Por: Maylín Vidal *
Abogado, periodista, politólogo, vocero del movimiento Marcha Patriótica, Carlos Lozano es una de las personalidades de la izquierda colombiana más respetadas en el país y un incansable luchador por la paz con justicia social.
Nacido en Tolima, en 1948, nombrado Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor de Francia, en 2008, el director del Semanario Voz ha dedicado su vida a luchar para se erradique la desigualdad en su país y haya oportunidades para todos.
Autor de una decena de libros entre los que se cuentan ¿Guerra o paz en Colombia? o más recientemente La paz sí es posible, dialogó con Prensa Latina sobre las conversaciones entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), la situación actual en el país y los desafíos de la izquierda colombiana.
—Usted ha seguido de cerca el proceso de paz que transcurre en La Habana entre el Gobierno y la guerrilla, ¿cómo valora lo alcanzado hasta ahora y cuáles son los retos que quedan por delante?
—Lo alcanzado es muy importante. Creo que el proceso en general va bien. En un conflicto como el colombiano, de tantas décadas, el hecho de que, a estas alturas, el Gobierno esté sentado a una mesa con la fuerza insurgente, con la ayuda y colaboración de Cuba como garante, es un paso trascendental.
En concreto, pienso que se ha avanzado bastante, prácticamente hay un acuerdo parcial sobre el tema agrario, el primer punto de la agenda, con aspectos sustanciales que transmiten confianza en que sí es posible avanzar.
Cuando se iniciaban estas conversaciones, algunos enemigos de la paz y los sectores más ultraderechistas del país decían que iba a ser imposible llegar a un acuerdo. Lo avanzado en el tema agrario prueba lo contrario y es significativo, aun cuando queden algunos puntos pendientes que tendrán que retomarse al final.
Ahora ambas partes han iniciado el debate sobre la participación política de la oposición y las garantías para que en Colombia se fortalezca la democracia y exista una participación igualitaria de todos los partidos y movimientos frente al tema político y electoral.
Va a ser difícil, es un tema complejo. El problema de la democracia es uno de los aspectos que más han influido en que exista este conflicto, por lo tanto estimo que las conversaciones se van a demorar bastante.
Hay diferencias, por ejemplo, en el tema de la refrendación de los acuerdos, si esta se realiza mediante una asamblea constituyente o un referendo, pero creo que con el esfuerzo de ambas partes, con la participación ciudadana, es posible avanzar y seguramente se establecerán nuevos acuerdos. Creo que hay más elementos favorables para persistir, para continuar.
—¿Cree que se abrirá el camino a una constituyente, pese a las objeciones del Gobierno?
—La propuesta es válida. El Gobierno hace mal en rechazarla de entrada porque entonces, ¿para qué están sentados en una mesa de diálogo? El Gobierno tiene todo su derecho a estar en contra, pero a lo que no tiene derecho es a exponer la estabilidad de la mesa rechazando cada propuesta que hace la contraparte.
Me parece que la asamblea constituyente es una propuesta interesante que debe discutirse.
En primer lugar porque en el punto sexto de la agenda se habla de mecanismos de refrendación. Así que habrá que refrendar los acuerdos. Pero hay algunos puntos que están quedando pendientes y seguramente serán difíciles de resolver por problemas fundamentales de contradicción entre las dos partes.
Entonces tiene que haber una instancia en la cual esas contradicciones se puedan resolver y ambas partes se comprometan a acatar la decisión a que se llegue. Me parece que en este caso puede ser útil una asamblea nacional constituyente o un congreso nacional constituyente o cualquier otra forma, pero no un referendo porque este mecanismo es muy puntual, se trata de responder sí o no a la pregunta formulada.
Entonces, ¿cómo hacer para que esas llamadas líneas rojas de las que habla el Gobierno y que están en un congelador se puedan resolver, sobre todo cuando ambas partes adoptaron una fórmula como “nada está acordado hasta que todo este acordado”?
—¿Cómo valora el tema del marco jurídico para la paz?
—El marco jurídico garantiza la participación política de los insurgentes en las elecciones, pero hay otro tema fundamental, quizás el más importante, las garantías para todos los partidos políticos que estamos sometidos a la persecución, señalamiento y penalización de las luchas sociales.
Es imprescindible definir el futuro de esas fuerzas insurgentes, porque no se firma un acuerdo de paz para enviarlas a la cárcel o extraditarlas a Estados Unidos como pretende el procurador, Alejandro Ordóñez.
Existe un tema crucial: la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas, sobre el cual tiene que haber acuerdos y compromisos bilaterales. La guerrilla, como lo ha aceptado, ha cometido errores y está dispuesta a responder por ellos, a dar la cara a las víctimas.
Pero el Estado colombiano fue el promotor del terrorismo de Estado, el paramilitarismo es una criatura del Estado, el genocidio de la Unión Patriótica fue ejecutado por agentes del Estado y la inteligencia militar.
Todos estuvieron involucrados en los atentados y actos criminales contra los sindicatos, contra los movimientos de izquierda, los falsos positivos. Las desapariciones forzadas, en su gran mayoría, son una responsabilidad del paramilitarismo y de eso no se dice nada.
El Estado colombiano históricamente es el principal victimario de este país y no una víctima como nos lo quieren presentar.
—¿Piensa que la movilización social puede influir en que el Gobierno dé un viraje?
—La movilización social es definitiva, creo que la gran marcha del 9 de abril demostró que existe un contingente muy fuerte de colombianos que están por la paz, que quieren construir un camino y están de acuerdo que se llegue a un punto final en La Habana sobre la base de una paz estable y duradera.
Se realizó el foro de participación política, cuya relatoría fue entregada al Gobierno y la guerrilla. Creo que ese documento recoge en buena parte de lo sustancioso de este encuentro, en el cual la gran mayoría de los participantes se pronunciaron de manera decisiva y definitiva por una asamblea constituyente.
—Se ha insistido en el aplazamiento del calendario electoral. ¿Cómo lo ve usted?
—Es una propuesta y creo que vale la pena considerarla. Todas las propuestas deben considerarse. El tema de las elecciones es importante porque hay un afán en el tiempo, mucha prisa por parte del Gobierno, lo que han llamado los tiempos fatales, y eso está afectando un poco la mesa de diálogo.
La prisa es porque en noviembre tiene que definirse el tema de la reelección. También hay unos tiempos legislativos. El presidente del Senado ha dicho que el Congreso es el que tiene que definir todos los aspectos del marco jurídico, no sé si tendrá que ser así.
Soy consciente de que hay aspectos legales, constitucionales, que a lo mejor obstaculizan la postergación de elecciones. Pero no veo mal que la mesa de diálogo pueda funcionar simultáneamente con el proceso electoral, no creo que afecte ni a las elecciones ni a la mesa.
El proceso de paz es un tema político y es muy importante que en la campaña electoral los candidatos se pronuncien para definir quiénes están por la paz o por la guerra, qué propuestas tienen como aspirantes a presidentes para continuar con un proceso tan indispensable en nuestro país.
De todas maneras no es una fatalidad que haya una campaña electoral, debe haberla si al final es lo que se impone porque hay normas y leyes difíciles de vulnerar.
—¿Cómo valora la convocatoria del congresista Iván Cepeda a una alianza de la izquierda, que él plantea indispensable y un imperativo histórico, para la etapa del posconflicto, la construcción y consolidación de la paz?
—Es necesaria la unidad. La carta de Cepeda colocó el asunto en un primer plano. Antes el pleno del Partido Comunista Colombiano había planteado la necesidad de un frente amplio de la izquierda por la paz, por la unidad.
La izquierda debe entender que llegó el momento de la unidad, más allá de las diferencias. Aunque hay algunos disensos entre nosotros, hay coincidencias sustanciales como la necesidad de la paz y el rechazo a un modelo económico neoliberal. Esos son elementos fundamentales que nos unen.
Tenemos que colocarnos en el camino que hoy predomina en América Latina, con gobiernos que avanzan de manera autónoma, soberana, frente a la acostumbrada intervención y sometimiento al imperialismo norteamericano, gobiernos en contra del modelo de acumulación capitalista neoliberal, que privilegian la inclusión social.
Estamos obligados a dejar atrás las diferencias. El desafío de hoy es o nos unimos o nos arrasan.
—Marcha Patriótica ha desempeñado un papel protagónico en el proceso de paz, desde los más de dos mil organizaciones que la integran. Una muestra de eso fue la masividad de la marcha del 9 de abril. ¿Qué rol cumpliría este movimiento en un futuro? ¿Podría convertirse en un partido político?
—Marcha es un movimiento social y político, su principal mérito son sus organizaciones sociales, la gente que libra hoy las luchas en el país como la de los campesinos del Catatumbo, en el Norte de Santander, pero también cuenta con partidos como el Comunista y Poder Ciudadano.
El papel de Marcha tiene que concentrarse hoy en la unidad; no puede ser excluyente, y ojalá en la consulta interna de esa organización se defina la participación electoral porque eso le permitiría desempeñar un papel protagónico en estos procesos unitarios, que no deben ser solo para las elecciones, sino para construir una unidad, un nuevo país.
Nuestra nación tiene muchos problemas sociales, estamos llenos de abismos y diferencias enormes, este es uno de los pocos gobiernos que sigue aferrado al modelo neoliberal.
A pesar de que se está promoviendo la paz en La Habana, aquí en nuestra realidad cotidiana lo que vemos son medidas para fortalecer las transnacionales, los grupos económicos poderosos, en desmedro del interés social.
El futuro definirá si Marcha Patriótica tiene que convertirse en un partido político o no. Por ahora lo esencial es que siga siendo un movimiento, que entienda que en su interior no se agota la izquierda y que, fuera de ella, hay otros sectores como el Congreso de los Pueblos, el propio Polo Democrático, sectores indígenas.
Creo que Marcha va a desempeñar un papel muy importante en el futuro, ya hoy tiene un peso en la vida política y social del país, y estoy seguro de que si se llegara a definir el tema electoral, tendrá una presencia muy significativa.
—Colombia atraviesa un momento complejo, con un incremento de los focos de insurgencia social en el país, especialmente en el sector agrícola, la salud, la educación, que hasta ahora se han enfrentado solo con paliativos. ¿Adónde puede conducir esto?
-A un estallido social, para allá vamos si el Gobierno persiste en esa política. Este es el resultado de los tratados de libre comercio, que acabaron con la producción nacional en el campo.
Las medidas que se trazaron de alguna forma en los acuerdos en La Habana sobre el tema agrícola buscan repotenciar el campo, dinamizar la producción, restablecer las zonas de reserva campesina, con prioridad en la soberanía alimentaria, para la exportación.
Pero eso choca con los TLC, con el acuerdo de la Alianza del Pacífico, un acuerdo neoliberal de la derecha de América Latina que abre las puertas al país con productos de competencia del exterior, lo cual liquida nuestra economía. En la medida en que esto persista, van a existir estallidos sociales, eso será inevitable.
El mérito de las conversaciones de paz es que está sacando todos estos problemas a la superficie, en los foros, en todas las instancias donde hay debates.
*Corresponsal de Prensa Latina en Colombia.