Este discurso fue pronunciado por Jorge de Jesús Vallejo Alarcón en el marco del evento «Un Pacto por la Paz Urbana» realizado en Medellín el 21 de Junio de 2025.
Señor presidente de la República Doctor Gustavo Petro Urrego; Ministros, directores de agencias del gobierno nacional, representantes de la agencia nacional, representantes de la comunidad internacional, representantes de las iglesias, funcionarios de las entidades territoriales, delegados del gobierno nacional para la paz urbana y su coordinadora, la doctora Isabel Cristina Zuleta, señores congresistas, diputados, concejales, miembros del Comité de Impulso y Mesas de Paz, academia y ONGs, medios de comunicación, víctimas de la violencia de tantas décadas de indolencia, señoras y señores:
Reciban un fraternal saludo y una bienvenida a la ciudad de Medellín, a la gente de las comunas, que han atendido a este llamado y que se movilizan por la paz, que no renuncian a cambiar la historia de décadas de violencias. A todos ustedes, nuestras mayores consideraciones y respeto.
El intento de asesinato del doctor Miguel Uribe y el joven que lo perpetró, le recordaron a la sociedad colombiana que la herida sigue aún abierta, que no podemos avanzar si nos seguimos matando entre nosotros mismos. Que a la cultura de la bala se le debe imponer la cultura de la palabra. Se lo decimos nosotros, señor presidente; se lo decimos los voceros de las estructuras armadas de carácter urbano más antiguas del país.
Nosotros que como este joven, que atentó contra el Senador Miguel Uribe, nos vimos abocados por entrar a la guerra, cuando vino y nos tocó a la puerta en las calles y parques de las comunas de Medellín y el Valle de Aburrá. Aquí, en estas estructuras, hay cuatro generaciones que han perdido la vida o que se la han quitado a otros. Estuvimos en la guerra desde la época de Pablo Escobar; nos disputamos los barrios con las milicias urbanas; participamos en la guerra del Estado, paramilitares y guerrillas. Sobrevivimos a todo ello mientras nuevas generaciones se iban incorporando a las estructuras.
Es duro decirlo Señor presidente, pero es la verdad: el modelo de sicariato y el uso de menores para estos terribles fines nació en esas guerras y en estas comunas en la década de los 80, de la mano de Pablo Escobar. Por eso, hoy más que nunca, tiene sentido y valor la mesa de diálogo activa en la cárcel de Itagüí. Porque nuestra responsabilidad histórica debe ser que un crimen como ese, que ha consternado a Colombia y los que ocurren día tras día a los líderes sociales por todo el país, nunca más se vuelvan a repetir ¡Señor presidente, un joven nacido en esta tierra, nunca más, puede ser convertido en una máquina de guerra!
Nosotros hicimos parte de una de esas generaciones perdidas. Jóvenes que en su momento fuimos utilizados, víctimas y responsables a la vez . Sin embargo, también hemos sido parte de una construcción colectiva de los barrios populares de la ciudad, crecimos allí, somos producto y constructores de su cultura, de su infraestructura, de su cotidianidad. Las estructuras armadas de Medellín y del Valle de Aburrá y su área metropolitana, son al mismo tiempo una organización armada, y al mismo tiempo una realidad social, cultural, política y económica de esta ciudad. Reducir su existencia a un fenómeno de criminalidad es tratar con ligereza el verdadero carácter de estas organizaciones que lleva en su ADN un sentido social, comunitario y territorial.
Señor presidente, nos metimos a este diálogo de paz con esperanza y con seriedad: hemos cumplido la palabra empeñada y puesto andar en diversas acciones que en suma redujeron significativamente los indicadores de Medellín, la sociedad antioqueña sabe que esos indicadores históricos están relacionados con la mesa de Itaguí, se redujeron esas iniciativas como el «piloto de extorsión» aplicado a 45 barrios, que marcó un precedente muy importante en la perspectiva de dialogar y, al mismo tiempo, transformar de manera inmediata los territorios.
De la misma forma, y con mucha preocupación, debemos decirle que el diálogo, a pesar de sus avances, atraviesa por un difícil momento. Ha faltado capacidad del Estado de acompañar en estas transformaciones. Ha faltado reciprocidad en cuestiones elementales para avanzar en el diálogo. Acompañar esas transformaciones es elemental para avanzar en el diálogo. En consecuencia, el proceso está estancado, señor presidente.
Su situación actual lo hace más vulnerable a los ataques y al saboteo permanente del alcalde de Medellín y de su entorno en el Concejo de la ciudad. A ellos y otros grupos de poder, no les interesa que la salida a las violencias sea dialogada y civilizada. Se arman de tretas, mentiras de todo tipo para desinformar y para atacar a los voceros y sus familias.
Somos conscientes de que aplican la máxima: «La mejor defensa es el ataque». ¿Le tienen miedo a la verdad que los enloda? La mejor manera de neutralizar las intenciones mezquinas de quienes viven y hacen política del caos es una mesa que de resultados ciertos, no sólo para las comunidades ni para el gobierno, sino que también es necesario ofrecerle una alternativa para miles de jóvenes que hacen parte de las estructuras armadas.
Ellos, y nosotros los voceros, tenemos demandas y propuestas que no se pueden reducir a un sometimiento a la justicia. Necesitamos hablar de un marco jurídico que tenga un enfoque restaurativo, que nos permita un diálogo territorial, que sea reparador y reintegrador al mismo tiempo.
Finalmente señor presidente, estamos listos para dar un paso irreversible, que ni la contienda electoral, ni los poderosos contrarios a la paz lo puedan echar para atrás. Sabemos cómo hacerlo porque conocemos esta ciudad y esos poderes como la palma de la mano. Usted, y el gobierno que preside, siempre van a encontrar en nosotros honestidad y franqueza, pero sobre todo lealtad para transitar en el camino hacia la paz.
Muchas gracias.