nacional, la primera línea, la resistencia, el combate callejero, el fortalecimiento de la organización social, los logros en todas las materias y lo más importante, el compromiso con el país de los jóvenes; hoy la esperanza está en pasar de la movilización y la resistencia a las urnas, para terminar de derrotar este régimen de terror y miedo, para que desde el relevo generacional se asuman los destinos de la nación, los nuevos liderazgos que deja este hermoso paro nacional.
Todo esto es un campanazo que se constituye en una orden para que la dirigencia del campo democrático lea lo señalado por los jóvenes y tenga la grandeza de construir un proyecto colectivo de nación donde impere la unidad de los desposeídos y continúe con la tarea que empezó en el 2018 y que en el 2022 debe constituirse en el escalón para conquistar el gobierno democrático en función de la inmensa mayoría de los colombianos, un gobierno que garantice y desarrolle plenamente la constitución del 91.