Cuando por x o y razón salimos de nuestra querida ciudad bonita nos da nostalgia, tristeza y pareciese que no pudiéramos vivir sin sus búcaros en flor, sin la puerta del sol, sin el mute y la pepitoria, es entonces cuando añoramos en todo momento, volver a disfrutar de sus gentes, de sus viandas, de su clima cálido, de los lugares donde vivimos nuestra infancia, juventud y adultez, pero en fin, poco a poco nos vamos despojando de esa relación umbilical que los años y la vida nos dio el placer de vivir.
Desde la ciudad de Bogotá, me he dado cuenta poco a poco que nuestra querida Bucaramanga es aún un pueblo, no sólo porque el desarrollo ha venido a paso muy lento, y cuando hablo de desarrollo me refiero a que no se ha generado un avance importante en la industrialización con grandes empresas y factorías que le den un impulso real a la ciudad y por ende a los bumangueses, no basta con construir nuevos centros comerciales que crean la falsa ilusión de que el desarrollo está en marcha, no, tener centros comerciales como el Cacique, o la Florida, o el de la Cuesta y otros tantos, no es sinónimo de progreso, ni de desarrollo, es más, construir el tercer carril, los puentes de la quebrada seca con carrera 15 o el del mesón de los búcaros, si bien es cierto que ayudarán a la movilidad también es cierto que ni acabarán con los trancones ni tampoco son sinónimo de desarrollo.
El problema más grave que sufre nuestra ciudad y su área metropolitana es el del desempleo, la ciudad no genera la posibilidad de empleabilidad a las nuevas generaciones, tampoco a los viejos, somos muy parroquiales, vivimos de las micro y fami-empresas del calzado y cuero, de las también microempresas joyeras y algo de las confecciones, pero con propuestas de microempresas para hacer escobas, empanadas, peto o chicharrones no podremos abordar el futuro. Lo más diciente de esta realidad es el aumento en la piratería del transporte, ya sea en los carros viejos o en las motos, los vendedores ambulantes y los negocios de comidas rápidas, el “rebusque” se ha impuesto y para colmo de males nuestra dirigencia no piensan en grande para generar empresas que den utilidad real a la sociedad y de solución al problema de la falta de trabajo.
El bumangués tiene mentalidad de ave de corto vuelo, sólo desea tener un puesto en una empresa privada, en una entidad del Estado o en un banco para trabajar y poder jubilarse. Los que tienen unos pesos ahorrados o producto de una herencia, los pone en un CDT o compran un bien raíz para alquilarlo y así jugársela.
Nos falta, empezando por la dirigencia política, ser más agresivos y pensar en grande, hoy en día hay que pensar en el diseño de un plan estratégico que nos ponga a pensar cómo posibilitar el hacer empresa para que el desarrollo y el futuro sean la posibilidad de generar riqueza y empleo para las gentes verracas de este terruño.
Y diría que miremos la posibilidad de la generación de energías alternativas, tales como la eólica, la producción de microchips en gran escala para la industria electrónica, la producción de aceites esenciales, acudir a las investigaciones del Instituto Nacional del petróleo y poner en marcha esas propuestas y muchas tantas ideas que se pueden materializar siempre y cuando los dirigentes de esta región piensen más que en buscar el CVY (¿Cómo voy yo?), busquen alternativas viables y sostenibles.
Recordemos que pueblo pequeño, infierno grande y que así como vamos lo que se está es incubando infiernos sociales que no sería conveniente, o la fuga de nuestros hijos a otras tierras en busca de la tierra prometida, pues aquí cada día es más invivible.
Autor: Luis Alberto Cabeza Espinel