Educación pensada para el posconflicto

Por estos días las escuelas del departamento de Guainía están recibiendo a varios estudiantes fuera de lo común. Además de los niños que asisten normalmente a sus clases, un grupo de 3.600 indígenas entre los 15 y los 50 años están llenando los salones con libros de texto y mochilas.

Aunque algunos de ellos nunca habían tenido la oportunidad de estudiar, la mayoría sí lo hizo, pero desertaron y ahora, varios años después, están de regreso a las aulas.

Y es que en ese departamento, ubicado en el oriente del país, la deserción es un dolor de cabeza para las autoridades. En 2001, por ejemplo, 1.291 estudiantes entraron al sistema educativo formal, pero en 2011 –diez años después– sólo se graduaron 148 de ellos.

Esta vez, sin embargo, los jóvenes y adultos tienen una motivación extra para estudiar. No sólo están aprendiendo a leer y a escribir en español y en sus cuatros dialectos autóctonos, sino que desde el principio fueron tenidos en cuenta para armar el currículo académico y los materiales de su clase.

De hecho, los libros de texto y el material didáctico que usan en las tabletas digitales que les entregaron al iniciar el proceso está hecho específicamente para ellos. Aunque ven matemáticas, lenguaje, ciencias y todas las materias que por ley deben aprobar para conseguir el título de bachilleres, los ejercicios de clase están enfocados en su cultura y están diseñados para que usen los conocimientos de manera práctica en su vida diaria.

El programa, que ha logrado aumentar el número de estudiantes matriculados del departamento en un 600 por ciento, es financiado por la Gobernación de Guainía y ejecutado por la Fundación Transformemos, una entidad que lleva ocho años adelantando programas de educación para jóvenes y adultos desertores o analfabetas en varias de las zonas más apartadas del país.

La fundación, que ganó el premio UNESCO Confucio a la alfabetización en 2012, fue incluida a mediados de junio en un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), como una de las diez mejores innovaciones educativas de América Latina.

El listado, que incluyó otras dos iniciativas colombianas (el ‘profe’ Julio que sube videos con clases de matemáticas a la web y la Eduteka de la Fundación Gabriel Piedrahíta Uribe),  hizo su selección basado en la novedad de las iniciativas, la ruptura que logran del modelo tradicional y su potencial de crecimiento.

Para el BID, la Fundación Transformemos aprovecha un modelo innovador para educar a las personas que no tuvieron o no supieron aprovechar la primera oportunidad y de ese modo “busca respuestas allí donde habita la pobreza, la violencia, la discriminación y, debido al conflicto armado, busca transformar a los participantes en generadores de desarrollo y gestores de paz”.

Un modelo único

Todo comenzó en 2006, cuando Aurora Carrillo, una pedagoga que había venido investigando la educación en las zonas vulnerables del país, se dio cuenta del gran problema que representaba la deserción escolar.

En Colombia había 10 millones de personas entre 15 y 50 años desertoras del sistema escolar que nunca culminaron sus estudios, según el DANE. Una realidad que se presentaba sobre todo en las zonas más alejadas, en donde la falta de educación se convierte en combustible para la pobreza y la violencia. Un círculo vicioso que aún alimenta el pandillismo, el reclutamiento infantil y la falta de oportunidades.

Por ese motivo, Aurora diseño un modelo para trabajar con personas desertoras o analfabetas que vivieran en el Catatumbo, y se invento una fórmula para que el proceso los motivara y no faltaran a sus clases. Así nació el modelo que hoy implementa la fundación, que luego llevaron a otras partes del país.

Antes de comenzar a desarrollar el programa, un equipo de Transformemos realiza una investigación de tres meses sobre el municipio o departamento en el que van a trabajar y la población que va a recibir las clases. Según Rodolfo Ardila, Director de Desarrollo Social de la fundación, “Investigamos sus necesidades y potencialidades, porque tenemos que ver como les enseñamos de acuerdo a su cultura y su contexto”.

Luego se reúnen con las comunidades y de ese modo nace un currículo académico distinto para cada comunidad. “No podemos, por ejemplo, aplicar el mismo modelo del Catatumbo en Guainía, ni en Cartagena”, cuenta Rodolfo. “Luego producimos los libros de texto y los materiales didácticos de acuerdo con las características de cada región. Ahora tenemos un software educativo para tableta digital que soporta todas las horas de clase con videos, multimedia y fotografía”.

De esa manera planean las clases con temas y ejemplos que les interesan a los estudiantes y el material didáctico les ayuda a aplicar lo que van aprendiendo a su vida diaria. Además, para implementar el modelo, capacitan a los profesores locales, buscando que el programa sea sostenible. Como dijo Aurora Carrillo cuando recibió el premio de la UNESCO, “el éxito está en que la educación los toque, pero los toque verdaderamente en sus sentires, sus intereses y en su vida cotidiana”.

Casos exitosos

En ocho años, la Fundación Transformemos ha trabajado en 23 regiones de Colombia con 12.000 docentes y 340.000 jóvenes, además han entregado 1.400.000 libros para estudio, 3.000 aulas interactivas y 5.000 tabletas digitales con material didáctico.

Pero más allá de esos números, han logrado procesos realmente valiosos.

En San Basilio de Palenque (Bolívar), el primer pueblo libre de América, encontraron que la cultura autóctona afrodescendiente se estaba perdiendo y que el palenquero –lenguaje propio de los habitantes del municipio– estaba condenado a morir. Así que iniciaron un proceso para enseñar a leer y escribir en español y palenquero a toda la población mayor.

El resultado fue un libro de cocina con recetas propias de la región, escrito por un grupo de personas que antes eran analfabetas, que fue reconocido por los Gourmand World Cookbook Awards como el Mejor Libro de Cocina del 2013 en el mundo (ver artículo). Los palenqueros viajaron a Beijing (China) y estuvieron codo a codo con algunos de los chefs más importantes del mundo.

Otro proceso exitoso fue en alianza con la Alcaldía de Cartagena hace cuatro años. “Nosotros logramos que Cartagena fuera declarada como la primer ciudad libre de analfabetismo, luego de un trabajo con 34.000 jóvenes y adultos de la ciudad”, cuenta Rodolfo.

Lo bueno es que los procesos también rinden frutos productivos, pues muchos estudiantes logran pensar en sus propios negocios. Así paso en el Catatumbo, en donde trabajaron con 15.000 estudiantes, muchos de los cuales eran raspachines de coca, y al final del proceso lograron plantear 2.000 proyectos de desarrollo para la región. O el de Boyacá, en donde hicieron un modelo para que los soldados estudiaran mientras estaban en la guerra.

Educación para el postconflicto  

Actualmente, la Fundación está adelantando una investigación sobre cómo debería ser la educación en el postconflicto.

“No podemos aplicarle el mismo modelo a unos exparamilitares, a unos exguerrilleros o a unos desplazados. Cada uno debe tener unas características específicas”, cuenta Rodolfo. “Es claro que debemos darles educación formal, pero esta debe responder a sus necesidades inmediatas. Lo más seguro es que toque segmentarla”.

Ellos, que han trabajado en las zonas de conflicto, tienen un conocimiento enorme sobre la realidad de cada región y de cada tipo de población, y por eso se atreven a pensar en qué pasara cuando se acabe el conflicto. Lo único que tienen seguro, como muchos, es que la solución para el país está en la educación y, sobre todo, en una educación específica para cada tipo de personas.

“El Gobierno no sabe cuánta plata se ahorraría si implementa una educación contextualizada”, cuenta Rodolfo. “Esa sí es la mejor arma contra la pobreza”.

Tomado de: http://www.reconciliacioncolombia.com/historias/detalle/educacion-pensada-para-el-posconflicto