El cuidado de la vida

José Aristizábal García*

En el municipio de Barichara, donde resido, están avanzando varias experiencias de regeneración del suelo por personas o familias que han adquirido terrenos de varias hectáreas con la finalidad principal de permitir y ayudarle a la Tierra a que ella misma se regenere.

En la vereda de Victoria Alta, en Silvania, Cundinamarca, he visitado varias veces la Red Kunagua. Son treinta familias que han establecido allí unas reservas naturales de la sociedad civil con el objetivo común de conservar el bosque húmedo del páramo de la Suma-Paz y el agua que fluye por sus faldas. En medio de unos bosques antiguos y otros jóvenes en crecimiento y del cuidado de la naturaleza, allí se vive un proceso comunitario que incluye la crianza y educación de los niños y jóvenes, la danza, la música, la fiesta y las mingas para ayudarse mutuamente.  

En los municipios de San Rafael y San Carlos, en el oriente de Antioquia, se pueden observar montes extensos, unos vírgenes, otros recientes y nacimientos de agua y quebradas cristalinas que alimentan las cuencas de los ríos Arenal y San Carlos. Allí se han ubicado proyectos de ecoaldeas, centros de formación en agriculturas regenerativas, mercados locales, laboratorios locales de transición, encuentros, eventos y festivales artísticos y culturales, todos los cuales confluyen hacia un proceso de transición ecológica y social en esa región.

En la parte alta de Ráquira, donde ha tratado de arraigar una comunidad muisca, también hemos visto experiencias culturales, pedagógicas y productivas en esa misma dirección.  

En su mayoría, se trata de proyectos impulsados por personas y grupos de origen urbano, “neocampesinos”, o “neorurales”, que se han juntado para vivir en una conexión más directa con el campo, hacer pequeñas huertas y desarrollar algún tipo de relaciones comunitarias, creando cooperativas, ecoaldeas u otras formas organizativas. Cada cual, con su propia singularidad, tienen en común que son procesos autónomos, autoorganizados, autogestionados, usan los métodos de “aprender haciendo”, de la comunicación no violenta y todos evocan la idea del Buen vivir.

Y como estos ejemplos, existen otra cantidad en diferentes lugares del país.  Así mismo, circulan permanentemente, por varios chats, portales y otros medios alternativos, invitaciones e informaciones sobre cursos, talleres, encuentros regionales o nacionales sobre agricultura regenerativa, permacultura, agroecología y economías para la vida.

Lo más significativo de estas experiencias es que ellas están colocando en el primer lugar de sus objetivos y prioridades el cuidado de la vidaY en esto, aunque son historias y realidades diferentes, podemos traer a colación, por apuntar en esa misma dirección, las prácticas sociales de los resguardos indígenas, los consejos comunitarios de las poblaciones negras y otras comunidades campesinas, en las cuales existen sistemas propios de formación, salud y economía y se protege no sólo la vida humana, sino todas las formas de vida tal como lo comprenden los pueblos originarios.

Todas esas experiencias, aunque pequeñas y locales, son una especie de resistencias moleculares que tienen unas interrelaciones globales. Ellas son santuarios de vida y de paz y cuando las vivimos o las compartimos, nos ayudan a reconectarnos con la naturaleza, de donde también surgen la alegría y la regeneración del espíritu humano.

En el mundo de hoy, las guerras de Colombia, de Ucrania, del Medio Oriente y las amenazas de una guerra nuclear, son apenas la parte más visible de la aceleración del extractivismo, del ecocidio, del genocidio y del terrorismo brutal de los fundamentalismos de todo tipo que están destruyendo la vida y la naturaleza. Frente a esta realidad dominante, es importante resaltar y difundir estas ideas y prácticas del cuidado de la vida. Porque ellas nos retroalimentan el amor a la vida que puede ser la fuerza más poderosa para cuidarla y defenderla. Y porque de allí pueden surgir políticas públicas y comunitarias para la vida, que nos permitan transformar esa realidad.

*Autor entre otros libros de Amor y política (2015) y Amor, poder, comunidad (2024)