Foto: Archivo Arcanos / Cortesía Semana
Mientras ‘Valenciano’ se había abierto camino con el narcotráfico, heredó rutas y dinero que representaban la mayor parte de los ingresos de La Oficina, pero manejó con torpeza su poder militar; ‘Sebastián’, que conocía mejor el modo de operar de La Oficina, y sabía que el brazo armado necesitaba unas bases de apoyo en los barrios, se dedicó a cultivarlas. Esta diferencia de criterios marcó la confrontación entre los dos bandos. En la guerra que se declararon, ambos se aliaron con ejércitos ilegales de presencia nacional; si “Valenciano” se había aliado con Los Urabeños; “Sebastián” recibió el respaldo de Los Rastrojos, el grupo armado que operaba en la costa Pacífica al mando de alias “Comba”. En 2009 la suerte de Medellín estaba echada.
Cuando en agosto de ese año el coronel Luis Eduardo Martínez asumió como comandante de la Policía Metropolitana, se encontró con una guerra sin cuartel en las calles de la ciudad. Si en el 2008 hubo 1.066 homicidios en el 2009 se duplicaron: hubo 2.186 asesinatos y en 2010 la tendencia se mantuvo con 2.023 muertes violentas. La principal tarea que debía cumplir Martínez era bajar aquellas escandalosas cifras y en efecto hasta octubre de 2011, cuando ya se notaba cierta calma, se contabilizaban 1.140 homicidios en Medellín
“La fractura de la oficina empieza a sentirse en lo micro, en los barrios. Por eso se habla de reconfiguración, porque no es que un actor llegue a desplazar a otro, sino que entre los grupos que hay, se inicia una puja por el poder”, explicaba en su momento Mario Otálvaro, investigador de la Personería de Medellín.
Cuando esta guerra estaba en su momento más duro, un grupo de notables empezó a promover una tregua silenciosa. Ellos eran Jorge Gaviria (hermano del ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria), Francisco Galán (ex comandante del ELN), Jaime Fajardo Landaeta (desmovilizado del EPL y asesor de la Gobernación de Antioquia y de la Alcaldía de Medellín para asuntos de paz) y Jaime Jaramillo Panesso (reconocido político liberal y académico). Sin tener la plena aceptación estatal y por medio de los jefes que ambas facciones tenían en las cárceles, lograron que entre los dos capos se hiciera un pacto para suspender la guerra en febrero de 2010. El número de homicidios se redujo temporalmente, pero luego volvió a arreciar.
La experiencia de la tregua intentó repetirse más tarde, pero ‘Valenciano’ ya se daba por vencedor de una guerra de la que estaba distante. Hacía meses no estaba en la ciudad y en cambio se le veía en la costa Caribe, en Centroamérica y Venezuela. En una conversación telefónica ‘Sebastián’ le propuso bajar la confrontación porque finalmente se iban a terminar matando entre ellos. Pero la respuesta de ‘Valenciano’ fue negativa. Los muertos aumentaban cada día.
Lo que no imaginaba ‘Valenciano’ era que su arrogancia terminaría por ser su peor enemiga. El punto de quiebre ocurrió el 2 de julio de 2010 a las 1:55 de la madrugada cuando hombres armados llegaron disparando a diestra y siniestra al bar Gurú, a una cuadra del parque de Envigado. Mataron a ocho personas y otras doce quedaron heridas. Ese día llegaron hasta el lugar de la masacre el general Óscar Naranjo, Director de la Policía, y el entonces presidente Álvaro Uribe. Al finalizar un consejo de seguridad, Uribe dijo: “Las primeras hipótesis indican que esta acción ha sido cometida por un grupo del narcotráfico que tiene como cabecilla a un terrorista a quien se conoce como ‘Valenciano’, contra grupos del narcotráfico que tienen como cabecillas a terroristas que se conocen con los alias de ‘Sebastián’ y de ‘Beto’”.
Sobre las víctimas, se supo en su momento, según Uribe, que algunas eran inocentes y otras colaboraban con los grupos de ‘Sebastián’. Este hecho mostró, de nuevo, cómo algunos integrantes de la Policía se encontraban en el lugar equivocado. “Y tenemos profunda preocupación, porque entre las víctimas hay dos policías ¿Qué estaban haciendo allí en horas de descanso? ¿Por qué estaban en ese lugar? Si son policías de Envigado tienen que saber que ese lugar estaba siendo frecuentado por personas vinculadas a la delincuencia. El señor general (Óscar) Naranjo (Director de la Policía), me ha expresado la preocupación por la presencia de estos dos agentes de la Policía en el sitio de los hechos y vamos a avanzar en la investigación”, dijo. Y en seguida, lanzó una orden: “Nos toca capturar a estos delincuentes que han cometido esta masacre”.
Desde ese día el mundo se vino encima a “Valenciano”. En diciembre de 2010, fueron capturados nueve integrantes de la banda Los Mondongueros, que hacía parte de su organización, sindicados de disparar aquella madrugada en el bar de Envigado.
Después de la masacre y de la tajante orden de Uribe, se inició un pulso brutal en todas las comunas de Medellín. Al nororiente de la ciudad, en la comuna uno, el poder lo tenía alias ‘La Cachona’, jefe del combo La Galera, que obedecía a las órdenes de ‘Valenciano’. Sus hombres se movían tranquilos incluso en los alrededores de la estación del Metrocable de Santo Domingo Savio, muy vigilada por la Policía por tratarse de un lugar turístico. Su rival era ‘Mundo Malo’, que ocupaba la parte más alta de la comuna con su combo ‘La Silla’, en un sector conocido con ese mismo nombre y que, por supuesto, estaba alineado con “Sebastián”.
Varias actuaciones de ‘La Cachona’ venían incomodando en los barrios. Éste viajó a la costa para entrevistarse con Valenciano después de que en un enfrentamiento con otro combo había perdido a cuatro hombres. En la comuna se rumoraba que ‘La Cachona’ había muerto y hubo una fiesta durante una noche entera en la que sus enemigos celebraron con pólvora la noticia. Pero era mentira y “La Cachona” regresó a consumar la venganza. Esa semana murieron 12 personas que supuestamente hacían parte del grupo que mató a sus cuatro compañeros. Entonces la Policía sacó un volante ofreciendo 50 millones de pesos a quien diera información para capturarlo.
Otro episodio que se recuerda es cuando varias familias del sector de La Silla tuvieron que vivir con la zozobra de tener a los hombres de La Galera apuntando con fusiles hacia sus casas y amenazaron con bombardear esas viviendas. El pretexto era que en ellas supuestamente se escondía ‘Mundo Malo’, pero en realidad lo que quería La Galera era expandirse hacia la parte más alta donde estaba asentada La Silla. Hubo vecinos que prefirieron huir y dejarlo todo y se produjo uno de los peores desplazamientos del último tiempo en la ciudad.
La magnitud del enfrentamiento se mide por los homicidios que en esa comuna pasaron de 39 en 2008 a 174 en 2009 y 134 en 2010.
La guerra entre ambas bandas se resolvió después de un operativo que hizo la Policía contra los hombres de La Galera, en el que les quitaron las armas y los identificaron a todos. Mientras transcurría el operativo, varios pobladores alineados con la gente de ‘Sebastián’ sacaron a los de ‘La Galera’ con piedras y palos, y varias familias adscritas a ese combo tuvieron que salir de la zona. Muchos se refugiaron en la comuna 13, bajo el amparo de la banda La Agonía, que pertenece a ‘Valenciano’.