Carta al Eln

Foto: El Espectador
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AL REGRESAR DE LA HABANA, LUEGO de hablar con negociadores del Gobierno y de las Farc, y de constatar que las negociaciones de paz entre las partes avanzan de manera tan sólida que me atrevo a decir que han alcanzado el punto de no retorno, lo primero que hago es dirigirme a ustedes, Gabino, Antonio García, Pablo Beltrán y demás miembros del Comando Central del Eln, para solicitarles que apuren el paso de modo que, cuanto antes, se instale formalmente la mesa de conversaciones entre el Gobierno y el Eln: no puede llegarse a la paz con las Farc para seguir en guerra con ustedes: el país clama por el cese definitivo del conflicto: no aguantamos más muertos, ni más secuestrados, ni más desaparecidos; no estamos dispuestos a seguir atascados en un remolino de violencia que no sólo nos causa dolor a todos, incluidos ustedes, sino que nos impide progresar como nación y crecer como personas.

Mi llamado, Gabino, Antonio, Pablo, tiene carácter urgente: el tiempo apremia por dos razones:

La primera, porque si se profundiza el desescalamiento del conflicto entre el Gobierno y las Farc, pero no se avanza con el Eln en un proceso similar, la potencia militar del Estado recaería única y exclusivamente sobre ustedes. ¿Sería capaz el Eln de resistir todo el fuego del Ejército disparado sobre sus miembros no más?

Y la segunda, porque si bien ustedes y las Farc tienen historias distintas y enfatizan aspectos diferentes de la realidad nacional, ambos procesos deben confluir al final, pues el Gobierno no puede pactar con unos una cosa que contradiga la acordada con los otros. Por ejemplo, el Gobierno quiere que los acuerdos se validen mediante un referendo, las Farc piden que se realice una constituyente y ustedes hablan de que lo negociado surja de una convención nacional. Al final tendrá que prevalecer un solo procedimiento: no pueden adoptarse los tres a la vez.

Por otra parte, es claro que para el Eln es fundamental la participación de la sociedad civil en la solución del conflicto. Pero tienen que encontrar una fórmula expedita que desempantane el tema de la convención nacional, la cual, hasta ahora, nadie sabe cómo ni quiénes la conformarían. Por ejemplo, podría establecerse que las propuestas que el Eln haga en la mesa de conversaciones, y que necesariamente tendrían que ser el producto de las opiniones recogidas por esa organización entre la sociedad civil a lo largo de su existencia, después de ser discutidas con el Gobierno sean sometidas a una convención nacional cuya composición se acuerde entre las partes. O puede hallarse una formula parecida. Pero si se insiste en anteponer el tema de la convención nacional al de la instalación de la mesa y al del acuerdo sobre los puntos de la agenda, la discusión con el Eln puede tomar años y hasta décadas, como venimos viéndolo desde finales del siglo pasado.

Piénsenlo, señores del Eln: el final del conflicto no da espera. Entre otras razones, porque el pueblo colombiano cada vez va aislando más a los causantes de la guerra.

Y a propósito, senador Uribe: ¿no se da cuenta de que por su estilo de guerrero incansable, por su empeño en sembrar cada vez más discordia, apelando incluso a armas tan bajas como la de desprestigiar a un líder pulquérrimo como el profesor Antanas Mockus, y por su obsesión con perpetuar el desangre, todos los días menos colombianos lo siguen, lo quieren y lo respetan y muchos más creemos que su odio a Santos y su viudez del poder lo están llevando a perder la razón?