A Nicole Caicedo la conocen en la mayoría de colegios públicos de Buenaventura. Denunció agresiones del Esmad durante los paros estudiantiles, pidió un espacio de participación para los jóvenes cuando se estaba llevando a cabo el proceso de paz con las Farc y exige, regularmente, intervenciones para mejorar la infraestructura escolar en el Pacífico. Tiene 14 años y su liderazgo ha sido, como ella dice, “natural”, sin presiones políticas de por medio. Hace unas semanas recibió una llamada telefónica: “Viajarás a Bogotá a exponer las preguntas que tienen los jóvenes de Buenaventura sobre la paz, te las va a responder Humberto de la Calle”.
Al otro lado de la línea estaba un delegado de la ONG Children Change, organización que gestionó el espacio entre un grupo de jóvenes y el jefe negociador del Gobierno durante los diálogos de paz de La Habana. Era la primera vez que Nicole viajaba en avión; la primera vez que entraba a la Universidad Javeriana – y no como estudiante o espectadora, estaría en una mesa como expositora–. El público al que le habló estaba compuesto por un nutrido grupo de jóvenes que llegaron desde diferentes regiones. A su lado estaba, como representante del Putumayo, Yamile Angulo, de 16 años.
Después de las 10 de la mañana de este miércoles, la conversación comenzó. Yamile y Nicole se miraban de reojo, leían en silencio los discursos que tenían preparados. Cuando tomó el micrófono, Yamile se presentó dos veces, mirando las hojas sobre la mesa. De la Calle, quien fuera el jefe negociador del gobierno en La Habana, sentado justo a su lado, escuchó y sacó una libreta de apuntes. El testimonio de Yamile no duró más de cinco minutos pero causó una serie de ovaciones en el auditorio. Esto fue lo que dijo:
“En mi departamento ni siquiera tenemos derecho a la luz. No tenemos acueducto en nuestro territorio, no tenemos una universidad fronteriza. Sentimos que los padres no nos escuchan. Tengo compañeros que por depresión se hacen cortadas en las manos o en las piernas. Miren, es que nuestros padres acuden por necesidad a trabajos ilegales y los arrestan por cuatro, cinco años o más. En San Miguel tampoco tenemos tiempo libre de calidad. En lugar de ir a estudiar, los jóvenes prefieren ganarse 30 mil pesos diarios trabajando como raspachines. El 83% de los campesinos de Putumayo no van a al colegio y la verdad, señores, nosotros los jóvenes no queremos dedicarnos solo a raspar coca”.
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Después del silencio que dejó la ovación del auditorio comenzó a hablar Nicole: “En Buenaventura no hay una política para la infancia. Los jóvenes queremos contribuir a la paz pero no tenemos espacios. Existe una Mesa de Infancia y Adolescencia que se hace una vez al mes, pero no es suficiente. ¿Cómo vamos a intervenir en el proceso de paz si nuestros colegios están llenos de goteras, si no tenemos hospitales y si somos considerados por el resto del país como un puerto y ya? Hacemos un paro y el Esmad nos agrede. No tenemos oportunidad para aportar nuestro conocimiento. Estamos desamparados”.
De la Calle tomaba nota. El micrófono pasó a las manos de Diego Rozo, un estudiante de Derecho que vivió buena parte de su vida en Cali y Manizales: “Dicen que el futuro en Colombia son los niños pero no les prestan atención como agentes de cambio. En las casas siguen regalándoles elementos de cocina a las niñas, elementos que están dentro del hogar, y a los niños balones, aviones, todo lo que está afuera. Hay un problema de género en la educación. Según Save the Children, en Colombia violan diariamente 21 niñas entre los 10 y 14 años”. A la cifra que entregó Diego se podría sumar otra del Registro Único de Víctimas: en el país existen 2.400.000 niñas y niños víctimas del conflicto armado.
En el público también se levantaron algunos jóvenes y preguntaron sobre la reconciliación y otros aspectos del posconflicto. Un interrogante que llamó la atención del auditorio fue el siguiente: “¿Qué pasa con los menores reclutados por las Farc? ¿Por qué no han sido liberados todos los menores?”.
Las respuestas
Humberto de la Calle se remitió a una escena de su infancia para comenzar a responder: “Cuando tenía siete años, mi hermano mayor, de 14, me dijo que por qué no nos íbamos a conocer el mar. Nosotros vivíamos en Manizales, una ciudad pequeña en medio de las montañas. Irse al mar significaba una gran aventura: necesitábamos pasar por la cordillera, llegar a la Dorada y después viajar 20 horas hasta llegar a Santa Marta. Mi hermano me dijo: ‘antes de salir métase la plata en las medias porque en el camino hay mucha violencia’. Piensen en ese mensaje para un niño de siete años. A esa corta edad tiene que pensar en la violencia cuando tiene una ilusión tan grande como conocer el mar. La violencia siempre ha afectado a la niñez”.
Detrás de la pregunta de Yamile existía una clara referencia al problema de los cultivos ilícitos que, según de la Calle, tiene que ser resuelto atacando directamente a las mafias del narcotráfico. “Es absurdo que algunos propongan meter a la cárcel a los cultivadores. Hay más de 80 mil familias en Colombia que viven de esos cultivos. El Estado tiene que ir allá, sustituir los cultivos, invertir plata, llegar con programas. El Estado tiene que quedarse, el programa de sustitución es un arbolito que tenemos que cuidar”.
A Nicole le dijo que, en efecto, Buenaventura es visto como “un muelle a donde llegan barcos y salen tractomulas. No son conscientes de la miseria que hay detrás. El Pacífico es extraordinariamente importante y es cierto, no tiene la suficiente participación”. Los temas de los jóvenes, para quien fue el jefe negociador del proceso de paz, tienen una relación directa con el posconflicto. Ya no es la presión de la guerrilla de las Farc en diferentes territorios lo que está el primer lugar de la agenda gubernamental, sino justamente las causas que originaron la violencia. En medio del debate también hizo alusión al pago que reciben los exintegrantes de las Farc: “Miren yo sé que esto genera mucha controversia. Hay jóvenes que me dicen: si yo no tengo trabajo por qué al guerrillero sí le dan plata. Lo que les tengo que decir es que lo hace el Gobierno para defender a la sociedad colombiana, para que ese guerrillero no reincida”.
Hubo dos preguntas que generaron tensión: la del reclutamiento de menores y otra sobre los recursos naturales. En un punto, Yamile dijo que no entendía por qué en su municipio había tanta pobreza si tenían tanto petróleo. De la Calle admitió que existen posturas ambientales que sugieren la anulación de los proyectos extractivos. Sin embargo, le preguntó a la audiencia cómo se podría financiar el posconflicto si el 62% de los recursos que llegan a Colombia provienen del petróleo. También le dijo a Yamile que existía un problema de fondo con el sistema de regalías y con la corrupción a nivel regional que de una manera u otra bloqueaba la inversión que deberían generar esas empresas extractivas.
Frente al tema del reclutamiento, y a manera de conclusión de la charla, surgió una pregunta: ¿si un menor termina en las armas es víctima o victimario? Claramente es víctima, dijo de la Calle: “Desde un comienzo les dijimos a las Farc en La Habana que tenían que liberar a los menores. Ellos nos preguntaron ¿Quiénes son los menores? Nosotros les dijimos: lo que dice la ley, los menores de 18 años. Como ellos decían que no creían en el establecimiento, señalaron que para ellos eran los menores de 15 años, como lo dice el Estatuto de Roma. Tampoco aceptaron que el ICBF los acogiera. Al final la Unicef se encargó del proceso y les puedo decir que según esa entidad ya no hay menores en las filas de las Farc, por lo menos en contra de su voluntad”.
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poco a poco se generara este proceso y es con los jóvenes y escuchando sus inquietudes y aprovechando sus capacidades y tratando de responder sus inquietudes y formulando vías concretas de avance a situaciones tan extremas con las presentadas por Yamile y su compañera.
Respaldo este tipo de ejercicio y ojalá vayan pasando los diferentes responsables de la desigualdad en Colombia para tener un país mas justo, equitativo y sin corrupción.
Alvarosss