El director de la Escuela de Cultura de Paz, Vicenç Fisas, comparte las siguientes reflexiones, en forma telegráfica que son el resultado de seguir todas las negociaciones en conflictos armados de los últimos 20 años, y de algunas intervenciones que personalmente ha podido tener en algunos procesos, lo que le permite sacar algunas conclusiones respecto al caso colombiano de las FARC, en el día de hoy.
• El proceso con las FARC ha estado bien rediseñado a medida que ha ido transcurriendo el tiempo, e incluso es innovador en algunos aspectos. Metodológicamente, es una muy buena experiencia y ha tenido la capacidad de superar momentos de crisis bien difíciles. Estoy seguro que, en el futuro, será objeto de estudio en el mundo político y académico a escala internacional, como buena experiencia.
• Ha sido fundamental negociar la agenda en la fase exploratoria y de forma confidencial, aunque fuera larga. Consensuar una agenda al principio de una negociación formal y pública, puede conducir a un desánimo letal, por dar la apariencia de que no hay avances. Pienso que fue un acierto que las dos partes acordaran no hacer pública la fase exploratoria hasta lograr un acuerdo en la agenda.
• La limitación en los puntos de la agenda, ha sido una decisión inteligente, pertinente y realista. Han hecho bien en no añadir a la agenda todos los problemas que aquejan al país, pues no son resolubles en una mesa de negociaciones. Tratar en primer lugar el tema agrario y llegar a un acuerdo sobre él, fue un riesgo que, por fortuna, terminó con éxito.
· He visto a las FARC bastante maduras al inicio, a pesar del día de la presentación en Oslo, en que se mostraron muy poco hábiles en cuanto a cintura diplomática, pero muy maduras en los últimos tiempos. Creo honestamente que actúan con sinceridad y con una clara y absoluta determinación de poner punto final al conflicto armado. No veo motivos para desconfiar en sus negociadores y en su máximo responsable, “Timochenko”, que le ha apostado muy fuertemente a la paz.
• Ha sido una medida acertada el crear “mesas de trabajo paralelas”, para que pudieran avanzar los temas de mayor complejidad.
• Los tiempos de frecuencia las negociaciones actuales (una ronda mensual), son los más acelerados de las 34 negociaciones que hay en el mundo. Es la frecuencia más óptima, y un ejemplo para otros procesos, que van demasiado lentos.
• La elección de los dos países garantes (Noruega y Cuba), que actúan como observadores y testigos, ha sido también una buena elección. Ambos países han estado actuando con mucha profesionalidad, y les debemos mucho. Darles un rol más relevante en casos de crisis, ha sido igualmente un acierto.
• Aunque en la fase exploratoria se acordó que se seguiría el principio de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, me parece muy interesante que las FARC haya propuesto y el Gobierno haya aceptado, empezar a trabajar en algunos puntos de la Agenda, como la erradicación de los cultivos ilícitos. Estas experiencias ayudarán a calibrar con mayor precisión el coste humano y económico de la implementación de los acuerdos.
• La celebración de foros y debates participativos previos a la discusión de varios temas de agenda, organizados por la Universidad Nacional de Colombia y el PNUD, ha sido una aportación sumamente positiva, y un ejemplo más a seguir en otros países.
• Ha sido un acierto abrir las puertas de La Habana a diferentes personas, instituciones y colectivos, tanto de la sociedad colombiana como internacional. Ha permitido la entrada de nuevas ideas y sugerencias a incorporar en las discusiones de la Mesa, y ha hecho aumentar el nivel de participación en el proceso.
• No conozco ningún proceso de paz en el mundo que haya sido tan transparente como éste, a pesar de las críticas y de las exigencias de que se publicara el 100% de los textos discutidos. Hay que entender que algunos aspectos de la Agenda no han terminado de discutirse, por lo que considero aceptable el nivel de divulgación que se ha hecho hasta ahora.
· El proceso con las FARC es el que ha merecido mayor atención en el mundo en los medios de comunicación del país concernido. No hay precedentes de tanta información y debate en ningún otro proceso. Hagan un “Google news” con las palabras clave de “FARC+paz” y cualquier otro proceso con sus siglas correspondientes, en inglés, y verán la diferencia. Eso significa que el proceso no se ha hecho a escondidas.
• Al entrar en una negociación, con los riesgos que ello supone, implica que el Gobierno y la insurgencia tengan, cada por su lado, una sola voz y un único discurso, favorable a la negociación, rechazando malas experiencias, como las de algún ministro, que mantenía discursos contradictorios y contrarios a las del presidente y del equipo negociador, probablemente para no inquietar a sectores militares. El mensaje a la opinión pública debe ser único, y claro.
• Si bien se han dado pasos importantes, el ejercicio de reconocimiento de los errores y el perdón a las víctimas, por las dos partes, todavía tiene un camino por recorrer, por lo que recomendaría un mayor esfuerzo en este sentido. Es imprescindible para que el conjunto de la sociedad se vaya preparando para una futura reconciliación. Tiene que haber mucha verdad y todo lo posible en cuanto a la reparación. La humildad engrandece a las personas. La soberbia, los empequeñece.
• La firma de un acuerdo de paz, hasta ahora al menos a nivel internacional, siempre ha comportado una amnistía para todos los actores, si previamente, y solo en algunos países, han dicho toda la verdad y han reconocido sus responsabilidades. Colombia es el primer país del mundo que, además de exigir la verdad, podrá aplicar medidas de justicia transicional o restaurativa para todos los actores del conflicto, que no tienen porque pasar por el ingreso en prisión. Es muy duro para muchas víctimas, pero es un precio que hay que pagar para terminar de una vez con la confrontación armada.
· Colombia tiene el inconveniente de ser un país demasiado “leguleyo”, y eso afecta negativamente al proceso de paz, en la medida en que primero se ha querido hacer el marco jurídico del acuerdo de paz, y luego la negociación, creando un corsé, cuando debería ser al revés: primero de negocia y se firma el acuerdo de paz, y luego se blinda y protege dicho acuerdo a través de un marco jurídico. Así es como se hace en todo el mundo.
· La reincorporación de las FARC a la vida civil seguramente no tiene que hacerse a través de los parámetros tradicionales de lo se llama “reintegración”, buscando empleos en el tejido productivo ya existente. Sería más interesante elaborar una estrategia para que los futuros farianos desmovilizados fueran lo más autónomos posible.
· Creo que no es sensato hablar de “confinar” en un pequeño territorio a las FARC, una vez desmovilizadas. Al contrario, hay que apostarle a que una parte de sus miembros puedan participar y ejercer en la política democrática, y entender que las FARC van a corresponsabilizarse en la implementación de los auerdos.
· Personalmente le apostaría a que pasaran a ser sujetos activos y protagonistas en trabajar para la aplicación de los mismos acuerdos de paz, especialmente en el tema agrario. En vez de esperar a que el Estado ponga en marcha los mecanismos pertinentes, sería más productivo que los ex miembros de las FARC participaran desde el primer día en el diseño de la implementación de estos temas, convirtiéndose en actores de desarrollo comunitario. La propuesta de una reincorporación que permita a los farianos trabajar en cooperativas de producción y comercialización agrícolas, en la economía social o en iniciativas similares, me parece lo más oportuno, realista y provechoso de cara al país.
• Es un gran acierto, y un gran alivio para la población civil, que las dos partes hayan convenido un segundo intento de “desescalonamiento” de la confrontación armada. Sin víctimas mortales de parte y parte, será más viable conseguir el alto el fuego bilateral, que ya lo vislumbro muy cercano.
· Las “medidas de confianza” que en los últimos meses han tomado las FARC, como el alto el fuego unilateral, el desminado, dejar de reclutar a menores, limitarse al adoctrinamiento político o no reclutar a nadie más, ayudan enormemente a crear un clima social propicio a validar el Acuerdo Final, y nos sirve de experiencia para aplicar en otros procesos de paz que hay en el mundo.
· No veo la necesidad de que las FARC se concentren en unos pocos puntos cuando se decrete el alto el fuego bilateral. Si hay confianza entre las partes, y cada cual controla a los suyos con determinación y autoridad, pueden buscarse alternativas a una verificación militar convencional, a través de una verificación social y popular, a nivel local, que junto con un Comité Mixto de Verificación del alto el fuego bilateral al más alto nivel (Gobierno, FARC, garantes y algún organismo regional o internacional), a nivel nacional, garantizarían que esa tarea se hace con eficacia, rapidez y poco coste.
· Hay que evitar que las concentraciones sean largas en el tiempo. Debe planificarse un “continuum” entre el alto el fuego bilateral, la dejación de armas y la reincorporación a la vida civil de manera lo más autogestionada posible por parte de los ex farianos.
• El proceso de negociación debe ir acompañado de una “pedagogía de la paz” mucho más intensa de la que hay en estos momentos, a pesar de los múltiples esfuerzos, centrándola en el aprendizaje en cuanto a abordar los conflictos sin violencia, el reconocimiento de las deficiencias y violencias estructurales existentes y la necesidad de crear una democracia más participativa y sin corrupción.
· Colombia continúa siendo uno de los países del mundo con más desigualdad económica y social. Revertir esa realidad debería ser la primera y máxima prioridad de todo servidor público y de todas aquellas personas dedicadas a la política. Tanto el Gobierno, como el Parlamento y el movimiento político que puedan crear los ex miembros de las FARC, habrían de converger en ese principio fundamental.
• Me preocupa enormemente la inseguridad de los defensores de derechos humanos, sindicalistas, líderes populares, ex combatientes, periodistas y otros muchos sectores, víctimas de amenazas constantes o del asesinato. Si el Estado no es capaz de controlar a los grupos que generan estas violencias, no habrá seguridad para que la insurgencia deje las armas y hagan política. Este desafío es muy importante y tiene que resolverse a corto plazo.
· En muy pocas ocasiones, los Acuerdos de Paz finales se someten a referéndum. Los “contrarios a la negociación y al diálogo”, muy poderosos, pueden confabularse para echar por tierra todo lo andado. La habitual es dar un voto de confianza a los negociadores de ambos lados, especialmente cuando el proceso ha sido bastante abierto y participativo. Personalmente, aconsejaría no someter el acuerdo final a un refrendo. No hay ninguna necesidad de correr riesgos. No sigan el modelo de Guatemala en este tema. Además, el presidente Santos fue investido porque la ciudadanía le dio la confianza para que negociara un acuerdo de paz con la insurgencia. En todo caso, ha de ser la sociedad colombiana, y no un catalán, el que decida sobre este tema.
· El plazo del 26 de marzo de 2016, debería ser interpretado metafóricamente, como un deseo, como una expresión de la voluntad de avanzar con más celeridad, pero no puede obviarse que los temas que quedan pendientes son de una gran complejidad y necesitarán más tiempo. Propongo desacralizar esa fecha y dar una mayor margen para la firma del acuerdo de paz. Es más sensato plantear que quizás lo podamos celebrar en las Navidades del 2016. Será el gran regalo de fin de año.
• No comparto la idea de que el postconflicto debe pagarlo la comunidad internacional, sin antes lograr un “dividendo del desarme”, producto de reducir como mínimo a la mitad los efectivos y los presupuestos de las Fuerzas Armadas, además de controlar y poner a disposición de la población desplazada los bienes que requisaron los paramilitares, más los bienes y recursos que tenga la insurgencia. Internamente, pueden obtenerse recursos equivalentes al 2% del PIB para la aplicación de los acuerdos de paz. Sólo si después se ve que hay recursos suficientes, se debería pedir ayuda a la comunidad internacional.
• En un próximo futuro, y dentro de lo que se denomina “reforma del sistema de seguridad”, la policía deberá desvincularse de las tareas militares, para convertirse en una “policía de proximidad” y combatir las numerosas expresiones de criminalidad. Así se ha hecho en todo el mundo, y Colombia no puede ser la excepción.
• Finalmente, y como medida de confianza por parte del Estado, creo que llegó el momento de revisar la situación de los presos políticos, como primer paso para las decisiones que se habrán de tomar en el futuro, si se logra un acuerdo de paz en el transcurso del próximo año.
Preparemos ya el futuro, porque la luz de la esperanza y de un nuevo momento histórico para Colombia, está al alcance de la mano.