Ocho artistas que crecieron en Bogotá, lejos del conflicto, demuestran con sus trabajos, ganadores del Concurso Nacional Conflicto en Alta Resolución del Centro Nacional de Memoria Histórica, que no hay que ser víctima para que la violencia influya en su obra.
La sombra de la guerra
Fotografía de Miguel Canal (27 años)
La imagen es un fragmento intervenido de la película Esta fue mi vereda, el primer mediometraje colombiano sobre la época de la violencia.
“Bogotá no es ajena al conflicto, aquí se vive de mil maneras. Todos los días se ve. Sin embargo, vivimos en una burbuja en la cual no se sienten de manera directa las consecuencias de la guerra. No estamos alejados de ella, solo tenemos una relación distinta”.
‘Los niños de Bellavista’
Pintura de Manuela Illera (25 años)
La obra está dedicada a los niños que sobrevivieron a la masacre de Bojayá, ocurrida el 2 de mayo de 2002 en Chocó.
“Viajar y conocer la propia tierra puede despertar en los jóvenes bogotanos esa solidaridad con las víctimas del conflicto que tanto hace falta. Los que nos dedicamos al arte tenemos una sensibilidad especial que debemos aprovechar para pensar en el otro y entenderlo”.
‘Siervo sin tierra’
Serigrafía de Gustavo Santa (29 años)
El artista invita a una revolución mental colectiva, para que los de la ciudad dejen de ser sujetos indiferentes y distantes.
“Es estúpido suponer que lo que vemos en la pantalla se va cuando la apagamos. La realidad es una y en ella estamos todos. La indiferencia es y será otra mina en el camino de la reconstrucción del tejido social”
‘Los durmientes’
Dibujo de Claudia Porras (29 años)
Con este dibujo a lápiz se pretende visibilizar a las víctimas de la masacre de Bojayá y exigir su reparación.
“Esta es mi primer acercamiento artístico al tema del conflicto y las víctimas. Lo hice porque quería saberme parte en la construcción de memoria de mi país y aportar de alguna manera en la reparación de las víctimas mediante otro lenguaje que no fuera el escrito”.
‘Un vacío’
Fotografía de Esteban Vergara (28 años)
La foto fue tomada en junio de 2008 en Murindó Viejo, Antioquia, pueblo fantasma abandonado tras el terremoto de 1992 y que se convirtió en el hogar de familias desplazadas.
“Un viaje de trabajo al Chocó me llevó a reflexionar sobre cómo desde lo que yo hacía podía hacer visible lo que en la ciudad es invisible. Quería que así como me pasó a mí, a más gente se le cayera la venda de los ojos. Que nos acordáramos que aunque el conflicto esté lejos y muchas veces no nos toque, hay gente que vive en medio de él”.
‘El reloj’
Serigrafía de Lina Gómez (29 años)
Su obra pretende evidenciar las deudas que los colombianos tienen con las víctimas del conflicto y, en especial, con las comunidades indígenas.
“Nos cuesta entender las dinámicas del campo y las hemos condenado al olvido, permitiendo con nuestro silencio y con nuestra ignorancia que sea posible la existencia de tanta barbarie. Por eso desde la ciudad les debemos memoria, presencia en nuestro diario vivir, presencia en nuestras ciudades, presencia en nuestra propia historia”.
‘Impunidad’
Cartel de Andrés Sotelo (30 años)
Como resultado de una investigación sobre el cartel político el artista concluyó que esta técnica era la herramienta ideal para abordar el tema de la impunidad desde la denuncia, no solo por su contundencia gráfica sino por su alcance masivo y fácil comprensión.
“Asignarle un espacio físico a la indiferencia es perpetuar la competencia a nivel regionalista. Decir, por ejemplo, que en Medellín o en Bogotá son más indiferentes que en otras regiones del país solo incrementa ese pensamiento. El problema no radica ahí, la indiferencia, al ser un concepto intangible reside en nuestra mente, y es en ella en donde se debe transformar”.
Tomado de : http://www.reconciliacioncolombia.com/historias/detalle/261