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Por Ana Lyda Melo M.*

Una observación casual y frecuente de la frase “Amor eficaz” escrita en textos, paredes callejeras e institucionales, fue generando un cuestionamiento personal por la conexión de dos palabras, cuya relación parecía incongruente. El amor, una construcción social y cultural sobre un sentimiento e intangible, y la eficacia, una dimensión evaluadora de procesos,
sistemas y decisiones organizacionales. Dos palabras sugerentes de diálogo entre un pensamiento teológico social con otro administrativo moderno.

La comprensión de tal conexión, presente en el ideario del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y en la inspiración filosófica de otros grupos insurgentes y movimientos revolucionarios, participantes del conflicto armado interno colombiano, es el primer propósito de este artículo, sumado al de evaluar el efecto de la praxis de ese amor, en las dimensiones de la eficiencia,
eficacia y efectividad para la libertad y justicia social del pueblo, como fin último del ELN y organizaciones afines.

Para lograr el primer propósito, es necesario remembrar acontecimientos, contextos y personajes hasta encontrar los nexos entre lo que somos, sabemos y hacemos respecto al amor y su eficacia, considerando las influencias retóricas, pragmáticas y teóricas de los sacerdotes Teilhard de Chardin S.J., Emmanuel Suhard S.D., Fray Joseph Louis Lebret O.P., Bernhard Häring C.Ss.R, el exsacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo S.D. (1929-1966) y el laico Peter Ferdinand Drucker (1909 2005)reconocido como el padre de la administración.

Drucker fue periodista, escritor, abogado, consultor de negocios y profesor de sociología y administración de empresas, nació y vivió en Austria hasta verse obligado a emigrar a Inglaterra y USA por la persecución nazi. Durante su formación inicial se interesó por el derecho, la filosofía, economía y política y su pensamiento fue influenciado por Sore Kierkegaard y Sigmund Freud, en cuanto a priorizar la condición humana, la libertad, la responsabilidad, el servicio y el malestar moderno frente a los conflictos sociales.

Desde 1940, Drucker comienza a consolidar desde una perspectiva ética el concepto de la gestión administrativa, concentrándose en las personas y el valor de sus aportes a las organizaciones, la planeación estratégica, administración por objetivos, innovación, toma de decisiones, responsabilidad social, liderazgo e impacto humano; llevándolo a formular lo que
comúnmente se conoce como la teoría de las tres E: Eficiencia, Eficacia y Efectividad.

La dimensión de la Eficiencia se refiere al uso de todo tipo de recursos para un determinado fin, buscando hacer las cosas correctamente. En ese entonces, hablar de recursos humanos (hoy se habla de talento humano) rompía la concepción taylorista de administrar las personas como piezas de máquinas. En contraste, Drucker las valoraba como el principal activo por sus capacidades de aprender, crear, transformar, gestionar y dar valor agregado, ellas eran un recurso vital para desarrollar, que no debía reducirse a ser administrado como un objeto.

La segunda dimensión de las 3E es la Eficacia, que consiste en el logro del resultado esperado u objetivo trazado logrando las cosas correctas, y en la Efectividad, se integra la eficiencia y eficacia, al optimizarse el uso de recursos en tareas, vinculadas a objetivos sustantivos que guían la acción. Una acción puede ser eficiente al usar todos los recursos previstos, pero ineficaz al no obtener lo esperado en el proceso y resultado, de la misma forma pueden lograrse eficazmente los resultados, bajo un uso ineficiente de recursos por insuficiencia o exceso, y en ambos casos, habría inefectividad.

A manera de ejemplo, en el conflicto interno del Estado colombiano con el grupo armado ELN, la asignación racional y el uso óptimo de recursos por el Estado para la solución de este, es la eficiencia. Los acuerdos jurídicos, sociales, políticos y económicos entre las partes, que minimicen o extingan las confrontaciones armadas, el número de víctimas y costo de afectaciones humanas, materiales y ecológicas para el logro de la paz, es la eficacia; mientras que, el incremento de mediciones en índices como el de la Paz Global (GPI) y del Progreso Social (SPI), evidencian la efectividad de las acciones de las partes, por su impacto sostenido en el bienestar de la sociedad.

En latitudes geográficas distintas a las que se encontraba Drucker y bajo los efectos globales durante y posteriores a la II Guerra Mundial, en que fueron evidentes las contradicciones de sistemas e instituciones políticas y religiosas, ante la opresión y el exterminio de diferentes grupos humanos por el gobierno Nazi, la Iglesia tuvo que enfrentar una crisis espiritual y de
descristianización en lo global y local, que la llevó en medio de tensiones internas y externas, a reformarse en unos casos y a transformarse en otros.

Ante la crisis, la caridad toma un lugar protagónico y su significado asistencial, es desvirtuado por el de la encarnación del Evangelio en contextos de injusticia, darse cuenta de la miseria material del otro, acercándose a su realidad, conviviendo, resolviendo las divisiones entre élites y mayorías desgraciadas. Tal caridad debía trascender lo piadoso y sacramental
observando pasivamente la indigencia, la explotación y el sufrimiento, y respondiendo con plegarias abstractas o limosnas desde lo que sobraba. En contraste, la caridad debía ser eficaz, al encarnarse en la praxis y transformar lo inequitativo e inmoral de las estructuras sociales.

Religiosos jesuitas, dominicos, redentoristas y diocesanos, influenciaron de manera directa e indirecta en la formación sacerdotal de Camilo Torres Restrepo, al igual que lo hicieron nobeles científicos e intelectuales de Europa y América en su educación como sociólogo. Para Camilo, la caridad eficaz era posible por el amor al prójimo, y su valor verdadero estaba en el
compromiso político mediante acciones que buscaban cambios estructurales para el bienestar y la realización del hombre individual y social, una integración entre lo natural y sobrenatural; del saber y la técnica con lo material, ético y humano a la que llamó Amor eficaz.

La mística de Camilo, la rigurosidad de su formación académica, su identidad romancista de hacer propio un legado divino al servicio de la humanidad, su arrojo, sensibilidad, compromiso y lupa crítica frente a las realidades sociales, le llevaron a concluir, que sólo el amor revestido de eficacia permitiría cambios estructurales para lograr una sociedad más justa y equitativa.

Entre los años 1958 y1959 cuando el padre Camilo Torres retornó del exterior a Colombia, era evidente en el país la ruptura entre el Estado y la sociedad civil porque el primero, no cumplía con su obligación de proporcionar a la mayoría de sus ciudadanos, las condiciones de seguridad personal y acceso a los derechos de educación, salud, vivienda y servicios básicos.
Según datos de 1958 en el Anuario General de Estadística de Colombia, sólo el 50% de la población nacional de niños alcanzaba la educación primaria y menos del 10% de los jóvenes, accedían al bachillerato.

La mortalidad infantil por efectos de la pobreza y desnutrición era de 100 niños por cada 1000 nacidos vivos, la mayoría de los partos no recibía asistencia médica y los programas de vacunación eran incipientes, exacerbando la poliomielitis, tuberculosis, lepra e infecciones respiratorias. Progresivamente, se formaban los cinturones de miseria alrededor de las ciudades como resultado de los éxodos por la violencia, el crecimiento urbano no planificado y la precarización laboral. Ejemplos de ellos en Bogotá, fueron Ciudad Bolívar, Usme, San Cristóbal sur y Kennedy; la Comuna 13, Manrique y Bello Oriente en Medellín, y en Cali, Aguablanca, El Pondaje y Marroquín.

Un desarrollo excluyente, elitista, insuficiente, marginal, pobre y de abandono, que aceleraba la proletarización por tres causas: La informalidad laboral, que para 1959 según estimaciones retrospectivas del Departamento Nacional de Planeación (DNP) y el Banco de la República, estaba entre el 55-65% (urbano) y 70% (rural), el subempleo y la pérdida de medios de
subsistencia en un sistema que rompía los vínculos humanos con la tierra, el saber y la dignidad. Ante esto, movimientos sociales que manifestaban su inconformidad, intentaron reivindicaciones, mientras que el Estado, los contenía con medidas represivas.

Siendo coherente con el fundamento ético, el principio político y el concepto teológico-social del Amor eficaz, el padre Camilo responde a esta realidad con obras y promueve iniciativas académicas y sociológicas, pastorales y eclesiales, políticas, económicas y organizativas, pero estas incomodan a otros grupos minoritarios, que agotaron sus posibilidades, torpedeándolo en su labor y presionándolo para retirarse del sacerdocio, marginarse de la academia y excluirlo de la política.

Era ya 1965 y el ambiente político en centro y sur américa, estaba influenciado por la lucha armada, múltiples movimientos revolucionarios y la dialéctica anti imperialista y comunista. Camilo renuncia al ejercicio sacerdotal y juzga la religión como un instrumento de explotación, usado por una oligarquía de la que hacía parte la iglesia (una minoría privilegiada), cuya autoridad estaba en contra de las mayorías, por tanto, se justificaba arrebatarle el poder político que ostentaba ya fuera cedido voluntariamente o a la fuerza, algo que sería posible uniendo voluntades sin talanqueras ideológicas y organizándose como clase popular en el Frente Unido. El amor para hacerse eficaz necesitaba entonces, ser revolucionario.

El significado de poder al que aludía Camilo y con el que se identificaba el ELN, se refería a aquella estructura de dominación amplia en lo ideológico, económico, militar y religioso que se mantenía en manos de minorías privilegiadas llamadas también élites y oligarquía, y la necesidad urgente de arrebatárselo era porque sus decisiones sobre la colectividad y las instituciones establecidas creaban y replicaban desigualdades de arriba hacia abajo. Era necesario pues, transformar esas estructuras y hacer una redistribución de ese poder desde abajo hacia arriba para que el sistema respondiera a las necesidades de las mayorías excluidas.

Camilo se incorpora al ELN por identificarse con su apertura de filiación, sus propósitos de liberar al pueblo y de deponer las armas hasta asegurar el poder en manos de este, fastidiando a los poderosos y transformando las estructuras que históricamente eran abusadoras. Al inicio, su presencia en la organización insurgente generó contradicciones morales hasta en Nicolás Rodríguez (alias Gabino) y después de su muerte, también produjo reacciones críticas como la del padre Gustavo Gutiérrez Merino O.P. quien significó su decisión por las armas como una fractura espiritual: “Priorizó la caridad eficaz, dejando la ofrenda de su vida y su opción violenta en el altar.”

La visión del ELN estaba clara y para alcanzarla, se fortalecía como organización política y militar, desarrollando una misión a la que llamó guerra del pueblo y realizó con su brazo armado, un frente conformado por obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores afectados por el sistema, dispuestos a luchar por el cambio para establecer un gobierno popular y democrático, que liberara a la nación de la opresión. La estrategia que acompañaba dicha visión y misión revolucionaria demarcaba unas líneas de trabajo y derivaba unas tácticas bajo las consignas radicales: ¡Ni un paso atrás! ¡Liberación o muerte!

La estrategia del ELN estuvo condensada en un programa con líneas de trabajo: Toma del poder y formación de un gobierno democrático y popular, revolución agraria, desarrollo económico e industrial, plan de vivienda y reforma urbana, creación de un sistema popular de crédito, organización de un plan nacional de salud pública, elaboración del plan vial, reforma educacional, incorporación a la economía y a la cultura de la población indígena, libertad de pensamiento y culto, política exterior independiente y formación de un ejército popular permanente para defender intereses patrióticos y populares.

Sus tácticas fueron agrupadas en cuatro categorías: armadas, ideológicas y políticas, de expansión territorial y alianzas, financiamiento e impacto social. Las acciones armadas han consistido en tomas guerrilleras y paros armados, atentados terroristas, instalación de minas antipersona, ocupación temporal de territorios, purgas internas (ejecuciones, desapariciones,
expulsiones y aislamientos), reclutamiento de menores, combates y enfrentamientos. Las tácticas de financiamiento ilegal han sido secuestros extorsivos, expoliaciones sistemáticas a personas del sector productivo formal e informal desde el vendedor ambulante, al maestro rural, al cura y hasta los pequeños, medianos y grandes empresarios; narcotráfico, minería ilegal y extracción maderera; prácticas que contradicen su discurso de justicia al sustentarse en economías extractivas y violentas.

En lo ideológico han difundido propaganda, adoctrinado y participado en diálogos de paz sin resultados definitivos. Su expansión territorial ha sido hacia Venezuela, ha realizado alianzas con disidencias, organizaciones y redes criminales y controla rutas y corredores fronterizos de obligatorio tránsito para la logística y comercialización legal e ilegal. El impacto social de sus acciones ha ido en contravía del progreso social colombiano y según Joel David Serrano Márquez (2023), se les atribuye 3500 asesinatos y 200 masacres documentadas, han propiciado el desplazamiento forzado de comunidades en zonas de conflicto, afectado las economías locales y generado desconfianza ciudadana frente a su discurso de liberación e intención de dejar las armas.

Al final de este balance, corresponde dar respuesta al segundo propósito de este artículo, evaluando las 3E del Amor Revolucionario y desde la lupa de los autores fundacionales del Amor eficaz, el lente aplicado aCamilo Torres será el ético, revolucionario y cristiano, mientras que el de Peter Drucker, será de tipo gerencial, estratégico y orientado a resultados.
Camilo aseveraría sobre las acciones del ELN, que a pesar de mantener su estructura vigente por más de seis décadas, la eficiencia ha sido baja debido a su falta de coherencia ética manifiesta en la muerte, pobreza, destrucción, inseguridad, sufrimiento, decepción y desesperanza del pueblo que dice defender. Su eficacia ha sido limitada y contradictoria
porque a pesar de su visibilidad política, mayor cobertura territorial y fortalecimiento militar, no ha logrado transformar las estructuras de poder ni ha alcanzado la justicia social para las mayorías. Y en cuanto a su efectividad histórica, es reprobable porque a pesar de su resistencia, ha reproducido la violencia, la exclusión y el miedo en el pueblo.

El propósito de evaluación de Peter Drucker, lo llevaría a examinar en el presente, el valor de la misión respecto a las personas beneficiadas por esta y los resultados producidos. Drucker reconocería en el ELN eficiencia operativa porque ha logrado descentralizar sus operaciones, adaptar tácticas de guerra y sobrevivir a ofensivas de la policía y fuerzas militares estatales, aunque sin aportar ningún valor agregado al bienestar de las mayorías.

La calificación en eficacia estratégica sería puntuada como baja por la lejanía del sentido de su lucha en cuanto a reducir o eliminar la pobreza, la exclusión y la desigualdad, y aunque análisis longitudinales de datos sobre la pobreza monetaria (1970 a 2025) registrados por el DANE en departamentos con presencia histórica del ELN, muestran mejoras en Arauca, Nariño
y Norte de Santander, estas no podrían atribuirse a la acción del ELN. Y por último, la efectividad organizacional en términos de impacto y legitimidad sostenibles sería considerada incierta, por la ausencia de modelos alternativos de progreso y de oportunidades ciudadanas.

Por lo anterior, es concluyente que, aunque la lucha del ELN por la justicia ha sido legítimamente justificable en su origen, ha carecido de sostenibilidad en lo humano, social, ecológico y transparencia. El actuar sin brújula ética le llevó a generalizar un enemigo, desconectándose de sus principios morales y fortaleciéndose en la dimensión materialista de la guerra y las economías ilegales. El amor eficiente, eficaz y efectivo no puede sostenerse en economías violentas ni estructuras que reproducen el terror, la opresión, desesperanza e injusticia social. El ELN requiere transformarse a sí mismo, en la práctica encarnada de un Amor revolucionario, que lo unte más de pueblo y menos de guerra, aportando creativamente en tiempos contemporáneos de construcción de paz.

Ana Lyda Melo M. es psicóloga, doctora en Psicología, magíster en Administración de Empresas (MBA) y especialista en Administración del Talento Humano. Su línea de investigación se centra en procesos psicológicos, sociales, políticos, éticos y
transformadores en contextos de alta complejidad.

*Psicóloga, doctora en Psicología, magíster en Administración de Empresas (MBA) y especialista en Administración del Talento Humano. Su línea de investigación se centra en procesos psicológicos, sociales, políticos, éticos y transformadores en contextos de alta complejidad.