La enfermera lloraba. Ni siquiera ella, acostumbrada a la sangre y el dolor, pudo resistir la escena. En sus brazos yacía una mujer sin dientes, pues se los habían tumbado de un puñetazo. Su cuerpo ultrajado estaba cubierto de moretones. Pero esto no fue lo que le sacó las lágrimas. Se trataba de una niña de dos años. “Le partieron sus dientecitos de leche”, decía desconsolada. La enfermera debió mover cielo y tierra para que las autoridades actuaran. Y cuando dieron con el victimario, llegaron a una dura conclusión: no era la primera vez que la violaba.
http://www.semana.com/nacion/articulo/violencia-mujeres-tumaco/361575-3
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