Por @judacoca
En la conmemoración del día de la tierra, de la casa grande, nos urgen acciones en defensa del territorio, el cual viene siendo depredado por la ampliación de la frontera agropecuaria y proyectos de Fracking, el cual lastima la entraña de la tierra, contaminando y destruyendo las fuentes hídricas subterráneas en búsqueda de petróleo.
Han sido muchas las voces en contra de esta práctica que solo nos está autodestruyendo, acabando con la riqueza natural de nuestros ríos, lagunas, quebradas, páramos; hoy estamos llamados a alzar al voz y proponer alternativas que conserven nuestro patrimonio y que aprovechando el viento, la luz del sol, de los volcanes, de los residuos generados en los campos de Colombia, se transformen en fuentes de energía sostenibles, que nos permitan proteger la vida de quienes cohabitan en los territorios.
La desviación de los ríos para uso industrial, la presión sobre las selvas y los bosques en crecimiento y unas políticas que no son suficientes porque los intereses económicos pesan más que las voces de miles de campesinos, jóvenes y mujeres, que han entregado hasta la vida por proteger la naturaleza.
Hoy y en contra de la voluntad popular, el gobierno impone el Fracking en el país con pilotos como el de Santander, que no es sino el inicio de un proyecto nacional que nos condena a la pobreza y a la muerte.
Por todo el país, desde los territorios más lejanos de Colombia, las comunidades se encuentran organizándose, en defensa de la vida, en la búsqueda de alternativas con la esperanza de conservar para esta y las futuras generaciones nuestras montañas: las fuentes de agua.
Desde las ciudades y el campo nos encontramos en resistencia y debemos manifestarlo también en las urnas, que se traduzcan en leyes y en verdaderos proceso de cambio, masificados en la Colombia profunda donde nunca ha llegado el Estado, en esas poblaciones olvidadas donde se defienden los ríos y hoy han sido violentadas.