Por Walter Aldana
Hace dos años, el 19 de junio, las y los progresistas, constructores del cambio de modelo económico por décadas, nos regocijamos con el triunfo del compañero presidente Gustavo Petro.
Iniciaba un tortuoso camino de transición: los tres pilares del cambio (justicia ambiental, justicia social y paz total) fueron señalados en el discurso del triunfo. De inmediato los exponentes de la derecha política, que por más de doscientos años habían detentado el poder, iniciaron el diseño de una estrategia que sustentada en el odio y la mentira sería el pan de cada día en sus medios de comunicación masiva: las Vicky Dávila, Peláez y demás, se han dado a la tarea de confundir a la población mediante la difusión de mentiras y lecturas tendenciosas de los acontecimientos.
Es claro que ganamos el gobierno, pero ellos siguen teniendo el poder; hacemos algunos cambios que son en últimas un desarrollo del capitalismo. Después de dos años, el invento del «castrochavismo» para incentivar el miedo a «nos volveremos como Venezuela», no ha dejado de ser una vulgar argumentación para enfrentarnos en campaña.
Lamentablemente, era posible que entre 170 mil funcionarios que dependen del gobierno nacional se presentaran casos de corrupción; en los casos en que este fenómeno ha comprometido a funcionarios de alto nivel, como el del ex- director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, el presidente Petro no ha salido a defenderlos; por el contrario, ha reconocido su error al haberle nombrado, ha insistido en que “ser de izquierda no es una vacuna contra la corrupción” y ha pedido que caiga todo el peso de la ley sobre el infractor.
Pretende la oligarquía que las cosas sigan como estaban: un gobierno y sus instituciones al servicio de sus intereses económicos, con órganos de control de bolsillo; no han aceptado que perdieron el favor de los ciudadanos y se han dedicado a polarizar el país día y noche. No quieren reconocer que en las elecciones de hace dos años los ciudadanos decidieron entre dos modelos, dos paradigmas en disputa: el neoliberal y el humanista. En ese escenario se juega hoy el país.
El Cauca votó por el cambio, y ese nuevo paradigma es construido a partir de las reformas en beneficio de los más pobres, en salud, educación, pensiones, paz, tierras, etc. Hacer el cambio pasa por la aprobación de las iniciativas del ejecutivo en el Congreso (Cámara y Senado) y a veces perdemos el esfuerzo pues allí está la representación de esa mañosa oligarquía.
A dos años de terminar el periodo de Petro, es de resaltar que se haya avanzado en el giro directo de los pagos de la ADRES a las instituciones prestadoras de salud, quitando a las EPS el manejo de los dineros, fuente de corrupción; que se puedan pensionar tres millones de adultos mayores; que se fortalezca a Colpensiones y disminuya el poder de los fondos privados; que miles de familias campesinas hayan accedido a la titulación de tierras.