Por Walter Aldana
Señores: Ejército de liberación nacional; Farc-ep Segunda Marquetalia; Comando Coordinador de Occidente; Columna Móvil Dagoberto Ramos; Columna móvil Jaime Martínez; Frente Carlos Patiño; Águilas Negras; Autodefensas Gaitanistas de Colombia.
Inicio reconociendo que no sé si se me escapa el nombre de alguna otra agrupación armada con presencia en nuestro departamento.
La presente columna de opinión política y social dirigida a ustedes, espera que por su difusión y conocimiento de ella en las zonas donde hacen presencia, pueda ser respondida con el mismo respeto y la claridad con que me dirijo, comprometiendo mi nombre, como ciudadano y amigo de procesos comunitarios, hoy preocupados por el accionar cotidiano de sus unidades.
En más de cinco décadas de guerra en el país y obviamente en los campos de Colombia, tuvimos ocho millones de víctimas del conflicto armado. Los sucesivos gobiernos durante este tiempo encontraron en el conflicto y sus dificultad de orden público, la excusa para no desarrollar ni invertir dineros que propiciaran ingresos para una vida digna del campesinado, los sectores urbanos, los pueblos afros e indígenas. La deuda social del Estado centralista así lo confirma y de esta manera ahoga las regiones en la pobreza y falta de oportunidades.
La negociación en el 2016 con las Farc-ep fue un nuevo aliento de esperanza para las generaciones futuras. Tendríamos un país sin guerra, con intereses variados sí, pero con otras formas diferentes a las violentas para solucionarlas, pero esta es una oligarquía pusilánime, falta de grandeza, incluso con quienes desde la “legalidad democrática” pretendemos ayudar a construirla, más de 700 líderes y lideresas sociales y de derechos humanos asesinados y alrededor de 300 excombatientes sacrificados.
A la salida de muchos o una gran mayoría de los hombres y mujeres conocidos como combatientes de las Farc-ep de los territorios, la nueva clase emergente capitalista desde inicios del nuevo siglo, ligada al narcotráfico o mejor utilizando al narcotráfico, se posicionó de un discurso anti acuerdo, en el momento que vieron aspectos como verdad, justicia y reparación con la Jep, el centro de memoria histórica y la unidad de búsqueda de personas desaparecidas en el marco del conflicto armado.
Hoy ante la incertidumbre que camina las veredas y campos de nuestro rebelde y digno Cauca, me dirijo a ustedes, en el interés de conocer pública respuesta a las garantías (que lamentablemente no las da la institucionalidad), y que requerimos desde los cabildos indígenas, los consejos comunitarios afros, las juntas de acción comunal y las organizaciones de la sociedad civil, para que, independientemente de la ideología que profesen las y los candidatos a corporaciones públicas, puedan desarrollar su proselitismo electoral, donde no sea el miedo al accionar de las armas portadas por ustedes, la limitante para presentar propuestas y alternativas de desarrollo.
Reconocer la dirigencia social, no atentar contra su integridad física, sus organizaciones, sus cosmovisiones, sus símbolos y propuestas construidas comunitariamente… es el inicio de una Colombia más humana.
Con respeto, solicito respuesta pública de parte de ustedes a este clamor social.