La constitución política de 1991 nos adelantó del estado de derecho centrado exegéticamente en la norma, al estado social de derecho con el énfasis en la persona.
Desde el 2000 a hoy han acumulado 20 años de poder, lo que les permite avanzar hacia el estado de opinión, perdimos el equilibrio de poderes y el gobierno con su partido alineado con la ideología internacional del miedo y el rencor, los órganos de control, los grandes medios de comunicación… todo al servicio del patrón.
Pero como no todos los dedos de la mano son iguales, Junto al Catatumbo, el suroccidente del país se alza en dignidad y resistencia, fortalece sus dinámicas organizativas sociales, su capacidad movilizadora y sus propuestas escalan de lo reivindicativo a la discusión de autoridad a autoridad, es decir al escenario de lo político y sobre los temas estructurales de Democracia, vida-derechos humanos y territorio.
Cuestionamos desde estos Departamentos el extractivismo, la agroindustria arrasadora de nuestros territorios y propendemos por el manejo de energías limpias, así como sistemas agroalimentarios sanos, hermanados con el medio ambiente.
A lo anterior el poder responde entregando veladamente el manejo del orden público a la mafia del narcotráfico y la minería ilegal, pretende desmontarse de la responsabilidad de garantizar la vida y bienes de la comunidad, aplicando como estrategia la terrible pacificación a lo Urabá, por ello ante las masacres y asesinatos de las y los dirigentes sociales su respuesta son inservibles consejos de seguridad, convirtiéndose las autoridades nacionales departamentales y la fuerza pública en notarios del conflicto armado.
Y se estigmatiza al suroccidente en el discurso oficial; es el narcotráfico hoy el caballito de batalla, se olvida de que la mitad de nuestros habitantes están en la pobreza, que la deuda del gobierno central es por décadas con estos departamentos, además los Pdet no los implementa por creer que con ello se fortalece al partido de la Rosa, y el Pnis es una gran mentira que volvió nuevamente a sepultar la confianza que se había alcanzado a construir entre comunidad y gobierno.
El estado de opinión se personifica en un líder que como Mussolini echa mano permanentemente de los plebiscitos o referendos para “supuestamente consultar al pueblo”, sin darle a este los elementos de análisis, siendo reemplazados por discursos que juegan con las emociones y sentimientos del massmedia, que además tiene una policía y fuerza pública privatizada al servicio de su ideología.
Y mientras en las ciudades aconducta la opinión, en las apartadas zonas rurales nuevos grupos armados no ya en lucha contrainsurgente como los antiguos paramilitares, sino en contubernio con intereses económicos y políticos más puntuales y localizados, además de sostenerse fundamentalmente con la nueva esclavitud generada por el narcotráfico, su composición debe ser materia de estudio desde sus unidades hasta sus mandos.
La pobreza y la existencia de un modelo que no nos integra, así como la guerra territorial por ocupar y controlar los espacios físicos, son hoy por hoy la constante de nuestro rebelde y digno suroccidente Colombiano.