Llegar a Bogotá donde uno se encuentra con un lugar totalmente distinto, no es fácil, es una encrucijada tortuosa, difícil y triste, porque no llega de paseo, pero si a sobrevivir y enfrentarse a una ciudad inclemente, fría y alejada de sus costumbres culturales, campesinas y ancestrales.
Allí todo es diferente, los caminos de herradura son calles destapadas y las ligeras ropas deben ser cambiadas por sacos de lana, es decir hasta el vestido y la comida cambian, mientras que los demás miembros de familia, como ellos recuerdan a sus animales, deben abandonar, es decir dejar atrás sus perros, los cerdos, las gallinas o la mula.
Estas son algunas de las reflexiones de aquellas familias, que deben abandonar de la noche a la mañana su terruño, para refugiarse en ciudades como Bogotá, destino elegido para empezar una nueva vida. Sin embargo, se enfrentan a una nueva situación, porque no les queda más que vivir del rebusque, luchar por una vivienda y soportar de otra manera la violación de sus derechos.
No obstante la perseverancia y la consistencia, algunas de estas familias víctimas de la violencia han logrado tener una “recompensa”, y gracias a la política de la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través del Instituto para la Economía social (IPES), estas familias han recibido apoyo para fortalecer o crear sus unidades productivas y así facilitar, su inclusión socioeconómica.
En esta tarea, se encuentra la Corporación Nuevo Arco Iris, para apoyar a 300 personas en situación de desplazamiento, actividad que empezó a través de un convenio con el IPES, para la inserción de las víctimas del conflicto como actores económicos y competitivos en los circuitos de la economía popular de Bogotá.
Este proyecto que involucra a diversos sectores de la población afectada por el conflicto, busca acompañarlos en el desarrollo de capacidades, el diseño e implementación y aplicación de planes de negocios y capital semilla.
Albeiro Caro Fernández, gerente del proyecto 1705, en convenio con el IPES, explicó que estas personas también se capacitan en fortalecimiento empresarial, maquinaria, computación, marroquinería, manipulación de alimentos, servicio al cliente, contabilidad y asistencia técnica en diseño, mercadeo e imagen corporativa, entre otros.
«En una pequeña olla y en una estufa, empezó su industria tamalera»
Mary Ruby Cerquera, al igual que sus compañeros del proyecto de la Unidad Productiva, empezó vendiendo tinto en un canasto, en un sector de Bosa para sostener a su familia compuesta por cuatro personas. Sin embargo sus ancestros tolimenses, la impulsaron a buscar otras formas de vida y decidió vender un par de tamales, que años atrás su abuela le enseñó a preparar en fogón de leña y caldero de barro.
Recuerda que en una pequeña olla y en una estufa, empezó su industria tamalera. Sin embargo era muy poco lo que vendía. Como no tuvo respaldo estatal cuando llegó huyendo de la violencia armada, estuvo golpeando puertas y se enteró de las convocatorias del IPES, resultando favorecida.
Entonces empiezan las capacitaciones como empresaria, incluso ya se graduó como tecnóloga en ventas y atención al cliente. Dos años después, fue como logró comprar una nevera, una estufa industrial, calderos, termos y una carpa. Hoy con el apoyo de otras tres mujeres desplazadas, deben producir 1.250 tamales semanales.
“yo le vendo a todas la entidades de la localidad de Bosa, al Servicio articulado de transporte, fundaciones de la localidad y la parroquia del barrio”. Pero no solo se conformó con la venta de tamales; en los próximos días su empresa estará inscrita en la Cámara de Comercio. Además, la publicidad de su negocio es otras de las metas, ya a todos los sitios que visita lleva un catálogo y una pancarta para ofrecer su producto.
Su meta es convertirse en una empresaria del tamal, y poder ampliar su capacidad de venta y de esta manera ayudar a las familias que cada día llegan a la ciudad huyendo del conflicto.
Además, es una convencida en que la paz se logra solucionando los problemas sociales, brindando oportunidades a los Colombianos víctimas de la pobreza y la violencia.
No para el desplazamiento
Según el informe de mayo realizado por Codhes, señala que en el país los casos registrados el año pasado fueron 256.590, es decir 2.556 menos que en 2011, cuando las víctimas sumaron 259.146.
Según la consultoría para los derechos humanos y el desplazamiento, el acumulado de víctimas de desplazamiento forzado en Colombia ascendía a 5’701.996 desde 1985 de acuerdo con las estimaciones históricas, es decir el promedio anual es de 211.178 personas que se han desplazado dentro del país.
Por: Maria Luisa Murillo