“Jeeeeeeeeeeeeeeee vaca jarrete cagaoooooo, la mujer chiquita y tetona no sirve p’ molendera, porque con la punta de la teta hecha la masa p’ fuera” Canto de Vaquería del Sinú.
“Doña por favor se colocan el porro María Barilla, con mucho gusto. Vea usted ese viejo corroncho lo que va a pedir, jajajajaja (risas). Bueno y qué es lo de ustedes, no saben que esa es la música autóctona de la costa Atlántica que debemos llevar en la sangre, da tristeza ver unos pelaos que no conocen su propia música, su propia cultura. Qué desgracia. ¡¡Silenciooooooo!!”
La duda del año exacto en que sucedió esta anécdota aún subsiste y es total, sólo recuerdo que fue en Cartagena y que su principal protagonista fue mi padre, el legendario don Marco Sánchez Pareja y otras hiervas como romeo, anamú y a veces florecitas de tilo QEPD, en una fiesta para celebrar un grado de bachiller de alguien conocido, por allá en los setena cuando en la alegría propia del sinuano, ‘pídole’ la exquisita pieza musical, mamá de todos los porros he himno real de nuestra tierra sinuana en el departamento de Córdoba, el porro María Barilla.
Lo único cierto es que no existe banda de porro o fandango, compuesta de tres, cuatro, diez o más músicos que no se dé la pela por interpretar magistralmente el famoso y sonado Porro de nombre MARÍA BARILLA, el “para muertos”, “despierta borrachos”, “revienta cumbiamba”, “pela bolsillo”, hace que uno se gaste una plata ajena, persuade una cuca, baja un moruno, mata una, dos o tres gallinas para la amanecida y hasta hace que el pavo de navidad o el 31 caiga 6 meses antes para continuar la parranda y esperar la alborada en la fiesta de San Pelayo Córdoba, la capital mundial del porro en todas sus manifestaciones.
Es una ley de fiesta o parranda en el Sinú, que bien sea en esa vaina que ahora llaman -la hora loca-, o en altas horas de la noche o madrugada, cuando la fiesta se quiere acabar, entra una banda pelayera, papayera o chupa cobre, con una tanda de porro y fandango, tocando por supuesto el porro María Barilla. De inmediato; los borrachos se componen, los dormidos se despiertan, los enamorados se alegran y la gente grita y guapirrea de alegría y contentura, bebiendo y tomándose hasta el agua del florero.
El grito de ‘huepaje’, ‘hijueputa’, ‘no joda’, ‘viva la chucha peluda’, “Fuera y fuera no me joda la mujer que no para que se joda” y otras tantas expresiones de alegría y folclor con sabor a mierda de vaca y abarca tres puntas, que con el parapara pa, del clarinete, el redoblante, bombardino, las trompetas y otros instrumentos de viento y percusión, dando al porro moruno, la fuerza de un brebaje mítico, que despierta los sentidos, saca de su letargo nuestra vena “corroncha” haciendo que la fiesta vuelva a empezar hasta que el “Mono abra las puertas de su consultorio” y el sol me pegue en la cara para saber que amanecí y he bebido. Y que hablen lo que quieran, “que después del último no hay quien pase” y “Sarna con gusto no pica y si pica no mortifica”, ¡qué carajo!, que me mate el guayabo que plata es lo que tengo, y si no me creen ¿Pregúntenle a la muerte cuánto vale la vida p’ comprarla”.
Veintitrés entre músicos, cantadores, bailadores, bailadoras, lavanderas, narradores más su respectivo escritor y director hacen de la obra María Barilla, producida por la Fundación Teatro Nacional-FTB-Darío Silva, la obra de las obras capaz de reunir en un mismo escenario durante una hora y cuarenta minutos todo el viejo Sinú cordobés, untado de esa magia autóctona que tiene cada región de nuestra patria, que gracias a sus tres cordilleras logró conservarse casi intacta a pesar de la tecnología y la colonización cultural facilitada por la comunicación virtual y el fácil acceso a otros ritmos melódicos no tradicionales.
El ya igualmente legendario Teatro Nacional la Castellana, fue el escenario donde contados costeños disfrutamos de esta hermosa obra, imbuidos en un mar de cachacos que sí saben en dónde está la bacanidad y el sabor del suero atolla buey y la idiosincrasia costeña, amén del tabú de la zoofilia y el cerebro sin materia gris como escribiera la “conquistadora y colonizadora” de forma arbitraria Salud Hernández en su columna de marzo de 2012.
La apuesta en escena, es una maravillosa combinación de una fuerza folclórica untada en porro, cumbia, mapale, vallenato, bullarengue, grito de monte, canto de vaquería, tambora, clarinete, guitarra, redoblante, contrabajo, percusionista, gaitas, cantadora, faldas multicolores, sombreros vueltiaos, abarca de tres punta, pies descalzos como la fundación de Shakira, pañoletas, olla de barro, ganado romo sinuano, campesinos sudorosos, fumadores de tabaco y cigarrillo piel roja, encarnados como vaqueros, corraleros y lavanderas, eso si todos ellos, atrapados por el gamonalismo que por siempre acompaña las bravas tierras del Sinú y San Jorge, bien vestido de caqui, vestido, de verde oliva o vestido de paramilitar.
Cantadoras y bailarines de treinta y menos años, se juntaron con el vaquero viejo cantador sesentón, para burlar la muerte en escena, “Quien baila y goza espanta la muerte”, como solía decir la propia fandanguera, representada a son de cadera, contoneo de hombros, sonrisa de siempre viva, vigor de mujer temprana, voz de porro y fandango, con piel de blanco folclor llamada Natalia Bedoya, la propia María Barilla…
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Luis E. Sánchez Puche
Sociólogo sinuano de pura cepa