Por Harold Ruiz Moreno
Desde hace 5 gobiernos se intenta negociar con el ELN, organización nacida en Santander en 1964 cuando se tomaron la población de Simacota, de clara influencia de la revolución cubana y por el fugaz paso por esa guerrilla del sacerdote Camilo Torres con participación significativa de sectores religiosos. La característica de los elenos es de que siempre han sido una organización política-militar con presencia en los territorios de conflicto donde es casi nula la presencia del Estado y donde las economías ilícitas como los cultivos de uso ilícito, la minería ilegal y otras ligadas a la criminalidad, que siempre han sido el combustible que ha financiado a los grupos armados como el ELN.
No ha sido fácil las conversaciones con el ELN, su marcada dirección confederada, con coordinación de la dirección nacional y el llamado COCE (comando central integrado por 5 comandantes), han incidido para avanzar en los procesos de negociación con este grupo armado, algo se avanzó en Maguncia, Alemania, en el gobierno de Ernesto Samper, se pactó un punto de encuentro en el segundo gobierno de Álvaro Uribe que sabotearon los paramilitares, y en el gobierno de Juan Manuel Santos se pactó un cese bilateral al final de su mandato que no se pudo implementar en el desarrollo de una agenda de 6 puntos que inició en el Ecuador, país quien renunció a ser país garante después del asesinato de 3 periodistas en la frontera con nuestro país.
Como muestra de la estrategia de “hacer trizas la paz», el gobierno de Iván Duque no solo congeló los diálogos con ELN, sino que pidió en extradición a los negociadores, como respuesta al atentado contra la escuela General Santander en Bogotá que cobró la vida de 22 jóvenes del Ejército Nacional y apoyó la declaratoria de país terrorista de Cuba con la obediencia hacia los Estados Unidos, en una clara enemistad con un país como Cuba que se ha jugado por la paz y reconciliación de los colombianos.
La participación de la sociedad civil y la llamada convención nacional son los puntos más álgidos exigidos por el ELN, así como la no claridad de la dejación de armas como mecanismo de negociación final con cualquier grupo armado que manifieste su disposición de paz. Es de anotar que este mecanismo es lo único que garantiza el final del conflicto. Estos puntos han dificultado un avance con esta guerrilla que poco reconoce el significado avance de las negociaciones con las extintas FARC, lo decía de manera jocosa el hermano del expresidente Santos, Enrique Santos Calderón, cuando afirmaba que el “ELN enreda hasta un aplauso”.
Reanudar las conversaciones con el ELN implica reconocer que después de los intentos con 5 gobiernos de derecha, hoy esta guerrilla abordará las negociaciones con un gobierno progresista y con clara vocación social y de cambios en la estructura del Estado y empeñado en la lucha contra el hambre, una verdadera reforma agraria, bandera por excelencia de la insurgencia colombiana y la lucha constante por la justicia social con equidad.
Hoy cuando el pueblo colombiano le apostó a un gobierno del cambio que en los primeros 100 días, ha logrado demostrar su profunda vocación por La Paz con la reforma de la ley 418 de 1997, la misma que dota de la arquitectura para no sólo negociar con esta insurgencia, sino también con las disidencias y las llamadas organizaciones del multicrimen.
El gobierno de la potencia mundial de la vida desarrolla los diálogos regionales vinculantes, donde ya han participado más de medio billón de ciudadanos y ciudadanas, quienes a varias manos están construyendo el próximo plan de desarrollo. Sumado a una inteligente política de alianzas, han logrado el apoyo de la mayoría del Congreso de la República y avances que durante muchos años no eran realidad, como la firma del acuerdo de Escazú, que protege el ambiente y a los dirigentes sociales ambientalistas y la reforma tributaria donde por primera vez quienes tributarán serán los poderosos.
El gobierno prepara para el próximo año las reformas política, laboral, de pensiones, de la salud. Estas acciones del gobierno del presidente Gustavo Petro y de la vicepresidenta Francia Márquez, y el equipo de gobierno, cuenta ya con el total apoyo irrestricto de la inmensa mayoría del pueblo colombiano, quien se manifestó el pasado 15N como el abrebocas del mayor apoyo de gobierno alguno en los últimos años.
Los respaldos de más de once millones mandatan al gobierno del presidente Petro para exhortar al ELN a que está sería la agenda del gobierno, a la espera que la grandeza y sintonía con lo que está ocurriendo en el país, después de cerca de 200 años de gobierno de derecha y que sumados a la presión y anhelo de la sociedad civil de la nación le exigirá al ELN ponerse a tono con los cambios que requiere la nación, una vez se logren llegar al gobierno como una parte del Estado.
Cabe anotar que el ELN en Nariño hace presencia desde la década de los 80s, cuando su primer núcleo se llamó “Aicardo Cerón”, en homenaje a un guerrillero que murió ahogado y que hacía parte del frente Camilo Torres que hace presencia en Antioquia, oriundo de San Pablo -Nariño, se crea la primera comisión guerrillera que se conoció como los “Biólogos» con presencia en el norte de Nariño, y que posteriormente se traslada al occidente de Nariño y de ella nace el “frente Comuneros del sur” con incidencia en el pie de monte costero y el occidente del departamento, al igual que el frente Manuel Vásquez con asiento en el Cauca, el que hace presencia en el norte de Nariño. El ELN intentó con otras estructuras como los “Héroes del Sindagua y mártires de barbacoas, que fueron diezmadas por la acción de las fuerzas armadas. Así como el enfrentamiento que tuvieron con las antiguas Farc, y enfrentamientos permanentes con el paramilitarismo.
Son muchos años los que la presencia del ELN y otros grupos armados han generado un drama humanitario en el departamento, al someter a las comunidades al desplazamiento, confinamiento, asesinato sistemático de los líderes sociales, y todos los vejámenes de un conflicto financiado por el narcotráfico, la minería ilegal, que, sumado a la extorsión, el secuestro, hacen invivible la vida de las comunidades donde hace presencia el ELN.
Desde el sur, la petición y la exigencia para el ELN es que conecte con lo que ocurre en el país, y contribuya a la pacificación de la nación y le tienda la mano a los anhelos de transformación que está reclamando la nación de la potencia mundial de la vida.