Las inundaciones registradas por estos días en el Bajo Sinú, en el departamento de Córdoba, confirman una vez más las verdades que, desde que se inició la construcción de la hidroeléctrica de Urrá, hemos venidos sosteniendo, y que están enfrentadas a las mentiras, ya insostenibles, de la empresa Urrá S.A y de sus anacrónicos directivos.
En lo ambiental el impacto negativo ha sido una constante. La desaparición del bocachico, la erosión de las riberas, la desaparición casi por completo de las playas, la sedimentación de caños y ciénagas, la penetración de la cuña salina y la caída, cada vez más notoria, de árboles en todas las riberas del Sinú, son pruebas visibles de lo que habíamos anticipado hace 20 años en las páginas de EL ESPECTADOR, con el apoyo del ambientalista y filósofo Paúl Sánchez Puche.
Un hecho que también anunciamos en su momento, y cuyos efectos está demostrado, es el de la cantidad de biomasa que quedó sepultada en el área represada y que ahora está produciendo un acelerado e irreversible proceso de sedimentación, tanto en la represa propiamente como a lo largo del lecho de río Sinú, lo cual también contribuye a su desbordamiento e inundaciones.
Consecutivamente, la sedimentación de la represa está acortando el periodo de vida útil de la hidroeléctrica, y a la vez, contribuyendo al calentamiento global debido a las emisiones de gas metano (Ch4), que es uno de los gases más dañinos del efecto invernadero, y que contribuye al calentamiento global y contaminación ambiental. Rafael Pastrana Negrete, quien vive en la zona, explicó que un buzo que llegó de Medellín confirmó que “aquí ya no hay nada que hacer porque hay una alta sedimentación por la descomposición de la biomasa”.
En lo social, el gobierno y la empresa Urrá S.A abandonaron prácticamente a las comunidades que fueron reasentadas y muchas familias, que fueron reubicadas en Nuevo frasquillo, Campo Alegre, Las Delicias, Rosario y Campo Bello, se han desintegrado porque la vida les cambió por completo. Los predios que en su momento les entregaron los han tenido que vender para poder marcharse para otros departamentos.
La hidroeléctrica tampoco cumplió con las expectativas energéticas de comunidades como Crucito, que carecen del suministro de energía; además, son muchas las vías que se encuentran en mal estado, como son las que conducen a San Felipe de Cadillo, Batata, Charua, y Santa Fe Ralito.
No obstante el grave impacto social, ambiental, cultural y económico, que en su momento anunciamos como previsible, y que en efecto se están cumpliendo, ahora los directivos de Urrá S.A empezaron a tocar nuevamente el tema de la construcción de una nueva hidroeléctrica. También era previsible. Si bien el ministerio de Ambiente descartó la posibilidad de otorgar la licencia ambiental para una nueva hidroeléctrica, en el Alto Sinú, lo cierto es que el fantasma de una nueva obra sigue rondado en la cabeza de los directivos de la empresa, quienes por más de 20 años han manejado a Urrá S.A a su antojo, como si fuera su finca. Sea el momento para hacer un llamado a los cordobeses para que no se dejen ilusionar con un nuevo proyecto hidroeléctrico cargado de puros falsos positivos, como sucedió con Urrá, en el alto Sinú. Además, porque una nueva hidroeléctrica inundaría 53.000 hectáreas de selva en el Nudo de Paramillo, lo que significaría la muerte de uno de los valles más fértiles del planeta.
Autor: Ramiro Guzmán Arteaga
Comunicador Social-Periodista, Mg en Educación