Vivimos en guerra, en un estado de excepción que no se declara. Así se refirió Boaventura de Sousa a la situación actual no solo de Colombia sino del mundo entero. Para él existe una paradoja con la forma como se usan los derechos humanos para declarar nuevas guerras o para obstaculizar procesos políticos de paz. Por eso planteó la necesidad de reactualizar y reconceptualizar la universalidad de los mismos.
Partiendo de esta incoherencia, Sousa declara que los derechos humanos han sido usados por quienes tienen el poder, en muchas ocasiones, para hablar de paz. Invasiones como la de Napoleón Franco a Egipto en 1798 y, aún hoy, guerras como las de Irán y Afganistán se han hecho en nombre de esos principios universales.
Por ello el sociólogo se pregunta si ¿Los derechos humanos son un obstáculo o un instrumento para la paz? La respuesta está en el uso que se haga de los mismos; pues hay quienes tienen intereses en la guerra y en la riqueza de los territorios y los usan a su favor.
Eso explica porque en espacios urbanos y rurales, “los campesinos, los indígenas, los afrodescendientes y los pueblos palenqueros están siendo expulsados de sus tierras por los megaproyectos y por la industria”, lamenta el docente.
Y pasa que los nativos, los campesinos y los afros están siendo criminalizados, y que sus culturas y su justicia —en el caso de los indígenas— están siendo destruidas.
Esas situaciones muestran que la guerra tiene varias formas, algunas del apartheid social, que Sousa refiere como guerras relacionadas con la exclusión social; otras de micro climas de guerras que no se declaran pero impactan continuamente a la población civil; y guerras generadas por el desarrollo.
Todo esto lleva al académico a concluir que hablar de la paz es muy difícil, “porque la guerra produce más guerras, ya no tanto por la identidad ni mucho menos por legitimación, sino por recursos naturales.”
Por eso afirma que “Colombia es un país que tiene que mirar a las clases populares con mucha atención. Porque ellas no hablan de pos conflicto, hablan de pos acuerdo, porque saben que el pos conflicto eventualmente no traerá la paz, porque un territorio libre de conflicto es un territorio libre para las multinacionales.”
Resulta paradójico, además, que en países que supuestamente han superado sus conflictos internos, como Nicaragua o El Salvador, la violencia aún persista y hasta se haya incrementado.
Esto lleva a Sousa plantear que la paz requiere una concepción más fuerte y que no puede ser solo física sino estructural, pues para muchos, la paz es la continuación de la guerra pero por otros medios.
Y en un escenario de negociación política como el que vive Colombia, el académico advierte que la paz no puede poner todas sus expectativas en la justicia transicional. Más, cuando también en nombre de los derechos humanos, hay quienes le ponen barreras a la salida política al conflicto. Por esto concluye que “la paz se puede firmar en La Habana pero hay que construirla aquí —en el territorio—.”
Pero, según Sousa, avanzar en la construcción de paz también requiere que el mundo reactualice la universalidad de los derechos humanos para que así puedan abarcar aspectos como la interculturalidad o la misma espiritualidad.
Antes de eso, explica, “tenemos que entender que los derechos humanos son un lenguaje de dignidad pero no son universales en su lógica (…) Nuestros derechos humanos no entienden lo que es la espiritualidad de los pueblos indígenas y por eso no son capaces de entender que, por ejemplo, un río o un nevado son sagrados y que por eso tienen un valor que no es susceptible de ser mercantilizado.”
Este asunto implica a su vez, comprender que la dignidad y el respeto tienen otras concepciones de relación entre en individuo y comunidad y entre naturaleza y sociedad. Así mismo, asimilar que a la cultura le es fundamental el derecho a la tierra, al territorio y al agua.
Por lo anterior, Sousa propone incluir en los derechos humanos “la idea de estos nuevos derechos complementarios: a la tierra y a la territorialidad, y por su puesto todo el artículo 71 de la Constitución de Ecuador sobre los derechos de la Pacha Mama.”
Repensar los derechos humanos e implementar derechos complementarios, contribuiría a respetar la diversidad, las culturas, las distintas concepciones de la dignidad, en últimas, a respetar la paz, que para Boaventura de Sousa “tendría que tener tres características: anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal.”
De manera que “tenemos que construir una concepción contra hegemónica de los derechos humanos”, concluyó el experto.
Ver en el Instituto popular de Capacitación -IPC-