«Vamos a demostrar que la construcción de la paz que está próxima a firmarse, nos congrega a las mujeres como lo que somos: en su identidad, constructoras de paz y constructores de reconciliación» Clara López O.
Este jueves 5 de mayo, la doctora Clara López, inició su gestión como Ministra de Trabajo con una reunión en la que participaron mujeres de sectores y organizaciones sociales relacionadas con el mundo laboral.
A esta reunión acudieron un importante número de mujeres provenientes de organizaciones sindicales como las centrales obreras CUT y CGT, la Asociación Distrital de Educadores, los Sindicatos de Trabajadores y Trabajadoras del Ministerio de Trabajo, el de la Caja de la Vivienda Popular y el de la DIAN, y sociales como la Corporación Nuevo Arco Iris, entre otros, de igual manera se vincularon a este espacio movimientos de la sociedad como el de las víctimas del conflicto armado, Lgbti y viviendistas hasta representantes de las personas afro descendientes e indígenas.
En dicha reunión, la Doctora Clara expresó su interés de escuchar por medio de las voces autorizadas, lo más relevante de las problemáticas que deben afrontar las mujeres en el mundo laboral, en un marco bien definido, como lo es el del post conflicto. Planteó dos puntos importantes en la labor que planea realizar el Ministerio; el primero, relacionado con hacer cumplir las leyes y normas que pugnan por fortalecer un trabajo decente para todas y todos; el segundo, promover una intervención activa de las mujeres en el trabajo por la paz y la refrendación de los acuerdos de La Habana, debido a que una de las afectaciones más graves del conflicto armado, las han sufrido las mujeres, esto a que ha llegado incluso a convertir su cuerpo, en muchas ocasiones, en campo de batalla.
De otra parte, las sindicalistas plantearon temas tan importantes como:
• La proliferación de atropellos y despidos o intensificación del acoso laboral hacia personas en discapacidad o mujeres embarazadas. En este punto una de ellas explicó cómo, la responsabilidad de cuidar a su familia y por tanto el incremento de horas de trabajo para la mujer, la ubica en condiciones de vulnerabilidad, lo que tiene como consecuencias el incremento en la solicitud de permisos y la debilitación de su salud física, exponiéndolas a frecuentes y graves lesiones en el sitio de trabajo.
• El debilitamiento acelerado durante los últimos años, del papel que debe cumplir el Ministerio de Trabajo en la protección del trabajador, impidiendo que los y las inspectoras de éste realicen sus labores e impongan sanciones a los empleadores que incumplen las normas laborales.
• La manera como se ha disfrazado en los últimos años en el Distrito Capital, la agresiva flexibilización laboral, con el establecimiento de plantas temporales y las últimas medidas tomadas, que apuntan a realizar lo que ellas denominaron una “masacre laboral”, claramente reflejado en la no renovación de contratos, o el despido abierto.
• La urgencia de hacer respetar los pactos colectivos y proteger el derecho a la organización por parte de las y los trabajadores.
• La necesidad de replantear la política pública de mujer y género, debido a que su formulación se realizó hace varios años y que no se ha logrado que las instituciones del Estado la lleven más allá de las formulaciones generales y del papel.
Nuestra participación en este espacio, se centró en la promoción de la reflexión necesaria, para la construcción de una política pública, que enfrente problemas identificados durante el acompañamiento a poblaciones que no tienen acceso a un empleo formal. Dos de estos problemas centrales son:
• La fuerte participación que tienen las mujeres en el auto empleo, el precariado y en general en la economía informal, lo que le impone condiciones de salud y seguridad adversas para la realización de su labor, agrava el problema de la doble o triple jornada que viene cumpliendo la mujer a partir de su inserción en el mundo del trabajo y amplía la brecha entre hombres y mujeres, incrementando la deuda social con la mujer y haciendo cada vez más lejana la posibilidad de alcanzar la equidad de género.
• El delegar el peso de la economía del cuidado en las mujeres, y (aun cuando con menos intensidad) en los hombres, soslayando el papel que debe cumplir el Estado en crear mediante programas y espacios, condiciones que permitan a la ciudadanía desempeñar sus roles sociales a plenitud, dado la creciente vinculación de la mujer al mundo del trabajo.
Por: María Cristina Arias P. y Albeiro Caro Fernández