Por Walter Aldana
Estoy entre los que creen que la academia no te hace inteligente; te da información, estadísticas y es tu capacidad de ordenar esa información y sobre todo comunicarla, lo que occidente reconoce cómo “salir avispada la joven o el muchacho”.
De igual manera sé que la academia ha formado los gobernantes que en más de 240 años vienen moldeando nuestro futuro, en sus aulas han adquirido el “conocimiento para administrar lo público”, en su gran mayoría sin humanismo, siendo el habitante tan solo una cifra, un “usuario”, y con el nefasto resultado que hoy conocemos y que pretende el actual gobierno enmendar.
Pero ante el nombramiento de personas de la característica del exsenador Gustavo Bolívar, en entidades nacionales como el Departamento de Prosperidad Social (DPS), los hoy huérfanos de gobierno ponen el grito en el cielo.
Con Bolívar como en su momento con el gobernador Floro Tunubala en el Cauca, dos cosas son seguras: no meten las manos en el presupuesto para bien propio y saben con sobrada profundidad de inversión donde colocar el erario, con el objeto de buscar en sus acciones, la tan anhelada justicia social.
Para ejemplificar su postura, en un trino por la red X, Gustavo Bolívar expresó: «Más allá de la estadística fría, no se puede trabajar por la gente más necesitada sin imaginar las lágrimas de un niño y sus ojos de desconcierto al sentir el maltrato de sus padres o de la sociedad misma. No se puede acelerar la gestión sin imaginar la desazón de una madre que no tiene con qué alimentar a sus hijos pequeños. No se gestiona con rapidez sin imaginar la frustración y la rabia del joven que quiere ser alguien en la vida y el Estado solo le da la oportunidad de ser nadie».
Bajo esos mismos criterios tuve la osadía (según algunos, siendo solo bachiller) de pretender ser gobernador de las y los Caucanos, pero pudo más las triquiñuelas politiqueras, y ello me ha permitido hacer una reflexión que con ustedes quiero compartir: por décadas se ha hablado de acercar la academia a las comunidades, creo yo que debemos acercar las comunidades a la academia.
La conducción del gobierno no es un tema de títulos (sin negarlos), es de postura frente a la vida, es una opción preferencial por los más necesitados, es la aplicación de una ética pública, que nos dice que el presupuesto es sagrado, convirtiéndose en la razón de ser del Estado Social de Derecho.
Conocer el territorio, sus dificultades, las potencialidades que encierra en su contexto, permite construir con sus habitantes las soluciones, regresar a lo básico, a lo elemental en la administración pública es administrar con el sentido común, el menos común de los sentidos.
Así estoy seguro que de mejor manera se conduce el gobierno a todos sus niveles y en todas sus instituciones.