La censura en el ojo ajeno

Guillermo Segovia Mora

Canal Capital adelanta, desde hace dos años, bajo la gerencia y dirección periodística y de contenidos de Hollman Morris -funciones respaldadas por las normas que rigen el canal- una programación innovadora en cuanto al enfoque alternativo de la información, pluralismo de la franja de opinión y diversidad e inclusión en su parrilla de minorías, nuevas ciudadanías y movimientos sociales, sectores invisibilizados o desdeñados por los medios privados pertenecientes a los grandes conglomerados económicos del país. El lema «Trabajamos por los Derechos Humanos y una Cultura de Paz» es un lineamiento trasversal a la propuesta televisiva que le da identidad al canal y ha logrado un nicho importante en la audiencia.

La coartada precisa
En ese contexto, El primer café, magazine ya existente en la línea ligera y a veces cursi de la televisión comercial, fue replanteado para ofrecer a la ciudadanía una mirada crítica de la realidad, las  perspectivas del gobierno de la Bogotá Humana de Gustavo Petro, la presencia de la sociedad civil a  través de sus organizaciones y acciones, cultura y deporte en sus diversas manifestaciones. El positivo impacto del programa es el resultado de un trabajo en equipo en el que es innegable el aporte del veterano periodista y antropólogo Antonio Morales con sus intervenciones formadas, cuestionadoras y amenas. La molestia pública y destemplada del director del programa por la presentación de un sondeo de  audiencia en el noticiero del canal, en medio de las conversaciones para la firma de un nuevo contrato de servicios, llevó al gerente a solicitarle disculpas para sus compañeros y finalmente a  suspender el trámite. El periodista, en reacción airada, contactó colegas para ofrecerles denuncias  taquilleras, que ellos, sabedores del gancho de audiencia del morbo, no repararon en amplificar.

Aparte de que a algunos les servía en bandeja la oportunidad para desatar su tirria, la de sus patrones o de los amigos de ambos contra Hollman. El case lo puso la Silla Vacía (caja de resonancia de los intríngulis internos del canal, no obstante la ponderación de algunos columnistas).

El periodista comentó algunos hechos que sus colegas reprobaron iracundos, en medio de una andanada de desinformación, interpretaciones amañadas y “mala leche”. El equipo de comentaristas de Blu radio se desató en su malquerencia trayendo al cocido todo tipo de supuestos y sugerencias (olvidaron que de allí salió censurada Laura Gil); Caracol radio ni hablar (Arizmendi ya había acusado cínicamente a Hollman de autoamenazarse y aprovechar esa condición, Gustavo Gómez no oculta su ojeriza y Darcy Quinn no perdona que el canal haya informado los negocios de basuras de su marido) y en La luciérnaga se fueron de chismes sin fundamento (allí el omnisapiente Gardeazábal la emprendió colérico contra Camila Morales hace poco); RCN radio intentó ponerle tono de análisiscon una declaración de Rodrigo Pardo (censurado por la casa El Tiempo por sus investigaciones en revista Cambio) y ético con un pregrabado editado a conveniencia a Javier Darío Restrepo (censurado por El Colombiano por su posición frente al expresidente Uribe); Julio Sánchez, con Hollman al otro lado de la línea, sentenció: «Eso es censura» (días antes le había aplicado su dosis de mando al aire a su periodista Camila Zuluaga).

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