Por Carlos Orlas
En el Museo Casa de la Memoria estuvieron las víctimas, familiares y amigos de la Sociedad Agropecuaria Horizontes, organizaciones sociales, periodistas y los voceros de los militares del Batallón Juan del Corral de la 4 Brigada. Más que un acto de perdón se hizo un esfuerzo de lucha contra la impunidad. Por la no repetición. Por la verdad. Por la exigencia de que aparezcan los desaparecidos.
Las víctimas fueron Uberney Giraldo Castro y José Evelio Gallo, militantes de la CRS, el profesor y líder cívico Guillermo Adolfo Parra López y Wilfredo Cañaveral, hijo del presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda de San Antonio.
Los militares hicieron un acto perdón por el asesinato de cuatro personas y la desaparición de dos cuerpos, en la mañana del domingo 23 de enero del año 2000. Todas las víctimas vinculadas a la Sociedad Agropecuaria Horizontes. Disfrazados con brazaletes de las AUC se llevaron a Uberney Giraldo Castro y a José Evelio Gallo cuando alzaban en la escalera de la vereda la producción de cítricos y aguacates para llevarlos a la plaza de mercado de Santa Bárbara.
Se llevaron también al profesor de Guillermo Adolfo Parra López, quien llevaba 17 años trabajando en una escuela rural de la vereda Sabanitas. Se llevaron al joven Wilfredo Cañaveral que espantaba los pájaro del sembrado de maíz de su familia. La compañera de Uberney que salió con sus hijos a evitar que se llevaran a su esposo fue ultrajada.
Les ataron las manos con los cordones de los zapatos y más adelante se llevaron a Jhon Jairo y a otro socio de la finca y a su hermano. Llegando a la quebrada Zabaletas y allí asesinaron a sangre fría de varios tiros en la cabeza al profesor, lo dejaron a la orilla del río. Luego hicieron devolver a Jhon Jairo y a su hermano diciéndoles: «no han visto nada. Estos nos los vamos a llevar porque son guerrilleros». En cercanías de Cementos el Cairo se subieron en unos camiones del ejército y desaparecieron. Los compañeros que quedaron prendieron las alarmas en medios de comunicación y ante la Procuraduría exigiendo que les respetaran la vida.
El arte-facto del montaje
El lunes apareció el cuerpo del joven Wilfredo Cañaveral en el Municipio de La Ceja. En medios de comunicación salieron los militares anunciando la muerte en combate de tres guerrilleros del ELN que estaban dinamitando unas torres en Carmen de Viboral. Los exhibieron en el parque del pueblo. Dos cadáveres mostraban signos de tortura y uno de ellos tenía amputados los dedos de las manos y estaban vestidos de camuflados. Uno de ellos, José Evelio, tenía su cédula en un bolsillo del pantalón. De inmediato los familiares se dirigieron a la morgue de Medellín donde tenían los cuerpos y la Fiscalía había pedido copia de los documentos del levantamiento. Violentaron el carro del médico y se robaron los documentos originales.
Ya en la noche, hombres en varias camionetas se robaron los cuerpos de la Morgue, forzando las cerraduras y dejando letreros alusivos al ELN. El 28 de enero salió un comunicado a los medios de comunicación donde las autodefensas del Bloque Metro se responsabilizaron del asesinato de los compañeros. Dicho comunicado salió de un fax de la Cuarta Brigada. Esto lo sabemos por el informe del Embajador de EE.UU a su país, poniendo el comunicado como prueba de la alianza ejercito-paras, que él veía con mucha preocupación. Comenzó el asedio, al resto de personas socias de la finca empezaron a buscarlas casa por casa, a hacerles llamadas telefónicas con amenazas, obligados a esconderse y a abandonar la ciudad, hacia Bogotá, donde algunas embajadas les ofrecieron protección.
Dos meses después, el 23M del 2000, el ejército da parte de que en la finca de La Galleta habían descubierto armas, granadas y radios de comunicación después de sostener un combate con la guerrilla. A punta de plomo destruyeron algunas de las máquinas de labranza y la única casa de la Hacienda que estaba en buen estado. Detuvieron 30 campesinos de la zona. Estos hechos produjeron el desplazamiento masivo de campesinos de San Antonio y Palmitas, veredas aledañas a la finca. Allí detuvieron a Antonio Serna, asesinado posteriormente en la finca. A Jairo Sánchez y Diego de los Osos. Este joven también asesinado meses más tarde. Nos han contado que está enterrado en la finca. La pandemia ha retrasado su búsqueda.
Los acuerdos son para cumplirlos
El Proceso de Reincorporación de la Corriente de Renovación Socialista se vio truncado por este hecho pérfido agenciado desde la cúpula militar y con brazaletes de las ACCU. Recordemos con esto que en la reciente versión de Mancuso ante la CEV este aclaró que fueron los militares, y no los paras, quienes exterminaron la Unión Patriótica. Y que eso era una orientación política y militar para conjurar el fantasma del comunismo en estos lares.
Ante este hecho los militares consideran que llevando flores, su banda musical y a sus afinados maestros de ceremonia, pueden quizás obtener el perdón, que es el verdadero meollo del proceso de reconciliación en Colombia. «¿Re-conciliación?», preguntaba Gloria Gaitán, la hija del caudillo liberal, «¿es que cuando hemos estado conciliados?». A parte de sembrar un manto de duda sobre estos actos, me interesa reconocer la importancia de los mismos no por el gesto de los militares sino el de las víctimas, dignas, politizadas, luchadoras, entendiendo que el perdón va más allá de esto pero que esto es un paso, pequeño, seguro.
Pastor Jaramillo, firmante del Acuerdo de Flor del Monte, Sucre, y miembro de la CNAI, leyó el discurso en representación de sus compañeros de lucha, de sus compañeros caídos, de su legado político, de su memoria. Fueron 16 minutos en los que revivió los hechos, recordó el daño causado y cuestionó esa práctica de estigmatizar al opositor del régimen, al comunista, al socialista, al crítico, por no comulgar con el establecimiento. Y no solamente estigmatizarlo sino exterminarlo como a un enemigo de la seguridad nacional, como un peligro para ese bloque de poder contrainsurgente que hace todo lo legal y lo ilegal para extirpar al que cuestione sus privilegios, su concentración de la riqueza y su acaparamiento de las oportunidades en un país en extremo desigual.
Por la memoria
En estos eventos siempre se sacude el alma y se ve la solidaridad entre organizaciones de víctimas. Lo demás es parafernalia y eso desagrada. Pero mucho más el discurso embarnizado del ejército. Sin embargo en este acto se sintió la importancia del afecto y del encuentro para seguir luchando, para conmemorar los caídos y, como lo expresa Pastor, poner un grano para la paz del país: «hay que preocuparse por la gente de las FARC, ya llevan 300 asesinados, les están haciendo lo mismo que nos han hecho a nosotros».
El discurso de Pastor Jaramillo en representación de las víctimas de la Sociedad Agropecuaria Horizontes termina con un bello homenaje: «A todas y todos los que nos han acompañado en esta andadura de la paz».