DAMNATIO MEMORIAE[1]: Derribar monumentos, construir otra historia: el sentido emancipador de las memorias insumisas

Por Álvaro Efrén Córdoba Obando[1]


La Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas – UARIV es la institución creada en el marco de la ley 1448 de 2011 para el restablecimiento de derechos y condiciones dignas de existencia a las personas, organizaciones y territorios que fueron afectados duramente por la violencia del conflicto armado que ha marcado gran parte de la vida del país. No obstante, la manera como esa entidad interpreta la norma, la Constitución Política y varias sentencias de la Corte Constitucional respecto de las víctimas y de su reparación integral, la convierten en otro actor más que violenta y revictimiza a los sujetos en reparación, antes que contribuir a su dignificación y reconocimiento.

Según datos de investigaciones realizadas por los mismos sujetos en reparación y los informes presentados por la Procuraduría General de la Nación al Congreso de la República, hay una evidente regresión en materia de restitución de derechos y de reparación a las víctimas, especialmente en lo referente a la reparación colectiva que tiene como sujetos de derechos a las organizaciones nacionales como a comunidades y territorios.

La Procuraduría agrega que los funcionarios de la UARIV transgreden la constitución Política de Colombia, al imponer normas (mediante resoluciones) que superan los principios y criterios de las normas legales de contratación, generando un obstáculo insalvable a las organizaciones para el acceso a los recursos a que tienen derecho. En la práctica se eliminó la responsabilidad de muchas agencias y entidades del Estado en lo que la ley define como el Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas -SNARIV- para reducir el marco de la reparación a la voluntad, criterios y procedimientos de la misma UARIV, de manera que se reduce tanto el alcance como las condiciones mínimas necesarias para la reparación a satisfacción del sujeto en reparación.

Si a lo anterior se suma que mientras las organizaciones sujetos de derecho a la reparación integral no reciben los recursos indispensables que les devuelvan las condiciones de existencia y posibilidad dañadas por la acción y omisión de agentes del Estado, la agencia responsable sigue girando fondos a agentes privados tan desconocidos como si ello fuera un secreto de seguridad nacional, o porque dichas entidades debieran actuar en la clandestinidad, sin subordinarse a las leyes que las obligan a actuar con transparencia, eficiencia, austeridad y el principio tan cacareado por los burócratas de la UARIV: la “acción sin daño”, que resulta una ofensa más a la inteligencia de los sujetos en reparación como a sus integrantes y sobrevivientes.

La inoperancia del SNARIV impide que se puedan otorgar o garantizar las medidas de reparación y satisfacción como la restitución de tierras o el derecho a la verdad respecto de las acciones que ofendieron a las organizaciones, personas y territorios, y a los agentes responsables del daño, como a los procesos judiciales orientados a esclarecer los hechos y garantizar el acceso a la justicia conforme los principios de la misma ley. Parece entonces que la UARIV procura, mediante un dispendioso y complicado proceso de identificación de atributos para la reparación, reducir la relevancia política, ética y judicial de los hechos victimizantes, como evadir la exigencia de verdad de las víctimas. Una reparación express, es decir, sin recursos, sin verdad ni justicia.

Pero el asunto no termina ahí, porque hay algo mucho más grave que es el derecho a la memoria, el derecho que tienen las víctimas de narrar lo que les pasó, dar cuenta al mundo de su naturaleza, objetivos, alcances, visión y misión, por la cual fueron violentados de manera sistemática para borrar literalmente su recuerdo y enviar al olvido su legado, su existencia misma, su derecho a existir, como en las más inclementes dictaduras. La UARIV ha diseñado un entramado de condiciones, requisitos, procedimientos, instrumentos, leguleyadas (… ) para hacer imposible que las víctimas tengan voz y den a conocer su testimonio, como constancia ética ante la versión hegemónica que el régimen difunde, según la cual “estamos muy bien y mejorando”.

Esto no sería más que un fenómeno circunstancial y pasajero derivado del perfil autoritario y negacionista del gobierno actual (2018 – 2022) y de sus vínculos con las mafias criminales y las élites, si no estuviera asociado a una larga cadena de hechos y decisiones que hacen de la perfidia una tradición histórica, como un comportamiento recurrente y sistemático con el que el actual gobierno nacional y los gobiernos de los últimos setenta años han actuado frente a los procesos y acuerdos que buscaban poner fin a esa violencia y abrir horizontes de convivencia y democracia auténtica.

Baste mencionar el inicio de la guerra sucia tan pronto inició el proyecto de la Unión Patriótica en el gobierno de Belisario Betancur, la declaratoria de guerra integral hecha por César Gaviria en los noventa, la pacificación de Guillermo León Valencia en los sesenta, la amnistía y luego el fusilamiento de Guadalupe Salcedo por orden de Rojas Pinilla en los 50, el asesinato de cuatro candidatos presidenciales en el gobierno de Barco a finales de los ochenta, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en el 48, y la lista parece infinita.

De esas violencias y crímenes de Estado no hablan las élites, no reconocen la responsabilidad en el daño a la democracia, como a la dignidad del pueblo colombiano, tampoco hablan de pedir perdón con arrepentimiento sincero o de reparar a sus millones de víctimas, década tras década en un cinismo y una impavidez que asombra al más desprevenido historiador criollo o extranjero; crímenes atroces que sobrepasan los de quienes se han acogido a la legalidad y han abandonado las armas y la violencia política en las últimas décadas. Pero  esta élite pasa siempre como la víctima que nunca hizo nada, que siempre fue una mansa paloma, cuando su riqueza está aún manchada de sangre y sufrimiento de millones de víctimas.

Más difícil aún se hace dicha reparación en un gobierno que no tiene interés, sensibilidad ni compromiso ético frente a las víctimas y que por el contrario se subordina a las élites que les apoyan para ganar elecciones, que se alía con sus victimarios, políticos corruptos, cuestionados por su vinculación con mafias narcotraficantes y paramilitares para el mantenimiento en el poder para el usufructo de los bienes públicos para aumentar las arcas de grandes conglomerados económicos nacionales y extranjeros a quienes sirven sin rechistar.

Si es muy difícil la reparación integral de las víctimas en el contexto de mafias empresariales y criminales empoderadas en el gobierno, es casi imposible que esas mafias reconozcan el valor ético – político de la memoria individual y colectiva de dichas organizaciones y colectivos en reparación, que controvierten o confrontan la historia oficial hegemónica elaborada y difundida desde esas instancias de poder.

Las memorias otras como campo en disputa

En este contexto la recuperación de la memoria histórica en una organización social nacional, heredera y depositaria de un ideario político rebelde, insumiso, emancipado y emancipador, contrahegemónico, popular y revolucionario, acumulado y sedimentado por décadas, de una generación a otra, en un abanico de formas y manifestaciones de acción política colectiva, se convierte en una lucha política por la recuperación del futuro que soñamos junto con el pasado que pudimos ser, pero que ha sido borrado a punta de violencia y del relato justificatorio del victimario – vencedor; razón por la cual también motiva la acción de las élites y sus funcionarios en el gobierno para obstaculizar la emergencia y la difusión de una versión otra que controvierte y confronta, la versión oficial de la historia que pretende ser única e incontrovertible.

Las memorias insumisas, inobedientes, disidentes, locales, fragmentadas, diversas, plurales, híbridas, mestizas, populares, memorias otras, emancipadoras, militantes, subversivas, clandestinas y rebeldes, seguirán siendo perseguidas y combatidas con estrategias de silencio y olvido, negación y naturalización de la violencia hegemónica para su legitimación y perpetuación. Por eso las primeras se contraponen al relato de la memoria histórica oficial nacional domesticada, derivadas de los pactos de silencio entre las élites[3], para seguir gobernando sin riesgo de que otras fuerzas pudieran socavar su poder, lo que llaman memoria “democrática”, memoria obediente, memoria única, homogeneizante y hegemonizante, pura, blanca, europea, académica, única.

En medio de “exhaustivas investigaciones” para “encontrar a los responsables” y “aplicar de manera severa y ejemplarizante todo el peso de la justicia” han quedado en la más absoluta impunidad crímenes de Estado y/o de actores armados ilegales, “fuerzas oscuras” que han hecho el trabajo sucio para las élites por décadas y décadas, de manera que se garantice su impunidad o “inocencia” ad aeternum.

Esos acontecimientos históricos cargados de barbarie han sido ocultados en los maquillados relatos de la historia y la historiografía académicamente sustentada para darle apariencia y consistencia científica que niega los relatos y los acontecimientos menos decorosos de esas hegemonías.

Las otras memorias

Desde la conquista y la colonización emergen anticipadamente memorias (Fray Bartolomé de las Casas) que controvierten “las memorias ejemplares” (Juan de Castellanos) para contarnos las crónicas de la barbarie de esos “varones ilustres de indias”, por mencionar dos referentes contemporáneos entre sí que narran versiones contrarias de un mismo acontecimiento, la una como elegía de esos varones y la otra como una memoria desde las víctimas y los esclavizados por dichos varones infames antes que ilustres; desde entonces, queda abierta una brecha entre la versión oficial de la historia, contada desde los victimarios y otra desde las víctimas y sobrevivientes que irrumpe sin permiso y con la fuerza de la indignación forjada durante siglos, en acciones simbólicas y políticas como el derribamiento de estatuas y monumentos de esos varones en Bogotá, Cali, Canadá o en España.

En otras palabras, la disputa por la memoria es la disputa por la existencia misma, por la identidad de un sujeto racializado, negado, silenciado, ofendido, calumniado, explotado, esclavizado, subordinado, engañado, perseguido, estigmatizado y ridiculizado, lo que hace de esto un asunto que representa un reto para el mundo académico investigativo, pero también un cuestionamiento ontológico y ético – político en la recuperación del pasado (rememoración) y del futuro (anticipación) como el sentido de la existencia misma en este eterno presente en permanente construcción como dice Paul Ricoeur.

Las acciones de la UARIV no solamente han sido torcidas para favorecer a operadores privados que nadie conoce su identidad, ni su origen (suponemos amigos del régimen), trayectoria, idoneidad, eficiencia ni transparencia, mientras se restringe o se obstaculiza por completo el acceso a los recursos que fueron dispuestos para que esas organizaciones y comunidades logren su propio fortalecimiento, sostenibilidad y autonomía del gobierno, lo que evidencia una vez más la perfidia y el cinismo de los funcionarios que ofende la dignidad de las víctimas.

No hay solicitud respetuosa, ni derecho de petición debidamente soportado en la Constitución Política que permita acceder a información de manera oportuna, completa, suficiente, conforme con la ley 1712 de 2014, porque para los burócratas la transparencia, el derecho de acceso a la información, el control social y la veeduría ciudadana no aplican a esta institución (…) como tampoco a sus funcionarios y contratistas ni a los recursos que manejan, todos cubiertos con el argumento de que se debe salvaguardar la identidad de las víctimas.

Hacemos resistencia y memoria para la re-existencia

“No se trata de celebrar a los héroes desaparecidos, lo que, como todo ritual de duelo, vuelve a hacer que desaparezcan por segunda vez, aceptando el hecho de su desaparición. Se trata más bien de retomar el combate allí donde ellos lo dejaron, sin olvidar la violencia que los venció, la que también es necesario intentar comprender.»

Fragmentos de «L’assassinat de Maurice Halbwachs«, Pierre Bourdieu.

“Es más difícil honrar a los sin-nombre que a los

famosos. A la memoria de los sin-nombre está

consagrada la construcción de la historia.”

Walter Benjamin

El ser humano es una narración histórica, afirma Ignacio Rivas Flores (2013), por lo tanto, esa narración histórica es un acto profundamente humano que busca dar cuenta de su existencia y su propio devenir, de sus prácticas y de las formas de comprender y explicar esas prácticas, esas maneras de ser y estar en el mundo. La narración y la historia son, entonces, consustanciales al devenir de la humanidad misma, que cuentan de su evolución, sus cambios, manifestaciones según el lugar y tiempo, por lo tanto merecen el mayor cuidado y respeto por parte de los académicos, así como de los políticos y funcionarios del Estado.

Sin embargo, los sectores hegemónicos que controlan los estados y subordinan los gobiernos procuran por todos los medios eliminar de los individuos y los pueblos sus recuerdos del pasado, proscribiendo las memorias rebeldes para mantener la versión única de la historia elaborada acorde con su interés y beneficio. Este es el escenario y contexto en el que se busca recuperar la memoria histórica de la Corporación Nuevo Arco Iris -CNAI- organización de militantes políticos y activistas sociales conformada a partir de la dejación de armas y acuerdo de paz de una organización insurgente a principios de los noventa del siglo pasado.

La construcción o recuperación de la memoria histórica de la CNAI reviste particulares condiciones por las características que definen e identifican a esta organización, tanto desde su naturaleza y objeto social establecidos en sus estatutos como centro de pensamiento y acción política, como por su composición, organización, presencia territorial y la trayectoria de vida de sus asociados/as; pero sobre todo, por el legado y el ideario político que recibe desde el momento mismo de su fundación y que remite a un contexto histórico – político de la segunda mitad del siglo XX; eso hace que la memoria de la CNAI esté íntimamente vinculada a las dinámicas populares en varios momentos de la historia reciente del país, como de los procesos sociales y políticos de la América Latina, lo que no la hace inmune a la acción criminal y violenta del Estado como de grupos armados de extrema derecha que ahora gozan de sus alianzas con el gobierno nacional y otros organismos estatales.

La CNAI  es una organización no gubernamental conformada por activistas integrantes de procesos sociales y organizaciones populares de diferentes territorios del país, creada a partir del acuerdo de paz y dejación de las armas de la Corriente de Renovación Socialista -CRS- (9 de abril de 1994), disidencia del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Por lo tanto, es una expresión de un acumulado de principios, valores, ideales, movimientos, organizaciones y procesos políticos en Colombia durante los últimos sesenta años, y en tal sentido constituye en sí misma un testimonio vivo de una parte de la historia del país que es indispensable documentar en la perspectiva de la comprensión de los procesos políticos de Colombia, de los movimientos sociales, de la lucha por la democracia y la justicia social, lo que le otorga una gran importancia para asumir el presente y proyectar el futuro.

La recuperación de la memoria histórica de la CNAI tiene pues una alta relevancia en la historia, la educación, la transformación social, la construcción de una democracia real y el logro de una paz con justicia social.

Nada más importante en el marco de esta coyuntura de movilización ciudadana sostenida en el tiempo (iniciada el 28 de abril de 2021) y expandida en casi todo el territorio nacional, que documentar los procesos sociales y políticos para entender y explicar el contexto histórico de las organizaciones populares y movimientos sociales que han marcado al país en las últimas décadas y responder por la pregunta acerca de la relación (diferenciación o identificación) entre esas dinámicas sociales y políticas nacionales con los procesos históricos del resto del nuestra américa.

Para mencionar casos: el acceso al gobierno de candidatos con programas de gobierno progresistas a principios de la segunda mitad del siglo XX que fueron derrocados por medio de golpes de Estado y/o alzamientos militares, agenciados por el gobierno de los Estados Unidos en desarrollo del ”plan cóndor” para la aplicación de la doctrina de la “seguridad nacional” que daría origen a dictaduras que permanecieron por décadas en América Latina desde los sesenta, lo que motivó el surgimiento de movimientos armados de distinta naturaleza, identidad y propósitos entre los cuales están las organizaciones insurgentes de Colombia.

Es por esta razón que es necesario e indispensable que la memoria histórica de la CNAI indague por su pasado inmediatamente anterior, así como por la trayectoria de sus asociados/as y fundadores/as cuyos propósitos, motivos e ideales recogen también parte del ideario de los movimiento sociales y organizaciones populares de la izquierda y que puede ayudar a recomponer o reconfigurar una alternativa de transformación social que permita aprender de la experiencia, incluyendo sus aciertos y errores, lo que le otorga a la investigación un valor mucho más grande que la comprensión y explicación del pasado.

Lo anterior nos permite entender el presente y proyectar con más acierto y confianza las acciones inmediatas para el futuro deseado. De lo contrario, la historia que se construya y relate seguirá siendo definida desde las élites, con la perspectiva hegemónica de los vencedores, para evitar que la de los vencidos se conozca y se retome como proyecto hacia adelante.

La memoria histórica en la CNAI

La recuperación y reconstrucción de la memoria histórica (MH) en la CNAI es un proceso colectivo de investigación de la trayectoria de personas, comunidades, organizaciones sociales de base y movimientos populares, que participan de las luchas políticas por la transformación estructural del país, motivados por el análisis de la realidad social, política, económica y cultural y por ideales de justicia y dignidad desde una perspectiva libertaria, insurgente y rebelde.

Por lo tanto, la MH de la CNAI no es una sola, ni empieza en 1994 o en 1996 (por los aspectos legales de la entidad como persona jurídica), sino que es una historia compuesta por múltiples y diversas historias personales, familiares, comunitarias, locales, regionales, temáticas y sectoriales que convergen en múltiples y diversos movimientos populares y luego en las dinámicas de la sociedad civil a partir de la nueva Constitución Política de 1991.

Ese antes de la CNAI es indispensable para la comprensión histórica – dialéctica de esta organización, heredera, integrante y gestora de los movimientos sociales en Colombia a partir de los años 60 y agente de las dinámicas de transformación política en América Latina y el Caribe, de donde se nutren sus ideales, principios y formas de acción, así como las identidades y formas de articulación.

En tal sentido, el reconocimiento de la CNAI como sujeto colectivo de reparación (organización nacional) es una oportunidad para inaugurar un proceso de más largo plazo y de mayor alcance sobre las dinámicas regionales de los movimiento sociales en Colombia, junto con la evolución y realización de un ideario de izquierda que ha incidido de manera evidente en la historia misma del país, en varios territorios, como del continente Suramericano, lo que le otorga una gran utilidad e importancia tanto en el ámbito académico como político contemporáneos.

Por lo tanto, se busca generar e inaugurar las condiciones previas para la elaboración de monografías regionales que tienen la posibilidad y condiciones de alcanzar el nivel y la calidad para convertirse en series de publicaciones en torno a los temas y procesos que aparezcan durante la investigación como categorías emergentes, y hallazgos tempranos derivados de una primera recopilación de información en campo a partir de fuentes primarias (testimoniales) y fuentes secundarias (documentales) que puedan dar cuenta de otros aspectos que no están recopilados, documentados, ni difundidos sobre la historia reciente del país.

Generar esas condiciones y capacidades entre asociados y amigos de la CNAI constituye un reto pedagógico para una nueva fase de fortalecimiento e incidencia política de nuestra organización alrededor de los desafíos del país en el presente y futuro inmediato.

La importancia de hacer memoria por/de sí mismo y la historia para otros – todos

El proceso de reparación integral de un sujeto colectivo que comporta características particulares respecto de otros sujetos de reparación (individuales) determina y exige un enfoque y metodología particular de recuperación, reconstrucción o reconfiguración de la memoria histórica (Ricoeur), que trasciende el enfoque teórico de la investigación para ubicarse en la perspectiva crítico-dialéctica con alto sentido ético – político y así superar también los enfoques historiográficos y teoréticos de la investigación, porque además de explicar el estado de la reflexión sobre la memoria histórica como problema de investigación, lo cual es importante y necesario para el ámbito académico, es necesario contribuir con la memoria misma documentada a la construcción de la historia hacia adelante, como proceso colectivo y político.

El propósito de la investigación sobre la MH es la indagación por el origen, trayectoria y memoria de la CNAI como un sujeto político en la historia del país, es decir, como un sujeto situado en las dinámicas sociales y políticas en un tiempo y lugar determinados. Por estos motivos no puede equipararse a las investigaciones básicas tradicionales (teóricas), ni mucho menos ajustarse a los parámetros de la ortodoxia en materia de paradigmas, enfoques, métodos como si se tratara de un ejercicio exclusivamente teórico o historiográfico. Es un ejercicio que como lo plantea Walter Benjamin cuestiona la historia y la cultura oficiales y mira, hace visible y otorga sentido y significado a la barbarie que se oculta, se niega, se justifica y naturaliza desde el poder que esa versión oficial representa.

Por lo tanto, la investigación adquiere la ventaja, la posibilidad y la necesidad de recurrir a otros paradigmas de la investigación cualitativa, como a la integración de herramientas metodológicas para la construcción o recuperación de información que permitan prefigurar y configurar una narrativa propia de su trayectoria y experiencia espacio-temporal que otorgue o evidencie el sentido mismo de esa trayectoria y del sujeto de su existencia misma, así como de la experiencia vivida (Larrosa Bondía, 2006). Un sujeto colectivo situado (en el sentido de Husserl, Merleau-Ponty, De Beauvoir y otros) en un contexto histórico – político determinado que le otorga la condición de ciudadano y sujeto político al individuo, conforme el planteamiento de Hannah Arendt (2009. pp 22. 23) y que por lo tanto le permite trascender de su “naturaleza” a su “Condición Humana”.

La recuperación de la memoria colectiva de la CNAI tiene un alto valor político y educativo en un contexto en el que la memoria y la verdad son asuntos en disputa, entre relatos y narrativas hegemónicas del establecimiento (estatus quo) y las fuerzas que desde la resistencia y la rebeldía han promovido y jalonado procesos de transformación para cambiar el sentido de la historia misma, como de las sociedades y grupos humanos en diferentes momentos del país y del mundo.

También hay una disputa sobre el quién, qué y cómo se hace esa recuperación o reconstrucción de la memoria histórica: el quién de la investigación suele ser un quién distinto del quién de la vivencia, de la historia vivida, un investigador externo a veces comprensivo y otras veces omnisciente, “neutral” y “objetivo” respecto del sujeto de la vivencia, y de la historia misma, cuando ya sabemos que la neutralidad y la objetividad no existen.

El qué suele estar condicionado por las prioridades e intereses particulares de instituciones y personas que aunque afirman haber abandonado el paradigma positivista y hegemónico de la investigación, se afanan por las preguntas, sentidos, categorías, enfoques, fuentes ligadas a la información oficial y los aportes desde el ámbito académico que el propio testimonio de los sobrevivientes. Estos, desde una perspectiva del pensamiento epistémico, confrontan o interpelan el saber teórico al “ponerse frente a la realidad” (Zemelman M., s.f.).

El cómo de la investigación suele estar determinado o condicionado por la intención de memoria y olvido de quienes detentan autoridad y hegemonía en el poder, como en los ámbitos del conocimiento y la investigación misma, y de ello hay evidencia en muchas de las experiencias anteriores relacionadas con fenómenos histórico – políticos cuyos relatos aún están en disputa como las dictaduras militares en el Cono Sur, las guerras recientes en Centro América o la guerra civil española y para no ir más lejos, sobre la historia de la violencia en Colombia, sea en torno a sucesos como la masacre de las bananeras, el bogotazo o la violencia bipartidista en más de doscientos años de vida republicana.

Se traslada entonces al ámbito de la memoria la disputa por el poder, ahora por la verdad, en el propósito de imponer una narrativa y versión desde los lugares y perspectivas hegemónicos, negando o invisibilizando interpretaciones, como versiones y visiones otras que contrastan, controvierte o confrontan la versión oficial, incluida la de las instancias de dirección o estructuras de poder de las propias organizaciones y movimientos. Por lo tanto, es una disputa y un conflicto que no termina, que no se ha resuelto, que sigue latente y encuentra formas de emerger cada cierto tiempo, tanto en los reclamos por la verdad, como en las luchas por la transformación de la historia misma como proceso político e investigativo.

Aunque hay múltiples enfoques y criterios para determinar la pertinencia desde el punto de vista epistemológico, como metodológico y ético sobre quién investiga, qué investiga y cómo investiga, para el caso de la memoria histórica de procesos y movimientos políticos en contextos de precariedad de espacios democráticos, represión, rebelión, conflicto armado y acuerdos de paz y perfidia, adquieren un rol fundamental en la investigación los relatos y testimonios de participantes en esas luchas, procesos y movimientos, no únicamente como fuente de información sino como el sujeto mismo que da sentido y significación a sus narrativas que refieren ese pasado, procesos y luchas, como lo menciona Elizabeth Jelin (2002).

No obstante, para el caso que nos ocupa aquí y a diferencia de la indagación por la memoria en las experiencias de la represión política de las dictaduras militares en el Cono Sur y sus transición posterior a regímenes democráticos, no se pueden establecer momentos precisos de violencia y violación de derechos humanos, en tanto que la situación de Colombia está atravezada por unos factores que paradójicamente combinan la apariencia de un régimen democrático formal con un fenómeno de violencia política que parece sistemática y estructural, desde los tiempos de la fundación de República y desde de la guerra de independencia.

La memoria y la memorialización en el sentido de Augé (1998, 22) y Ricoeur (2008) buscan trascender los criterios de verdad y mentira en el relato histórico, pues no se trata de un ejercicio de recordación -Huella mnésica- del pasado, sino de la construcción narrativa desde el presente que procura encontrar u otorgar sentido a esos acontecimientos del pasado, de reconstruir nuevas significaciones y sentidos a los sujetos, lugares y tiempos (Castillejo, 2004).

Pero la narración, dice Ricoeur (1996), no solamente tiene un sentido político e histórico en tanto que enuncia la versión y la visión desde otro locus  contrahegemónico, reberde y subversivo, sino que tiene un sentido trascendental para el propio sujeto de la narración, de la experiencia vital, y que tiene que ver con la propia construcción de sí, de su identidad, del sentido mismo de su existencia y re-existencia, de su esencia original y originaria y de los cambios y transformaciones sufridas en el tiempo, que constituye entonces la identidad narrativa[4] y la autoformación del sujeto, lo que implica a su vez un ejercicio de comprensión de sí y de interpretación de sí que manifiesta el sentido epistemológico, ontológico y ético de la investigación narrativa en tanto que permite al propio sujeto (comunidad u organización) comprender y dar cuenta de sí mismo en su devenir en el tiempo y el espacio.

Lo anterior  hace de la investigación en su dimensión reflexiva una facultad y atributo de autoformación del propio sujeto (López Górriz, 2007). Es decir, su empoderamiento a partir del círculo hermenéutico de la triple mímesis que Paul Ricoeur desarrolla en su trilogía Tiempo y Narración, particularmente en el primer volumen, Configuración del Tiempo en el Relato Histórico (Ricoeur, 2004). Esa reflexividad que deriva de lo que nos pasa y nos transforma (Larrosa Bondía, 2006) es lo que constituye la base fundamental de la formación y autoformación de ese sujeto político, colectivo en escencia, por naturaleza y principio según Paulo Freire (1975), de donde derivan la mayoría de las historias de vida que darán cuenta del sentido existencial, ontológico y ético – político de la CNAI.

Es indispensable recuperar y reconstruir la memoria histórica de un sujeto político colectivo como la CNAI porque su trayectoria, su presencia en el escenario público y la manera como ha realizado su incidencia es significativa para comprender también los procesos de cambio que está experimentando el país en el comienzo de la tercera década del siglo XXI a partir de la movilización ciudadana en una nueva perspectiva que supera lo pensado por las teorías, posiciones o planteamientos político ideológicos con los que se explicaba y transformaba la historia hasta mediados de los años noventa.

En ese período se desvanecen algunos referentes importantes del siglo XX en relación con la historia, en sentido genérico, general, único, universal y abstracto para dar paso a historias otras, múltiples y diversas que fueron silenciadas, negadas, invisibilizadas por medio de la violencia y el abuso del poder o de los grandes metarrelatos de la modernidad, las hegemonías, estereotipos y uniformidad de las mismas organizaciones que negaban la diversidad.

Varios autores mencionados aquí reconocen que la memoria es un asunto en disputa, como la violencia, la guerra y la historia misma. Entre ellos Benjamin y Todorov, Elizabeth Jelin o Elsa Blair para mencionar algunos teóricos que se han ocupado de ello. De ahí se puede inferir que, no hay una única manera de comprender y explicar la historia, porque como diría Huyssen “nunca existe una única forma verdadera del recuerdo” (2007), pues la memoria tiene diversas y divergentes formas de ver un fenómeno y no una única y universal. 

Este proceso tal vez sea uno de los casos en el que se puede demostrar esas múltiples y deversas maneras (formas y prácticas), sujetos, perspectivas, subjetividades, motivaciones, sentidos, territorialidades, organizaciones, lugares y tiempos que confluyen o convergen en la CNAI desde la Guajira, la Costa Atlántica, el nororiente, hasta las regiones del suroccidente colombiano: dinámicas sociales, políticas y territoriales que concurrieron a Flor del Monte, Corregimiento del Municipio de Ovejas – Departamento de Sucre – Colombia, el 9 de abril de 1994 a la fundación de la Corporación Arco Iris (CNAI a partir de 1996) como organización legal para fortalecer, articular, acompañar y empoderar dichas dinámicas múltiples y diversas, gestadas y acompañadas desde décadas atrás, inspiradas en diferentes ideales, ideologías y teorías, costumbres y cosmovisiones y cuyos descendientes y herederos emergen hoy en nuevas expresiones de lucha y movilización.

Emergen, entonces, como un pasado que no ha pasado, que no está muerto y que reclama ser narrado (Ricoeur, Tiempo y narración I, 2004) y recuperar el futuro perdido, como lo plantea Huyssen en el libro que lleva el mismo nombre. Es decir, plantear, proponer una nueva relación con el mundo contemporaneo y con él futuros posibles, dándole así a la memoria y a la re-configuración de la memoria un valor en el presente y en la gestación de futuros posibles, como otra historia posible por construir, por gestar y a la historia en un sentido de anticipación de futuro más que recordación o rememoración del pasado.

Por lo tanto, la sociedad democrática, las organizaciones sociales, los gobiernos y agencias internacionales, las universidades y centros de investigación, los medios de comunicación independientes, las nuevas generaciones de profesionales y de activistas, tienen aquí mucho que hacer para ayudar a recuperar una memoria de la que podríamos aprender y desaprender todos juntos, para avanzar en la construcción de un mundo, una sociedad y un país verdaderamente democrático, para una paz estable y duradera, como lo anhelamos todos.

Fundación de un recuerdo

No es exactamente como fundar una ciudad
sino más bien como fundar una dinastía

el recuerdo tiene manos nubes estribillos
calles y labios árboles y pasos
no se planifica con paz ni compás
sino con una sarta de esperanzas y delirios

un recuerdo bien fundado
un recuerdo con cimientos de solo
que con todo su asombro busca el amor
y lo encuentra de a ratos o de a lustros
puede durar un rumbo o por lo menos
volver algunas noches a cavar su dulzura

en realidad no es como fundar una dinastía
sino más bien como fundar un estilo

un recuerdo puede tener mejillas
y canciones y bálsamos
ser una fantasía que de pronto
se vuelve vientre o pueblo
quizá una lluvia verde
tras la ventana compartida
o una plaza de sol
con puños en el aire

un recuerdo sólidamente fundado
fatalmente se acaba si no se lo renueva
es decir es tan frágil que dura para siempre
porque al cumplirse el plazo lo rescatan
los viejos reflectores del insomnio

bueno tampoco es como fundar un estilo
sino más bien como fundar una doctrina
un recuerdo amorosamente fundado
nos limpia los pulmones nos aviva la sangre
nos sacude el otoño nos renueva la piel
y a veces convoca lo mejor que tenemos
el trocito de hazaña que nos toca cumplir

y es claro un recuerdo puede ser un escándalo
que a veces nos recorre como un sol de franqueza
como un alud de savia como un poco de magia
como una palma de todos los días
que de repente se transforma en única

pensándolo mejor
quizá no sea como fundar una doctrina
sino más bien como fundar un sueño.

Mario Benedetti – Poemas de otros.

Referencias

Arendt, H. (2009). La Condición Humana. Buenos Aires: Paidós.

Augé, M. (1998). Las formas del olvido. Barcelona: Gedisa.

Freire, P. (1975). La pedagogía del Oprimido. Madrid: Siglo XXI.

Huyssen, A. (2007). En busca del futuro perdido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A.

Jelin, E. (2002). Los Trabajos de la Memoria. Madrid: Siglo Veintiuno de España Editores s.a.

Larrosa Bondía, J. (2006). Sobre la Experiencia. Recuperado el 22 de noviembre de 2016, de Aloma: revista de psicologia, ciències de l’educació i de l’esport: http://www.raco.cat/index.php/Aloma/article/viewFile/103367/154553.

López Górriz, I. (2007). La investigación autobiográfica generadora de procesos autoformativos y de transformación existencial. Revista Qurriculum(20), 11-37.

Ricoeur, P. (1996). Sí mismo como otro. México DF: Siglo Veintiuno Editores s.a. de c.v.

Ricoeur, P. (2004). Tiempo y narración I. México: Siglo XXI Editores.

Ricoeur, P. (2008). La Memoria, La historia, el olvido (2ª. ed.). Buenos Aíres: Fondo de Cultura Económica.

Rivas Flores, J. I. (2013). El ser humano como narración histórica: aprendiendo desde la acción. Panorama – Diálogos, 3(75-76), 23-28.

Zemelman M., H. (s.f.). Pensar Teórico y Pensar Epistémico: Los Retos de las Ciencias Sociales Latinoamericanas. (IPECAL, Ed.) México. Recuperado el 12 de julio de 2016, de www.ipecal.edu.mx: http://www.ipecal.edu.mx/Biblioteca/Documentos/Documento7.pdf.


[1] Alocución Latina que significa Condenar la memoria, borrar todo rastro del pasado, condenar el recuerdo de un enemigo del Estado.

[2] Docente Universidad de Antioquia, Asociado fundador de la Corporación Nuevo Arco Iris – CNAI, Integrante de la Junta Directiva Nacional, alvaro.cordobao@udea.edu.co, alvarocordoba50@hotmail.com.

[3] Como el pacto de Benidorm en 1956.

[4] Al respecto se puede consultar a Ricoeur, Sí mismo como otro, Quinto estudio, la identidad personal y la identidad narrativa, pp. 107 y ss en donde desarrolla la dialéctica entre mismidad e ipseidad, para dar cuenta del proceso en el sujeto.