Por César Torres
En sus productos audiovisuales, Polo Polo, Jota Pe y Juvinao pretenden y logran crear emociones, como Epa Colombia con sus queratinas.
A mediados del mes pasado, la firma Datexco hizo una encuesta para La W Radio. El resultado es que “solo el 26 por ciento de los encuestados respalda al presidente, mientras que el 66 por ciento expresa su desaprobación, marcando así la cifra más alta desde que asumió el cargo”, informó –con resaltado– la revista Cambio.
Para algunos analistas, lo peor no es que la mayoría de la población desaprueba la gestión de este Gobierno. Lo peor es el conjunto de equivocaciones que atribuyen al presidente Petro y a sus conmilitones, divulgado, ampliamente, por las empresas de comunicación. Algunos de esos yerros son los siguientes:
- Que no ha convertido sus trinos y propuestas en política pública.
- Que 200 personalidades cuestionaron su proyecto de reforma a la salud y que la Cámara de Representantes la bloqueó.
- Que no lo aplauden en la ONU, se enfrenta con el presidente de El Salvador y opina sobre el Medio Oriente, de manera que entró en un lío diplomático con Israel.
- Que su política minero energética nos pondrá a depender del régimen venezolano y que la política de Paz Total no avanza, ni logra los frutos esperados.
Si el Gobierno actual comete tantos errores y despropósitos, debería ser fácil hacerle oposición. Más aún, si se tiene en cuenta que altos funcionarios de los organismos de control e investigación del Estado están en contra suya y filtran información que se convierte en escándalos periodísticos acerca del presidente, su familia, su equipo de trabajo, sus simpatizantes políticos, sus propuestas de cambio y las actividades que adelanta.
No parece difícil buscar, procesar y verificar lo que se dice acerca de lo que hace mal el presidente; encontrar las causas de la equivocación, hallar cómo ese error se articula con alguna conducta inapropiada o delictiva y denunciar cómo eso afecta a la ciudadanía. Después, los interesados pueden hacer una contrapropuesta que sea, sin duda, mejor y lo derrotan. Así se convertirían en una oposición real y efectiva y, en el mediano plazo, en alternativa de poder.
Sin embargo, quienes hoy aparecen como opositores desdeñan el estudio pausado y profundo de las equivocaciones del Gobierno y prefieren el escándalo.
Esto se puede comprobar al leer artículos de prensa en los que se pretende mostrar que no hay nada inocuo, y sí destacable, en el carácter de los más enconados y reconocidos opositores del Gobierno en el Congreso.
En febrero de este año, por poner un ejemplo, la revista Semana hizo la siguiente descripción de uno de ellos:
“Polo Polo no se ha destacado en su función legislativa necesariamente por sus posturas de fondo sobre algún tema o por algún proyecto de ley que genere gran impacto en la vida de los colombianos, sino por su forma de hacer política (…). Las redes sociales son su escenario natural. Desde allí fue que catapultó su carrera y pasó de ser un joven afro, de estrato dos, de Toluviejo, un municipio pequeño en la Costa y de universidad pública, a llegar al Capitolio Nacional”.
Como quien dice, le pagamos su salario de congresista para que siga haciendo lo que hacía antes de resultar elegido: videos en las redes sociales. Eso incluye no hacer control político ni participar en la elaboración de las leyes que rigen en todo el territorio nacional.
Polo Polo no investiga, no estudia, no elabora ninguna idea de peso para confrontar con argumentos a sus adversarios, no trabaja en sus deberes como congresista. Pero tiene gran presencia en el ciberespacio.
Otro opositor que ha venido ganando reconocimiento es Jonathan Pulido Hernández, creador de contenido digital y hoy, senador. Se le conoce más como Jota Pe. A él, que actúa como vocero de la ultraderecha, aunque cuenta con el total desprecio de las figuras más destacadas de ese sector político, lo describió el periódico Portafolio de la siguiente manera, en 2022: “[a]unque publica contenido sobre música en sus cuentas, lo que más destaca son los videos en los que apoya movimientos sociales, el paro nacional y critica el Gobierno de Iván Duque, al uribismo y, principalmente, a la derecha política colombiana”.
Jota Pe ha presentado varios proyectos de Ley y se esfuerza por participar en el Congreso. Pero ha sido y sigue siendo, sobre todo, un creador de contenido digital político al que siguen cientos de miles de personas en las redes sociales. Allí, sin contradictores, suelta sus diatribas en contra del Gobierno Petro, como lo hacía antes contra el Gobierno Duque: sin mayor sustentación, sin cultivar idea alguna, solo creando emociones mediante un muy buen manejo de la comunicación audiovisual.
A este senador también le pagamos su salario de congresista por hacer lo que siempre ha hecho: videos en los que él es el único protagonista.
Hay más casos, como el de Catherine Juvinao Clavijo, representante a la Cámara. A ella, sus limitaciones le acaban de jugar una mala pasada. Aceptó debatir sobre la reforma a la salud, en un programa de televisión, con la también representante Martha Alfonso Jurado, ponente del proyecto y quien puso en evidencia el poco conocimiento de Juvinao sobre el proyecto que pretendía descalificar.
Catherine Juvinao se hizo popular, también, a partir de una producción audiovisual. Al respecto, el portal Seguimiento.co dijo que ella “se dio a conocer en el país como una ‘influencer’ y líder de opinión que hacía seguimiento al ausentismo de los representantes del Poder Legislativo (…)”. En el Congreso, sigue actuando como influencer: denuncia mucho y propone poco. Sus argumentos son superficiales, pero logra vender sus opiniones, en especial, entre gente que tiene poco tiempo para leer los extensos y mamotréticos proyectos de ley.
A ella, como a los dos anteriores, se le paga para que haga lo mismo que hacía antes de ser congresista: crear opiniones a favor o en contra de gobiernos, personas, ideas o productos con los que ella tiene afinidad o por los que se le ha contratado.
Estas tres personas y otros líderes que mucho critican al Gobierno tienen en común dos cosas: en primer lugar, han logrado inventar y hacer creíble que combaten la corrupción y que es contra ella que libran todas sus batallas. Pero eso no es tan cierto.
Esas personas solo encuentran, muestran y denuncian a los políticos que se corrompen a sí mismos y corrompen a otra gente. Se conforman con denunciarlos y nunca desenmascaran las relaciones que sus investigados tienen con el componente legal del poder económico, con los medios de comunicación, con el paramilitarismo o con el crimen organizado.
En segundo lugar, estas tres personas hacen de su actividad parlamentaria y de la vida política una puesta en escena, una producción audiovisual en la que ellas son guionistas, productoras, protagonistas y beneficiarias. Como si fueran principio y fin de la política.
En las historias que cuentan, nunca hay una situación socioeconómica que sirva de contexto a su protagonismo, jamás hay gente tan importante como ellas mismas que pueda estar a su lado cambiando el rumbo de la historia.
En sus productos audiovisuales, Polo Polo, Jota Pe y Juvinao pretenden y logran crear emociones, como Epa Colombia con sus queratinas. Son políticos mediocres y, al mismo, tiempo excelentes influenciadores que hablan y actúan como si pudieran ser jefes de la oposición.
El Pacto Histórico está corriendo hoy el riesgo de quedar bajo la dirección de alguien parecido a estas tres personas. Si así fuera, sus militantes tendrán que parafrasear a Franklin Delano Roosevelt, diciendo que “Fulanito es un JP, pero es nuestro JP”.