Locombia o sociología de la corrupción: “Colombia entre la corrupción y la depredación”

Es indudable que para el Gobierno Nacional, el Congreso de la Republica, las Altas Cortes (Constitucional, Justica, Concejo de Estado), los empresarios, los banqueros, la clase política, la cúpula militar, las multinacionales que están en el país y fuera de él, resulta importante, interesante y además perverso, mantener la corrupción, desfalcar el erario público, el capital privado, al igual que recaudar fondos de los contribuyentes para aumentar y conservar ganancias, priorizando el statu quo, antes que pensar si quiera en reducir sus beneficios económicos, sociales y políticos.

Presidentes de la república, senadores, representantes, alcaldes, concejales, diputados, ediles, ministros, directores de instituciones descentralizadas, magistrados, jueces, fiscales, el ministerio público, la contraloría nacional y demás funciones públicas y algunas privadas, han prevaricado para favorecer interés y obtener ganancias furtivas mediante coimas, o si se prefiere -comisiones o primas de éxito-, por lobby o gestión pública como se denominan en el mundo financiero de lo político.

El valor del voto, el visto bueno, hasta hacerse el de la vista gorda en estos cargos, cambia la fortuna de cualquier funcionario público o privado en un santiamén. Lo que constituye de suyo, el cimiento ideológico de la corrupción nacional como mal supremo que oprime y agobia nuestro país, silencio o voto a cambio de dinero o prebendas especiales (mordidas, comisiones, mermelada etc.). Es allí en la cúspide de la pirámide política y financiera, donde se cuecen las habas, se cocinan lo cuis, se fritan las arepas, se preparan las bandejas, se hace el sancocho y el chunchullo, de la corruptela, trama perversa que baja por gravedad hasta la base de la pirámide social, contaminando cada uno de sus estamentos, al punto que de volverse viral.

Pareciera que el paradigma de la corrupción es una cosmovisión del mundo antiguo, moderno y contemporáneo, cualquier recoveco de nuestra sociedad contiene el virus de la corrupción, la avaricia y la maldad afectan la familia, los estamentos institucionales, las iglesias, las juntas comunales, las escuelas, es como el Rey Midas de la maldición y el oro. Basta con que haya dinero de por medio, para que de una u otra forma aparezca la corrupción, los contratos, las gestiones, los programas, proyectos, tramites de documentos, multas, sanciones, juicios fiscales, demandas jurídicas, pleitos, denuncias, asesinatos, masacres, desfalcos, hurtos, estafas u otro tipo de situaciones, incluidas la paz y el narcotráfico pasan por el flagelo de la descomposición humana, del truco y el engaño.

Lo grave no está solamente en el enriquecimiento ‘legalícito’ (legal e ilícito) de los corruptos a costa del erario público o el capital privado, sino en los efectos colaterales profundos que han contribuido notablemente en la creación de la brecha económica, social, política y ambiental que hoy polariza el país gracias a la acción con daño que produce la cadena mítica de la corrupción.

Vista desde la Sociología, la corrupción es una estrategia de la acción social que genera vínculos, intercambios, relaciones, interacción ciudadana público-privada, en bienes y servicios, hecho social que involucra prácticas inverosímiles, que en otro tipo de relación es imposible que se den. El secreto radica en el usufructo y la distribución de la ganancia furtiva, como se dice popularmente “del mismo cuero salen las correas”, es un problema de exclusión e inclusión, que favorece la calidad de vida de algunos y perjudica la calidad de vida de otros, reduciendo o aumentando la complejidad y el riesgo para unos y otros.

El realismo mágico del ‘garcíamarquismo’, tiene sus arcanos en el mundo de la corrupción, las raíces culturales de lo inexplicable, se expresan ampliamente en los acuerdos turbios, el concierto para delinquir, la ética de la palabra entre tramposos y ladrones, ningún torcido se firma, documenta o registra en notaría, es la palabra empeñada, respaldada con la propia vida si es necesario, la que responde por el cumplimiento de lo acordado, de allí que alianzas perversas imposibles en otros escenarios, fluyen con facilidad en este tipo de acuerdos mal habidos, tratando de garantizarlos formal o informalmente, el ‘legalícito’.

Bajo este sentido y tal como lo han expresado autores como Mujica (“Relaciones corruptas: poder, autoridad y corrupción en gobiernos locales”) la corrupción debe ser considerada como un fenómeno social, que tiene un sentido propio, esto es, que la corrupción posibilita un espacio para las relaciones con sentidos y lógicas propias que permite la generación de alianzas y estrategias que sirven para la obtención de beneficios materiales o simbólicos. 

En Colombia y el resto del mundo el peaje de la corrupción, cada contratista debe justificarlo contablemente no solo para su contratante o donante, sino también para el Estado. Para ello debe recurrir a todo tipo de artimañas legales, que satisfagan la interventoría, supervisión, las “ias”; procuraduría, la contraloría, la fiscalía, la veeduría, la DIAN, entre otras constituidas como entes de control y vigilancia frente a lo ejecutado. El pago de impuestos, retenciones, facturas, informes financieros, académicos, productos, metas, obras, listados, memorias fotográficas, anexos entre otros requeridos como fuentes de verificación deben cuadrar caja con el presupuesto de lo ejecutado, para que el balance contable sea satisfactorio.

¿Si las rutas de contratación y vigilancia están expeditas, claras, precisas y concisas, por qué se da la corrupción? Interesante pregunta que justifica las alianzas perversas de la corrupción y su daño colateral o acción con daño: crímenes ecológicos, desfalcos financieros, adulteración de cifras, sobre costos, contabilidades paralelas, tráfico de influencias, regalos, canonjías, sobornos, amenazas, asesinatos, masacres, desapariciones forzadas, contaminación de recursos hídricos, despojo, desplazamiento forzado, grupos armados ilegales, narcotráfico, leyes perversas, reformas constitucionales, decretos reglamentarios, permisos ambientales, escrituras.

Todo puede ser cambiado, adulterado o violado, si el acto corrupto lo justifica, si la ganancia a conseguir lo amerita, lo más perverso de todo es que al coronar, se le dan las gracias a Dios, se le pone vela a los santos, se agradece el milagro, con un diezmo jugoso, que el cura, sacerdote, pastor, obispo o jerarca de cualquier iglesia, recibe gustoso, aun sabiendo la procedencia del dinero manchado con la tinta indeleble de la corrupción.

Existe una “ética ontológica” de la corrupción, vista incluso como un proceso normal de la función pública, para muchos de ellos es normal prevaricar por omisión o por acción, como si fuera algo común en el mundo de lo público-privado y de lo cotidiano, ya que es tan corrupto y anti ético el que prevarica como el que se hace el de la vista gorda, siempre y cuando le den su parte de la torta sin importar su tamaño, la trama rayana en una cultura de lo perverso, se conjuga con el deber, la responsabilidad, la lealtad, la confabulación y el irrespeto, es tal su fuerza de veracidad, que tanto para el común de la población, como para la burocracia de elite, que es vista como un acto que simplemente ocurre y ya. Porque político sinónimo de ladrón, funcionario público sinónimo de corrupto, lideres social sinónimo de bandido y así sucesivamente, frases lapidarias como “ese man está jodido, fue alcalde 4 años y salió limpio“, “deja que pasen unos años y saca todo lo que se robó”, “todo está a nombre de la moza” y así sucesivamente.

La trama de la corruptela es como un bulto de anzuelos, una enredadera de bejucos o una ensalada de víboras y alacranes, aunque su apariencia sea la de las hermanas de la caridad, los padres de la patria o las madres de la plaza de mayo, compleja y difícil de desenredar, como si estuviéramos en aquella vieja cinta cinematográfica “Atrapado sin salida”. La individualidad de cada corrupto se vuelve conjunta, busca por momentos adaptarse y sentirse parte de la sociedad que a su vez corrompe, por otros momentos se resiste y solo pide tolerancia a su acto infame.

De allí que a lo largo y ancho de nuestra historia como país y humanidad, esté plagada de corruptos de todos los pelambres, jerarcas, magistrados, senadores, alcaldes, gobernadores, ministros, jueces, magistrados, es una lista sin fin que se hace interminable, presidentes de la Cámara y el Senado de la República, magistrados de las altas cortes, ministros, directores de institutos descentralizados, gerentes de empresas nacionales e internacionales, son parte de esta cosecha de podredumbre que constituye un mal capital para el país, a mi juicio mayor que el narcotráfico y el conflicto armado. Tema que sin lugar a dudas será tratado en nuestra segunda entrega sobre Locombia Corrupta. Causas, consecuencias y alternativas de solución.

Por: Luis E Sánchez Puche
Sociólogo. Nuevo Arco Iris
Presidente ACCE

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