Reelegir a Santos

El 17 de mayo pasado el presidente Santos informó al país su intención de buscar la reelección de “las políticas de su gobierno”; lo cual fue entendido, lógicamente, como que él quería ser reelegido presidente. La manera de decirlo obedeció únicamente a un cálculo político, por demás innecesario, que precaviera algún inconveniente en el camino y que permitiera un timonazo si fuere necesario.

Este anuncio es la más elemental consecuencia de haber instaurado la reelección presidencial. Tendría que ser muy malo un presidente y tener la popularidad por el piso para no aspirar a un segundo mandato. Santos no ha sido lo primero y no se evidencia lo segundo. Hasta aquí todo parecería una desapacible noticia política.

Sin embargo, hay un elemento muy poderoso para prestarle atención a la posible reelección del presidente: el proceso de paz con la guerrilla. Las negociaciones en marcha son una creación de Santos y todo indica que van por buen camino, a pesar de temores razonables de la ciudadanía; de las enormes complejidades que implica la búsqueda de la un acuerdo de paz, y de aves de mal agüero que ven un desastre donde no lo ha habido y donde seguramente no lo habrá.

Las próximas elecciones van a enfrentar dos posturas antagónicas como fuerzas preponderantes, y tal vez habrá dos o tres más que no tendrán mayor peso, pero cuya presencia es importante.

Las fuerzas enfrentadas serán en esencia la que busca la salida a la guerra por la mesa de diálogo y la que insiste en apelar exclusivamente a la vía militar para derrotar a la guerrilla. Santos lidera la primera y Uribe la segunda. De cual gane dependerá qué sociedad vamos a construir en las décadas venideras.

Uribe fue reelecto con la esperanza de que diera el golpe final a las guerrillas. Para lograr que se mantuviera en el poder se apeló a fraudes en el Congreso y a una reforma constitucional que significó legislar en beneficio propio. Con estos antecedentes y con un apoyo mayoritario de la ciudadanía ilusionada en el fin de la guerra, Uribe fue presidente por segunda vez consecutiva, terminando una tradición de más de cien años en el constitucionalismo colombiano. Y si bien el Estado avanzó de manera sustancial en su capacidad de contención militar sobre las guerrillas, se evidenció al final de los ocho años de Uribe que perseguir su derrota en el campo de batalla como única opción para terminar con la guerra tendría unos costos gigantescos en lo humano y lo económico. Así y todo, pero también debido al regodeo con el poder, el ex presidente buscó un tercer periodo consecutivo, sin importarle que esto alterara de manera grave el orden institucional del país. Afortunadamente la Corte Constitucional evitó ese despropósito.

Santos aspirará a un segundo mandato sin modificar una coma de la Constitución. Y siendo obvio que pretenderá en campaña defender toda su obra de gobierno, básicamente hay que considerar su reelección como algo conveniente por su política de paz negociada con las FARC, y ojalá que con el ELN. A pesar de las declaraciones altisonantes que periódicamente hace la guerrilla desde La Habana y de sus propuestas desaforadas, una mirada serena al proceso y una comparación con los anteriores, especialmente el del Caguán, y con otros procesos de negociación que se han dado alrededor del mundo en las últimas dos décadas, nos muestra que los diálogos en Cuba van por buen camino. Un hecho para destacar y considerar: no ha habido ni una sola interrupción o parada de la mesa por parte de la guerrilla, y esto muestra, muy sutilmente, que sí tienen intención de lograr un acuerdo, entre otras, porque avizoran que tal vez esta sea la última oportunidad que tengan para que sobreviva y se exprese su intención política. Y definitivamente, es mejor que se manifiesten en la política que a través de las armas, con el enorme daño y sufrimiento que esto produce.

Nos acostumbramos a convivir con la violencia, con la guerra, lo que en algunos sectores de la sociedad ha causado incluso adicción. Dejar atrás el conflicto, por lo menos el que tenemos con las FARC, representa un reto enorme, es un desafío para todos. Pero no cabe duda de que afrontar este reto es mejor y más sano que continuar con la sangría y la tragedia que ya cumplen medio siglo.

Vale la pena darle la oportunidad al presidente Santos de lograr un acuerdo de paz. Por eso su reelección es conveniente.

Ricardo Correa Robledo ricardocorrearobledo@gmail.com