El recuerdo de Gilmar

Desde hace 12 años al hombre de la fotografía lo acompaña el mismo recuerdo: Está refugiado con su abuela en la iglesia de Bojayá. Viste un suéter blanco cuatro tallas más grandes que él.

Fuera de la iglesia se escuchan disparos. Va a buscar a “mañe”, su mejor amigo, que debe estar por una de las esquinas del altar. Luego vino la explosión y el recuerdo se torna gris, ceniciento, oscuro. Ve cadáveres en el piso y restos de cadáveres en las paredes. El suéter se tiñe de rojo. Su abuela lo busca, grita: “Gilmar, Gilmar, GILMAAAR”. Lo encuentra en medio del barullo, lo toma de la mano y salen de la Iglesia a buscar refugio en la casa de las monjas pero ellas también están corriendo, pálidas, hacia el Río Atrato. “Mañe” está muerto. El recuerdo se pierde. Ese día Gilmar conoció el infierno. Tenía seis años de edad.

Hoy tiene 18 y vive con su abuela en Quibdó, a cuatro horas en lancha desde Bojayá. Estudia décimo grado y en las tardes trabaja en el malecón de la capital chocoana en un parque inflable de diversiones. Vende felicidad a los niños. Pocos en su colegio creen la historia de su sobrevivencia. Desde ese jueves de 2002 solo ha regresado por cortas temporadas. Viene y visita a algunos familiares o a conmemorar un año más de la masacre como el pasado viernes 2 de mayo. El recuerdo de “mañe” lo desmorona. Gilmar me señala con la mano dónde estaba su abuela y dónde se supone que estaba su amigo. Señala el techo: “Por ahí entró la pipeta. Y aquí estalló”. Es justo al lado del altar donde, según su propia versión, jugaba la mayoría de los niños.

ESE DÍA MURIERON 79 PERSONAS, 48 ERAN MENORES.

Hoy, en vez de altar, hay una pared madera de la que cuelgan las fotografías de los muertos. Las fotos están desgastadas por la humedad y los rayos del sol que caen directo pues al techo de la iglesia le falta la mitad de las tejas. Gilmar me invita a que busquemos la de “mañe”. Cuando la encuentra me lee en voz alta: “Juan Alberto Martínez Rentería, “mañe”, 9 años. Masacrado en medio del combate entre paramilitares y las FARC, quienes lanzaron la bomba a la iglesia de Bellavista, Bojayá, el 2 de mayo de 2002”. Se lleva las manos a la cabeza: “Eso fue muy duro, hombe”. Sale de la iglesia y no vuelve a entrar.

Tomado de: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/index.php/noticias/noticias-cmh/3176-el-recuerdo-gilmar