La complejidad de la paz como política pública

Por Álvaro Efrén Córdoba / Integrante de la CNAI, Docente de la Universidad de Antioquia.

alvarocordoba50@hotmail.com

Desconcertados y aburridos quedaron los “orientadores” de siempre, expertos en la paz abstracta y defensores de sus propias recetas trasnochadas e inútiles con el anuncio del presidente de la República en el sentido de que José Félix Lafaurie sería una ficha clave en la mesa de negociación con el ELN como lo reconoce El Tiempo  en su versión digital del 18 de noviembre de 2022. Pero la confirmación del jefe de centro democrático de cuyo pronunciamiento hace eco el periódico conservador El Colombiano el 19 de noviembre los dejó más que absortos y perplejos, sin comprender nada del enfoque, motivo, intención del Presidente y que en sí mismo ya constituye un hecho político que confronta los esquemas y modelos anteriores de negociación y construcción de paz.

Dedicados a dar cátedra, a pegarse de lo obvio, se enredan en galimatías imbéciles, queriendo explicar sin entender su posición sobre la paz total, porque no cabe en sus tradicionales esquemas de pensamiento estos movimientos disruptivos del gobierno hacia la paz posible, necesaria, imperfecta, menos aún sobre la complejidad de la paz, como llama el mismo Presidente Petro a su propuesta de Paz Total  y su cambio de paradigmas en la comprensión del problema y por lo tanto en su abordaje.

Tan acostumbrados a las palomitas de Belisario, a la paz (con guerra) sucia de Barco, al “futuro” cargado de narcoparamilitarismo de Gaviria, a acompañar con viajes turísticos el ridículo de Pastrana junto a una silla vacía en el Caguán, a la “negociación” de “yo con yo” de Uribe en Ralito. Esto que está planteando el presidente de la República los descoloca y desconcierta aún más, pues ellos creían desde hace décadas tener las llaves de la paz y se quedaron esperando que los invitaran al Palacio de Nariño para escuchar sus sabias recomendaciones con términos de referencia y contratos de por medio, llámense think Tanks de las élites, los operadores de eventos, los agudos centros de investigación, los formuladores de políticas pública de lo que sea y pa las que sea y demás.

Las teorías de la ciencia política, tanto de corrientes anglosajonas como francesas, refieren un concepto que podría ofrecer algunas pistas de esa complejidad de la paz en Colombia y particularmente con el ELN, una guerrilla que comporta singulares características de su origen, naturaleza, estructura, funcionamiento y cosmovisiones, como pocas en la historia reciente de los conflictos armados internos a lo largo y ancho del mundo, de lo cual no se ofrecen detalles aquí para no entrar en discusiones impertinentes con los «elenólogos» de todos los cuños.

 Al parecer el Gobierno y el Equipo Negociador usan y aplican una perspectiva diferente en la comprensión de un fenómeno que integra múltiples causas y actores, como dimensiones, enfoques y énfasis, por lo que toma el concepto de la complejidad de Edgar Morin (1990) y lo integra con el de los steakholders de la ciencia política, para entender y asumir la negociación como mediación de políticas públicas como lo define Pierre Muller (2002). Es decir, que el Equipo Negociador del Gobierno y el Presidente, entienden y asumen el proceso de paz con el ELN, como una política pública compleja que debe comprometer a fondo a varios actores involucrados (además del gobierno y la guerrilla del ELN) en torno a cada uno de los asuntos que serán tema de la agenda construida de manera conjunta y concertadamente. El Presidente da una muestra de la comprensión histórica, estructural y sistémica de la violencia política como de la construcción de paz posible, necesaria para una sociedad fragmentada que los pazólogos la ven de manera más simple, sencilla, fácil y rápida… express como el fast-track de Santos con premio nobel de ñapa.

Expliquemos lo anterior con un ejemplo práctico y “con plastilina”: resolver el tema de los vendedores ambulantes de dulces y galletas no solamente implica entender el problema de esa población y atender sus demandas, sino también los intereses y posición de las empresas fabricantes y distribuidoras de dulces y galletas, que elaboran versiones adaptadas de sus productos, especialmente para ese “mercado” informal, que no requiere de alquiler de locales, pago de servicios, contratación de personal, prestaciones sociales, garantías laborales, pago de impuestos, etc.; es decir a quienes se les aumentaría o disminuiría su margen de ventas y utilidades si se cambia la situación de los vendedores a otra forma de negocio o en otro sector de la economía. Así de complejos son los análisis en temas como el consumo de drogas, el narcotráfico, la restitución de tierras, el mototaxismo, los “pagadiario” y los “gota a gota”, el catastro rural, la planeación urbana, el agua, la seguridad vial, la accidentalidad de las motos y así sucesivamente, si se pretende diseñar y aplicar políticas públicas que sean una solución definitiva y duradera a los problemas que constituyen. Mal daría ganarse la credibilidad de unos funcionarios, únicamente para ganarse un contrato, entregar un documento (de “política pública” dicen), las fotos y formatos de registro de asistencia, en la espera de otro contrato para “ejecutar” la “política diseñada” conforme a los modelos lineales ideales.

Desde la teoría de sistemas, desde el planteamiento de Morin, así como desde la ciencia política de Muller se entiende la construcción de paz como un asunto complejo, que no significa confuso, complicado ni enredado, sino la multidimensionalidad de problema, que exige una mayor compresión y abordaje para no dejar por fuera asuntos, procesos, actores, condiciones y circunstancias ordenados en subsistemas o macrosistemas, lo que trasciende el modelo perfecto y metafísico de la paz abstracta de la que habla el sentido común y las pequeñas capillas de la sociedad civil, y se aterriza en la construcción de paz como política pública, como un proceso susceptible de ser mejorado permanentemente, dinámico, dialéctico, multivariable en el que se rompe de entrada el esquema de una negociación gobierno – guerrilla, porque vincula a actores representativos de grupos de interés, involucrados de una u otra manera en la guerra, por lo tanto, en la medida en que aparecen o se integran los actores involucrados el gobierno adquiere o toma la condición de mediador de políticas públicas, como debe ser, lo que hace que la negociación y la construcción de paz ocurra antes y vaya más allá de los acuerdos, como dijimos desde la Corporación Nuevo Arco Iris, después del fraude del “No” en el plebiscito por la paz en el 2016.

Por lo tanto hay que esperar que en la complejidad aparezcan más actores involucrados, que ayuden desde su posición e intereses a encontrar soluciones definitivas a asuntos históricos y estructurales de esta violencia política de más de doscientos años de la vida republicana, en la que los pazológos y oenegeros que hablan de verdad, sin siquiera conocer la parresia de los griegos, que hablan de democracia en medio de instituciones corruptas, estructuras monárquicas y monacales y que hablan de reconciliación sin el más mínimo asomo de compasión por el sufrimiento de millones, sin indignación frente a la infamia y el cinismo de los poderosos de siempre. Desde sus pequeños feudos de burocracia ingenua, financiados por voluntariosas agencias de cooperación gastan inútilmente ingentes sumas de dinero, babas y oxígeno, creyendo que desde ahí ven con claridad lo que nunca han visto en la Colombia profunda de la guerra, las inequidades, la injusticia y la exclusión, porque que se acostumbraron a usufructuar el discurso de la paz, sin siquiera pensar en las posibles formas de desactivar responsablemente las causas de la guerra.

 Esos que hablan de estrategias de lobby e incidencia política para sacar contratos multimillonarios con gobiernos corruptos, mafiosos, neoliberales (perdón por la redundancia), de diseño de planes decenales, políticas públicas de papel, de publicaciones infinitas, de opiniones retóricas redundantes, que se sienten estar a una altura superior que la «gente de bien» mientras cargan el pesado fardo de su doble moral, maniquea a veces, tibia en las muchas otras. están absortos, perplejos, desconcertados y aburridos, con el anuncio del Presidente de la República en el sentido de que José Félix Lafaurie sea un miembro clave en la Mesa de Negociación con el Ejército de Liberación Nacional -ELN-.

Con estos cambios que ha incluido el gobierno, hay que actuar con respeto y humildad y acompañar con responsabilidad y generosidad la tarea del gobierno, sin egoísmos, sin protagonismos ruidosos que a veces enredan y confunden la complejidad de la paz, lo que requiere de un análisis más paciente y cuidadoso, tan responsable como la paz misma.

Bibliografía

Morin, E. (1990). Introducción al pensamiento complejo. París: Gedisa -ESPF Éditeur.

Muller, P. (2002). Les Politiques publiques. Bogotá: Universidad Externado de colombia.