Matando con la derecha

-Esto no es el proyecto de un loco desequilibrado, es la acción política destructiva de la ultraderecha, intolerante ante los cambios de la sociedad moderna, intolerante frente al desarrollo de la humanidad- me escribía con vehemencia en el verano pasado una amiga colombiana radicada en Stavanger, Noruega, desde hace más de dos décadas, a propósito del asesinato de 77 personas, la mayoría menores de 20 años, a manos de un fanático en Utøya una de las tantas islas de los fiordos noruegos. Anders Behring Breivik, un hombre de 33 años, comparece en estos días ante una corte de Oslo como autor confeso de la masacre.

Después de 25 días agonizando, Daniel Zamudio, un joven chileno murió en Santiago de Chile luego de que un grupo de personas identificadas como neonazis lo atormentaran y humillaran sólo por su condición de gay, una orientación sexual que históricamente ha sido perseguida y castigada por los regimenes de índole totalitario y por las secciones  más anacrónicas de las sociedades del siglo veintiuno e incrustadas en no pocas instancias estatales.

El año pasado la revista Semana colgó en su página Web un video en el que aparece un grupo de personas – todas ellas ostentando orgullosamente un brazalete con la cruz esvástica – participando en un acto político que rendía culto a Hitler y su obra. En Colombia, donde el asesinato con fines políticos es un acto banal a muy pocas personas se les ocurre pensar que cualquier día aparezca un “lobo solitario” disparando a la diabla contra uno de esos colectivos considerados como “enemigos” por los ideólogos y militantes apocalípticos.

Este jueves estuve en casa del periodista Xavier Vinader conversando sobre el juicio que se adelanta contra Breivik en Noruega. Vinader es uno de los expertos europeos que más hondo ha llegado sobre el tema de la extrema derecha y sus ramificaciones y replicas en el Viejo Mundo y otras latitudes. Durante su exilio en Londres, el laureado periodista Catalán, conoció y cruzó información con el desaparecido Stieg Larsson, el autor de la trilogía negro criminal titulada Millennium (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire) quien era entonces corresponsal de Searchlight, la revista fundada por brigadistas internacionales británicos  que combatieron en el bando republicano durantela Guerra Civil española y que de vuelta a Inglaterra se dieron a la tarea de denunciar a la extrema derecha antidemocrática.

-Multiculturalismo- me dice certeramente Xavier Vinader, escoltado por los 14 mil volúmenes que componen su biblioteca personal y entre los cuales hay centenares en inglés, francés, español y catalán que tratan sobre los meandros del fascismo en todas sus expresiones -. El multiculturalismo es el blanco principal de estos grupos de ultraderecha que se reclaman puros y defienden una distorsionada idea de lo identitario.

Antes de ejecutar la masacre el asesino de Utøya, como se conoce a Breivik, colgó en Internet un manifiesto de 1500 páginas que tituló Una declaración europea de independencia-2083, donde expone sus ideas y explica sus actos. El extenso documento es un batiburrillo de autores, citas, hechos históricos y experiencias personales que pretenden justificar el uso de la violencia contra otras culturas distintas a la occidental y contra todos los partidos políticos que defienden que en un Estado legitimante democrático pueden convivir las más diversas culturas, lenguas, ideas y tradiciones. En el juicio que se inició esta semana, Breivik se reclama como un patriota y se autoimpone la tarea mesiánica de liquidar a los marxistas y multiculturalistas. Para Breivik es legítimo eliminar a los enemigos de la patria.

En Colombia, donde los homicidios por diversas razones se cuentan por centenares cada fin de semana, un personaje como Breivik se torna demasiado exótico para el gusto del país y muy lejano en términos geográficos. Sin embargo, hay expresiones empleadas en algunas columnas de prensa y en ciertas tertulias, tales como “apátridas” para tildar a los opositores que se vuelven tan comunes como los asesinatos de los fines de semana.

/ Yezid Arteta Dávila