Por Walter Aldana
Con el nombre de esta columna señaló el presidente del congreso Roy Barreras el esfuerzo de diálogo iniciado en este gobierno, con sectores indígena, afro, campesinos, institucionales y de representatividad política en el norte del Cauca.
Y la primera sorpresa que uno se lleva está en relación al uso de la tierra en litigio entre la asociación de cabildos del norte del Cauca ( ACIN) y los ingenios cañeros, es la famosa discusión en relación a los medios de producción (interés del modelo capitalista), lo que señala que a los azucareros solo les interesa la caña y sus derivados, para nada la propiedad; usufructuarla es su esencia, y luego de ser indispensable por dificultades en el rendimiento o su baja productividad, alzarse con sus gigantescos camiones recolectores, dejando atrás la tierra, como hicieron muchas empresas en el norte del Cauca cuando expiró la ley Paez.
Ahí se comprende entonces la diferencia en relación con la tierra (desde las cosmovisiónes de las organizaciones sociales con el territorio); los ingenios exprimen sus nutrientes para acceder a la caña y transformarla en etanol, mientras para el comunero, el afro y el campesino, es más integral: la tierra es un pedazo de terrón, que sumado a la autoridad, a la salud, la educación, al medio ambiente, la producción, la cultura, la autonomía y el reconocimiento, termina convirtiéndose en el gran territorio, en la vida, en el consejo comunitario afro, el resguardo, la zona de reserva campesina, el espacio agroalimentario, el territorio interétnico e intercultural, en la madre tierra.
En medio del conflicto, dicen que el 75% de la tierra es propiedad afro, arrendada a los ingenios azucareros, de ser realmente así, entonces la discusión sobre la propiedad no es con las empresas ( a menos que hablemos del restante 25%).
Tierra en sus dos dimensiones: acceso y propiedad, tanto para el afro, como para el indígena y el campesinado, levantar la prohibición sobre los cultivos de uso ilícito, regular su producción, mientras se acuerda multilateralmente su legalización.
Dos caras de una misma moneda, territorio y cultivos de uso ilícito; crédito blando, siembra, producción hacia garantizar la seguridad alimentaria, ya lo dijo el Sr. Presidente: hay que «producir para repartir», en la tulpa, la terraza o la huerta, tres bellos nombres para señalar el espacio físico, donde las familias y las comunidades siembran sueños y cosechan al final verduras y frutas, para reforzar el valor nutricional y mantener las defensas altas, así se ve la integralidad de unas visiones diversas, pero confluentes en reconocer y fomentar la vida, no el dinero; ahí la diferencia con el modelo capitalista arrasador.
En lo que sucede hoy en el norte me preocupa la metodología utilizada reiteradamente para buscar solución al inconveniente: Comisiones del gobierno nacional de diversas entidades, vocerias sociales por sectores poblacionales (precedidas de enfrentamientos, incluso físicos en este caso entre afros e indigenas), pareciera que la confianza estuviese rota entre todos. Considero que el gobierno debe primero hablar con cada proceso organizativo que funge como actor, para que al visibilizar los resultados de su intervención sean positivos.
Definitivamente sí es cierto: en el Cauca inicia la construcción de paz social y política.