«Soy la única especie en vía de extinción que no está en veda perpetua»
Entender la grandeza de Fidel Castro Ruz como hombre revolucionario, estadista y político militar, es lograr interpretar la polarización de la humanidad desde una perspectiva social, política, económica y ambientalmente sostenible, es también mirar el humanismo en yuxtaposición a la ética y quizás a la estética de los derechos humanos y del DIH, en abierta oposición al modelo capitalista e imperialista de la banca multilateral, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la ganancia furtiva, el uso y abuso de la fuerza y el poder de las naciones denominadas del primer mundo en cabeza del imperio norteamericano, desde su posición de expoliación y explotación de las riquezas de los pueblos para su beneficio.
Para el logro de tamaña empresa, Fidel se valió de las tesis básicas del materialismo histórico como principio rector de la lucha de clases en cuanto a las condiciones económicas en las que vivía el pueblo cubano, los medios de producción (recursos naturales más medios técnicos) y la fuerza del trabajo (los trabajadores) y las fuerzas productivas (medios de producción más fuerza de trabajo), en poder de una clase dominante minoritaria, que además controlaba todas las esferas jurídicas, políticas e ideológicos, tales como el derecho, el estado, las religiones, las manifestaciones, y demás, así como las instituciones que las representaban.
Visualizar la capacidad proactiva del caudillo y sus barbudos para unificar un pueblo, una esperanza, una razón y una lucha de clases anti imperialista, radical a muerte, contra la dictadura militar Fulgencista, lacaya del imperialismo y del capitalismo salvaje que tenía a la sazón la Cuba de Batista, pasa necesariamente por la voluntad de un pueblo cansado de la bota militar que oprimía y arruinaba la dignidad del cubano, aumentando su pobreza y su miseria con el respaldo del águila imperial, tal como sucedió y sigue sucediendo en muchos países del mundo donde la miseria se sienta a la mesa con la opulencia.
Obviamente, no se puede comprender el socialismo cubano como un proceso impensado, ni automático, sino que es un factor que tiende a establecer paulatinamente condiciones de irreversibilidad en cada tiempo histórico. Si el lector logra comprender el marco teórico de la revolución cubana puede entonces entender la revolución y su momento histórico, sin tener que justificar la grandeza o no de Fidel, ya que si bien a él le correspondió, pudo ser cualquier otro cubano quien asumiera esta bandera.
Cabe resaltar que existían dos miradas pre-revolucionarias de Cuba en los años 50, vista por un lado como la isla del pecado, sumida en los vicios del juego, la mafia, el baile, la música, las prostitutas, los tabacos, los abortos, los centros turísticos, y las películas pornográficas. Por el otro la mirada revolucionaria contra la dictadura, la extensa corrupción de los gobernantes, los males del mono-cultivo del azúcar y la pobreza rural extrema, la alta tasa de desempleo (especialmente entre los jóvenes, tanto en la Cuba urbana como la rural).
O sea que el mundo popular cree que la revolución se da contra los casinos y los mafiosos y no por las políticas de hambre y miseria del capitalismo, de allí que la obra de Fidel tiene tanto de revolucionaria como de altruista, de reivindicativa como de transformadora, de solidaria como productiva, de analfabetismo y bajo nivel educativo, como de académica y científica, de resistencia como de dignidad, de democrática como anti imperialistas, de contaminación y acción antrópica a ambientalmente sostenible, de hambre y miseria a seguridad alimentaria y seguridad humana, de local a nacional e internacional.
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Por: Luis E Sánchez Puche
Sociólogo Nuevo Arco Iris
Presidente ACCE