Nada cambia para siempre

Es posible que en estos momentos, cuando la mayor porción de la izquierda nacional traslada sus corotos del Polo Democrático a las filas de la Marcha Patriótica, el experimento unitario del PDA esté viviendo el comienzo de su fin, por lo menos como proyecto de una nueva izquierda, democrática, tolerante, abierta a la fiscalización popular. La Marcha es una formación que lleva varios años de trajín, más que todo en pequeños y medianos núcleos urbanos esparcidos por el territorio nacional, allí mismo donde fue exterminada la Unión Patriótica, y muchos dicen que en verdad es una forma de revivirla.

La nueva fuerza, cuya cabeza visible es la ex senadora Piedad Córdoba y su núcleo más cercano de Colombianas y Colombianos por la Paz, está compuesta principalmente por el partido comunista, los viejos y casi extinguidos núcleos de la UP, pujantes organizaciones de masas rurales surgidas de los antiguos sindicatos agrarios dispersados por el paramilitarismo, organizaciones de víctimas de la guerra que buscan el rescate de las tierras, formaciones del sindicalismo influidas históricamente por los comunistas y que no comparten la orientación de las directivas nacionales de la CUT, y dirigentes de ONG de derechos humanos, todos ellos identificados en una tarea central: lograr el acuerdo humanitario que ponga fin al conflicto armado interno del país, con base en las últimas ofertas aperturistas propuestas por las Farc.

Se afirma que el reconocimiento de las nuevas realidades políticas incluye asimismo al Congreso de los Pueblos, la Coordinación Nacional de Movimientos Sociales y Políticos (Comosoc), la Minga Social (con raíces en sectores indígenas) y diversos otros procesos regionales, etnosociales y culturales, todos ellos con una clara vocación movilizadora de masas. Además de las directivas comunistas, en las filas de la separación figuran destacadamente personas como el periodista y escritor Jorge Enrique Botero, el representante Iván Cepeda y la dirigente de Casa de la Mujer, Olga Amparo Sánchez.

La deserción comunista, sin embargo, no desbarata enteramente el PDA. En primer lugar, recuérdese que esta agrupación se originó en un pequeño grupo separado del PC y encabezado por un miembro de su Comité Ejecutivo Central, Luis Eduardo Garzón. El PC se le pegó al Polo solo en su última fase, precisamente la que marcó su ascenso y su casi inmediata declinación como expresión de la política democrática de la izquierda. En segundo término, lo que resta del Polo conserva la parte gorda de su maquinaria, compuesta por el Moir, el sindicalismo agrupado en la Fecode –el mayor de los pocos sindicatos nacionales que perviven entre nosotros–, la parte mayoritaria de la directiva nacional de la CUT, encabezada por su presidente –expulsado del PC hace años, por motivos de disciplina electoral–, y a su lado diversas empresas electorales que obran bajo la dirección de viejos y diestros líderes –en su mayor parte surgidos en el seno del movimiento magisterial– y que son reconocidas bajo las más pintorescas denominaciones: Fuerza Común, Polo al Sur, Poder y Unidad Popular, Vamos por los Derechos, Movimiento por la Constituyente Popular, Revolución de la Esperanza, Presentes por el Socialismo, Colectivo María Cano, Polo Crítico, Corriente Ecosocialista, Fuerza Común… Con el PDA permanecen miembros muy destacados de su Comité Ejecutivo Nacional, como Clara López Obregón, Jorge Enrique Robledo, Jaime Dussán, Tarcisio Mora, Wilson Borja, Carlos Romero, Venus Albeiro Silva, Carlos Naranjo, José Fernando Ocampo y Aurelio Suárez (el candidato a la alcaldía bogotana que perdió frente a Petro).

Los pequeños núcleos que se mueven en el Polo no son simples denominaciones. De ellas, a lo largo de los años, han salido también los votos que eligieron a la mayoría de los senadores, representantes, concejales y ediles que ha tenido el PDA. A su lado persevera una fuerza surgida de la división del Movimiento Comunista Internacional y de las protestas de masas de enero de 1965, que marcaron el ascenso de las agrupaciones más radicales de nuestra izquierda, como es el Moir, y distintas expresiones del socialismo democrático. Y el que se va es el grupo más detestado por el Moir y el mayormente afectado por la crisis polista. En las elecciones de octubre de 2011 los comunistas perdieron al único concejal que tenían en Bogotá –por cierto, la cabeza visible del partido– y están convencidos de que con el Polo no hay nada más que hacer, así no lo admitan públicamente.

De todas maneras, y mientras las novedades avanzan, para la sanidad de las ideas de izquierda que decenas de miles de colombianos apoyamos sin reservas conviene que el PC explique los motivos reales de su último desencanto y que realice una autocrítica pública de su conducta frente a la descomposición política y moral del PDA. Que explique por qué nunca quiso aceptar la responsabilidad del PDA y de los hermanitos Moreno Rojas en el carrusel de la contratación de Bogotá, y, en vez de enfrentar a los corruptos, todavía setenta días antes de que el alcalde fuera condenado por la Justicia el partido siguió sosteniendo que los Moreno Rojas eran “distinguidas personalidades del PDA”.[1]

/ Álvaro Delgado



[1] Voz, noviembre 8, 2011, editorial.