Despiert(A)

Alejandro NeitaEl lugar de mi trabajo queda en el barrio Chapinero en el primer piso de una amplia casa de estructura triste y  ventanales renegridos. Mi oficina está en uno de los rincones en donde el frío se concentra más; cuando miro por debajo del escritorio puedo ver a la neblina rondando en la penumbra como un vaho melancólico. En ese espacio mis rodillas parecen congelarse como si mi sangre se convirtiera en hielo. En frente hay un ventanal por el que aparecen  las causas de mis distracciones: ancianos, bellas mujeres, niños, carros último modelo, y pequeñas aves. En verdad me distraigo con frecuencia: los pensamientos van y se postran en el vidrio. Aun así, hay una cosa que me inquieta terriblemente, algo con lo que me encuentro todos los días al llegar a la oficina y sentarme en mi escritorio: en la pared de la casa amarilla de en frente hay un grafiti, dice: “Despier(A)”, así como se ve, con esa letra (A) al final en referencia al anarquismo y que advierte a su vez las demás letras desgarbadas como si se tratara de una correspondencia lógica. También hay otros grafitis sobre la misma pared pero solo este ha llegado a interesarme.

A veces el propósito del grafiti funciona de manera literal, es decir, cuando el cansancio de la jornada laboral o el efecto de las pocas horas que duermo pesan sobre mis parpados, basta tan solo mirarlo para ponerme en alerta, como si el jefe mismo estuviera  señalándome desde el otro lado de la calle. En ocasiones pienso que quizás él mismo la habrá hecho con el objetivo de mantenerme produciendo o, al menos, en vigilia, pues como dicen esas presumidas personitas, “el tiempo es oro”, esa molesta analogía que compara lo etéreo con lo material como si lo primero fuera exclusivamente para la producción. Llegará el momento en que cualquiera diga: “el tiempo es vida”. Claro ésta, eso solo es un producto de mi imaginación, pues, aparte de que los jefes no perderían su valioso tiempo haciendo grafitis, serían incapaces de hallar la debida profundidad de los significados de la palabra, ni se atreverían a dibujar la (A). Hay algunas palabras  o símbolos endiablados para ellos: (A) de la anarquía, el comunismo, la hoz y el martillo, o cualquier otra que pudiera expresar ideales de dignidad y humidad diferentes a los principios rapaces del capitalismo y la competencia.

En otras ocasiones el significado de “Despiert(A)” funciona no tanto como un imperativo laboral sino más bien como un vuelco de la realidad: “¡Despiert(A)!, esto es un sueño”, entonces lo pienso así y trato de hacerlo: cierro los ojos con fuerza, me doy unos segundos a ver si realmente funciona y al abrirlos me doy cuenta que los demás compañeros del trabajo me ven sorprendidos. Siempre estoy mirando el grafiti y nunca he podido conseguir despertar de acuerdo a este significado pero creo que cuando lo haga y finalmente despierte del sueño no estaré en este trabajo, ni en esta casa, ni en esta ciudad, tal vez ni en este mundo.

Por cierto, ¿Qué habrá pensado la persona que la escribió? Es decir, en el momento de la idea de grafitear la pared tenía en su cabeza un amplio imaginario para plasmar y no logró sino esa única palabra. Se quedó corto como el mismo lenguaje en su función de atrapar los pensamientos. Pudo haber sido más claro pero aun no tenemos esa capacidad de escribir nuestras ideas de manera auténtica y fiel. Eso sí, esa persona fue muy audaz al dejar el “Despiert(A)” con todas sus artimañas de significados, pues la combinación  de surrealismo y anarquismo, de onirismo y rebeldía que desborda los subconscientes obliga siempre a la liberación.

En ocasiones pienso también que, quizás, el mensaje haya sido dirigido exclusivamente para mí, no solo porque estoy en el lugar exacto para verlo a cualquier hora del día sino porque para llegar aquí tuve que pasar por varios procesos marcados por el azar. Puedo dar varios ejemplos de ello: pasé varias hojas de vida y solamente en esta empresa fui seleccionado; luego, en mi primer día de trabajo, seguí al jefe: “este es tu lugar de trabajo”, me dijo, justo el de la ventana; y el grafitero, a pesar de que haya muchos paredes en donde rayar, lo hizo exactamente en la casa amarilla de enfrente.

Otro de los motivos por el cual pienso la exclusividad del mensaje es que con frecuencia las personas pasan sin darse cuenta del grafiti, siempre caminan con mucha prisa, sin el tiempo necesario para, al menos, tomarse un respiro y leerlo. Seguramente desaparecerá con el tiempo y nadie se habrá dado por enterado. Sin embargo, aunque todo eso sean solo pensamientos vagos, tengo la sensación de que el mensaje no solo iba dirigido a mí sino al público en general. ¡Los humanistas son así! quieren extender sus ideas hasta los rincones del mundo.

Finalmente hay una última posibilidad de la que me aferro con certeza. Me quedo con la idea de que el grafitero fue o es un gran conocer de Borges, de tal manera que después de meditarlo durante inclementes noches de soledad, dio con el anhelado poema de una sola palabra: “Despiert(A)”, ¡Qué palabra tan amplia, hermosa y desgarbada!, ¡Qué profundidad de significados!, es grandioso ver tan bello arte desplegado en esa pared amarilla. Es incluso existencial: justo en ella me implico como ser pero también me presumo inexistente, sueño pero no pasivamente sino en rebeldía tal como la amerita la anarquía y la vida misma.

Despiert(A) no es solamente un símbolo de comunicación. Ante todo es un medio para la creación en la que se conecta la intimidad, el sueño, los imaginarios de vida, los principios humanos, y así hasta que no haya quedado nada de lo bueno en el mundo sin implicarse. Borges debe estar muy satisfecho, hubo alguien que finalmente, no solo lo entendió, sino hizo realidad el poema.

En cualquier caso no he llegado a aburrirme del todo en el trabajo. Esperaré hacerlo para darle mayor profundidad a ese poema, al final de cuentas es uno quien le da el significado a esa palabra. Tal vez hasta escriba luego uno más profundo. Por lo demás cuando estoy en el trabajo mi alternativa de liberación es soñar y escribir.

Mario Alejandro Neita Echeverry
Politólogo de la Universidad Nacional