Foto: Nelson Campos (dirigente del PC en Urabá), Carmen Palencia, David Peña (arriba) y Gerardo Vega (abajo a la derecha), ex dirigentes del EPL. Raúl Hasbún, alias ‘Pedro Bonito’, ex comandante paramilitar del Bloque Bananero (abajo a la izquierda).
Como si fuera poca la sangre derramada en Urabá durante los años 80, la década siguiente sería la peor para todas. En palabras del académico Andrés Suárez lo que si vivió allí fue un exterminio recíproco. Las Farc, en alianza con la disidencia del EPL, se apuntalaron en el norte de Urabá, justo por donde pretendían ingresar los paramilitares a tomarse la joya de la corona de la región: los municipios bananeros. Esta disputa fue a sangre y fuego y principalmente contra las comunidades y con ella comenzó la muerte de líderes sindicales de Esperanza Paz y Libertad y del Partido Comunista. Masacre va y masacre vuelve. Una espiral macabra que convirtió a Urabá en la esquina roja.
El más brutal punto de inflexión es la masacre del barrio la Chinita, una ocupación de tierras liderada por Esperanza Paz y Libertad en 1992 ala que llegaron cinco mil familias en búsqueda de establecer una vivienda urbana. En el amanecer del 23 de enero de 1994, luego de un acto político de los Esperanzados para la campaña al Congreso, las Farc masacraron a 35 civiles y dejaron heridos a 13, sólo por considerarlos la base social de sus otrora amigos y ahora adversarios. Es la primera masacre de civiles que cometió esa guerrilla, pero no sería la última. Años después serían condenados por estos hechos varios dirigentes del PC y la Unión Patriótica: Nelson Campos, quien en el momento se desempeñaba como alcalde de Apartadó y que había ganado con apoyo de los “Esperanzados”; José Antonio López Bula, candidato a la Cámara de Representantes por la UP y Naún Orrego, Presidente de la junta de acción comunal del Barrio Policarpa y fortín del Partido Comunista.
Segunda parte de la historia del Epl en Urabá y como los antiguos militantes de esa organización están hoy en orillas diferentes en el conflicto por la tierra en esa región.
A partir de este sangriento hecho el Partido Comunista perdió todo espacio en Urabá. La ofensiva de los paramilitares y su relación con las Farc, así como la persecución a sus líderes que vendría de parte de la Brigada XVII los desterró de la vida social y política. Apenas si algunos de ellos lograron sobrevivir en un pequeño corregimiento declarado comunidad de paz, y protegido por la Iglesia: San José de Apartadó.
Por lo menos 40 de los viejos dirigentes del Epl también tuvieron que irse o quisieron hacerlo.Gerardo Vega se convirtió en asesor legislativo del senador Aníbal Palacios y en 1993 es nombrado consejero presidencial para Urabá. Mario Agudelo se mantuvo como jefe de Esperanza Paz y Libertad, y en 1994 se convirtió en diputado de Antioquia. Ese mismo año apoyaron la candidatura presidencial de Antonio Navarro Wolff a la presidencia, y para la gobernación se vincularon a una alianza llamada “Antioquia Unida” que perdió ante el candidato que se llevó las mayorías: Álvaro Uribe Vélez.
En el 95 la violencia estaba desatada. Hubo ocho masacres que dejaron 86 personas muertas y en total hubo 952 asesinatos en la región. En 1996 los paramilitares habían arrinconado a la disidencia del EPL liderada por David Mesa Peña “Gonzalo” y Juan de Dios Úsuga, conocido con “Giovanni”, quienes ya habían roto su alianza con las FARC. Tanto Gonzalo como Giovanni se entregaron al Ejército y pactaron con los paramilitares una extraña reinserción. El cambio de bando se consumó cuando les delegaron responsabilidades en la estructura de las AUC. Al fin y al cabo eran quienes conocían el territorio, las lógicas de las comunidades y sus identidades políticas.
Un año después las cosas parecían empeorar. A Mario Agudelo le llegó a su oficina de diputado un llamativo regalo: era un libro que él no había abierto pero que su hijo lo tomó por curiosidad. Era un libro bomba enviado por las Farc que le causó la muerte al muchacho. Una herida profunda e irremediable. Teodoro Díaz también estuvo a punto de morir en un atentado de esa misma guerrilla que los acusaba a ambos de ser aliados de los paramilitares y el poder tras los Comandos Populares.
Los jefes del otrora Epl y del Pc ml que habían ganado renombre nacional terminaron en el cuerpo diplomático: Bernardo Gutiérrez en la embajada de Colombia en Italia; Aníbal Palacios en Londres y Gerardo Vega en Bruselas.