5 de enero de 2015
Foto: El Espectador
Hace unos años, en el campo de batalla en el que se convirtió Colombia, ambos eran enemigos a muerte.
Ramón Isaza, desde Puerto Triunfo (Antioquia), comandaba las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, un grupo armado que durante 30 años controló a la fuerza esa región del país, sembrando terror y muerte (leer sobre la historia de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio).
Mientras que ‘Martín Sombra’, un quincuagenario miembro de las Farc que se movía por el oriente del país, era el encargado de planear tomas guerrilleras y vigilar con crueldad a los cientos de secuestrados que se pudrían en la selva, mientras sus familiares los esperaban en la casa (leer sobre el prontuario de ‘Martín Sombra’).
Pero no siempre fue así. Antes de enfrentarse en bandos contrarios, Isaza y Helí Mejía –el verdadero nombre del ‘carcelero de las Farc’– trabajaron juntos en un aserrío del corregimiento Las Mercedes de Puerto Triunfo (Antioquia), y allá fueron amigos de parranda y guitarra.
La relación acabó porque Sombra ya hacía parte de las filas del grupo guerrillero de manera clandestina, y en un momento dado desapareció del mapa y nunca se volvieron a ver.
Pero el destino les tenía preparado un reencuentro. Ya viejos, con cinco décadas de guerra encima y en la cárcel, en donde pagan por sus múltiples crímenes; Ramón Isaza y ‘Martín Sombra’ volvieron a ser amigos en los pasillos de La Picota.
Un nuevo sentimiento
“Poco hablamos de cosas (de la guerra), hablamos de la música y cosas así. La violencia ya pasó, aquí estamos regenerándonos”, contó ‘Martín Sombra’ en una entrevista de El Espectador, que logró reunir frente a las cámaras a los dos patriarcas de la guerra que ahora son amigos (leer la entrevista).
Los dos se han mostrado arrepentidos y, cada uno por su lado, han tratado de mostrar que tienen sentimientos de reconciliación. Isaza les ha pedido perdón a algunas víctimas como Jeny Castañeda, quien perdió a su mamá por acciones de ese grupo paramilitar, y Sombra lo hizo con algunos de los soldados secuestrados que estuvieron bajo su poder. Sin embargo, ambos enfrentan la desconfianza de la mayoría de las víctimas, que no creen que ese sentimiento sea sincero.
Para ambos, de hecho, el país se encuentra frente a una gran oportunidad de reconciliación y creen que encuentros como el de ellos lo confirman. Isaza dice que esto demuestra que al país no le faltan deseos de reconciliarse y Sombra no duda en calificarlo como histórico.
Por eso hacen votos para que el proceso de paz llegue a buen término y el país pueda comenzar a construir otro camino. Uno en el que los antiguos enemigos puedan verse a la cara y reconocerse como iguales.