Con el anuncio de la instalación de la Mesa pública del Acuerdo de Diálogos para la Paz de Colombia entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional (Ver Inicia oficialmente el proceso de paz entre el ELN y el Gobierno), podemos decir que por fin entramos en los esfuerzos finales para la culminación negociada del conflicto armado por causas políticas y sociales que ha afectado al país por más de medio siglo. El proceso de La Habana con las FARC, sin la concreción de la Mesa con el ELN, sería otra paz parcelada como las que se negociaron en los noventa que no sólo no culminaron la violencia política sino que el país se vio abocado a una guerra más degradada donde los grupos violentos en contienda convirtieron en objetivo militar a la población civil.
La Corporación Nuevo Arco iris nació hace veinte años del proceso negociador de la CRS, y ésta surgió de una ruptura con el ELN en 1992. Reconocemos por tanto el paso dado por el ELN en la dirección de convertir su acumulado político en fuerzo política y social para la construcción de la Democracia y de las transformaciones para la paz que requiere un proyecto de reconciliación nacional. Igualmente reconocemos la apuesta del Gobierno nacional por la solución negociada y esperamos que la promesa de “construir una visión común de paz que propicie las transformaciones para la nación y las regiones” no se estrelle en la mezquindad de un régimen político, económico y social excluyente.
La participación de la sociedad en la construcción de la paz ha sido una bandera histórica del ELN que el Acuerdo recoge y que debe permitir el despliegue regional y local de iniciativas y propuestas para las transformaciones que requiere la búsqueda de una Colombia en paz y equidad. Esa expresión amplia de las aspiraciones de la población en un diálogo nacional que es más incluyente que la misma Mesa de negociación con la insurgencia, no permite líneas rojas ni situaciones inamovibles como las que ha expresado repetidamente el Presidente de la República, si de verdad el compromiso con la paz es algo más que una estrategia contrainsurgente.
La Agenda es suficientemente amplia como para que, en complemento con la Mesa de La Habana (Ver Anuncio del acuerdo de diálogos de paz entre Gobierno y ELN), incluya los problemas que afectan la realidad de una sociedad mayoritariamente urbana como la degradación ambiental de un modelo de desarrollo depredador y la necesidad de planes nacionales y regionales de ciencia, tecnología e innovación que permitan la modernización del país sobre la base de fuentes alternativas de energía. El enfoque territorial puede ir más allá del necesario e inmediato beneficio a las comunidades y preocuparse por el reordenamiento territorial de cara a las nuevas realidades políticas y a las profundas tradiciones regionales y culturales de la población.
Tanto para este proceso con el ELN como para el avanzado con las FARC, el compromiso del Gobierno para esclarecer y enfrentar decididamente el fenómeno del paramilitarismo es fundamental, tanto para la protección de los desmovilizados y sus proyectos políticos y sociales, como las comunidades, sus líderes y sus procesos. Además el Estado colombiano no recuperará plenamente su legitimidad mientras no se deslinde definitivamente del origen, promoción y colaboración con los grupos paramilitares y sus Fuerzas Armadas puedan presentarse como un activo de la Democracia, ajenas a toda violación a los derechos humanos y a intereses que no sean los de la nación colombiana.
Bienvenido este Acuerdo largamente esperado que requiere también legitimarse ante el país frente al escepticismo sobre la paz que la derecha guerrerista pregona. El “cese al fuego y a las hostilidades bilateral para la terminación del conflicto armado” que el documento contempla en el punto 5 podría ser una señal para la opinión nacional de una verdadera voluntad de superar la tragedia de la guerra y rescatar la dignidad de las víctimas que, nuevamente como en el acuerdo de La Habana, están reconocidas en sus derechos a la verdad, la justicia, la reparación, los compromisos de no repetición y la memoria.
Fernando Hernández Valencia
Director Ejecutivo Corporación Nuevo Arco Iris
Marzo 31 de 2016