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Por José Aristizábal García*

Texto publicado gracias a una alianza con el portal elquinto.com.co

Para apropiarse del oro y la plata del continente americano el colonialismo europeo perpetró genocidios sobre los pueblos indígenas. Y con otros genocidios, se apropió de los cuerpos negros del África para comerciarlos como esclavos.

Después vino el genocidio del pueblo armenio, llamado también el holocausto de Armenia, durante la Primera Guerra Mundial.

Vinieron Auschwitz, Treblinka y los otros campos de concentración nazis, el genocidio y holocausto de los judíos.

Al final de la Segunda Guerra Mundial las matanzas de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Luego, el genocidio de Ruanda.

Ahora vivimos el indecible holocausto y genocidio de Palestina que viene desde 1948 y hoy los gobiernos de Israel y EEUU le quieren aplicar la “solución final” de su exterminio.  Y al mismo tiempo, vivimos los infiernos de Ucrania, Congo, Sudán y tantos otros.

Hoy, Trump, la OTAN, Putin, Xi Jinping y Kim Jong-un exhiben sus misiles intercontinentales con múltiples ojivas nucleares cada una diez veces más potente que las lanzadas sobre Hiroshima. Cien veces más. Quinientas veces más. Mil veces más. (Hoy su stock total equivale a cientos de miles de Hiroshimas)

Así tenemos la amenaza de un humanicidio, un holocausto global, termonuclear.

Además, el genocidio sobre los demás seres vivos y la naturaleza. Esos ecocidios que son parte de ese mismo holocausto global. En este instante ¡miles de humanos y otros seres vivos están siendo asesinados!

Frente a esos espectros del odio, la muerte y el exterminio se levantan los mundos del amor y de la vida.

Durante siglos, ese odio y violencia han sido enfrentados con otra violencia programada, proclamada, organizada. Esto ha llevado a perpetuar la guerra, a cambiar unas élites viejas por otras élites nuevas y un poder de dominación por otra dominación.

Hoy la emancipación no necesita el odio ni el miedo ni ese mismo poder de muerte. Hoy podemos asumir la emoción del amor como una fuerza poderosa para superarlos y transformar la sociedad.

¿De dónde sale la fuerza de la Global Sumud Flotillaque va hacia Gaza? ¿De dónde nacen las iniciativas de las gentes que están saliendo a manifestarse contra el genocidio en Palestina? ¿De dónde brotan las energías de los grandes levantamientos populares, estallidos sociales, revueltas y sublevaciones de las últimas décadas contra el neoliberalismo?

Es del amor a las demás, del amor a la vida, de dónde surgen esas energías, se multiplican y convierten en fuerza material. Es gracias al amor a sí mismas, a su tierra, a sus vidas, de donde resurgen de sus escombros, viven y sobreviven las palestinas y los palestinos. De ese amor que subyace en cada uno y cada una, en las comunidades y en los movimientos sociales.

Desde 2011, la movilización Occupy Wall Street proclamó: nosotros somos el 99%: ellos, los grandes poderes financieros, el 1%”.  Ellos necesitan el miedo y el odio para mantener sometidos y subordinados a los pueblos y sus resistencias. Con sus exhibiciones de muerte pretenden que el 99% nos mantengamos asustados, resignados, fáciles de manejar. Por ello no hay que acobardarse frente a sus guerras y amenazas. Menos alimentar el fatalismo o el acomodamiento.

Lo único que nos puede liberar de esa zaga de genocidios e Hiroshimas, inherentes a ese capitalismo del 1%, es el amor social, amor político, amor insurgente. Sin el amor, la paz es imposible. No puede haber dignidad ni derechos ni libertades sin los poderes de la autonomía que se forjan con el amor. 

Hoy podemos asumir ese amor que une los cuerpos, que es alegría, fiesta, capaz de transformar subjetividades y colectivos, construir autonomías y amasar otros poderes duales, liberadores, distintos a los poderes de muerte. 

*Autor entre otros libros de Amor y política (2015) y Amor, poder, comunidad (2024).