Por Harold Ruiz Moreno
“Estaba cantado, la fiscalía a los pies del innombrable y este se
Limpia los zapatos con la justicia”…
“A Uribe le digo hoy: triste historia la suya, al final de su vida pública, intenta torcer y mancillar por todos los medios la justicia. Pero eso ha sido inútil. El país sabe de su culpabilidad, la juventud conoce su verdadero rostro. Para usted no habrá luz al final del túnel.” (Senador Iván Cepeda Castro).
Construir la democracia ha sido un esfuerzo épico de sociedades, estados y de una corriente de opinión que considero que un estado con división de poderes, permitiría genera una sociedad de bienestar, progreso y sobretodo libertades, pilares que caracterizan una democracia participativa, incluyente, garante de derechos, oportunidades y garantía para las minorías. Valores que identifican al estado colombiano muy a pesar de que el conflicto y la violencia se han ensañado contra el estado democrático que por excelencia plasmó el constituyente en el pacto social que significó la constitución del 91.
Contra el sueño del constituyente primario del 91, conspira la derecha que ha mal gobernado el país, por los constantes escándalos que vivimos con la violencia generada por el levantamiento armado de una de las guerrillas más antiguas del continente, y tal vez la más sangrienta, un país con los mayores indicadores de concentración de la riqueza, con alarmantes índices de pobreza, de inequidad, de acaparamiento de tierras en pocas manos y con un débil apartado estatal, donde las oportunidades de acceso a la educación es de los más limitados del continente, con una oferta en salud privatizada y con pocas oportunidades de generación de ingresos, donde el desempleo y subempleo bordean el 18 % y 30%.
A esto se suma la crueldad del conflicto armado, su servicia y degradación. Nadie puede desconocer que el estado colombiano ha sido capturado por el narcotráfico o el paramilitarismo en diferentes escalas y momentos de la vida nacional y que la tragedia humanitaria que vive el país se debe entre otras causas, a lo ocurrido por los mal llamados falsos positivos, que no son otra cosa que ejecuciones extrajudiciales cometidas por la mayoría de los integrantes del ejército nacional que en el periodo de gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez, presentaron al menos 6.402 casos según la JEP; las masacres, el asesinato sistemático de los líderes sociales y los firmantes de la paz, los desplazamientos, confinamiento, las casa de pique, hornos crematorios, pozos de ácido, son la vergüenza mundial de un estado que se hace llamar democrático como el colombiano.
La corrupción es por igual la página diaria donde quienes gobiernan el país, se alzan con los recursos públicos, casos emblemáticos como foncolpuertos, Reficar, La Dian, La DNE, agro ingreso seguro, y Odebrechet, son entre otros la práctica cotidiana donde se roban el estado.
Las más de 8 millones de víctimas reclama verdad, justicia, reparación y no repetición; las cifras de la impunidad sobrepasan el 90%, la mayoría de la administración de justicia ha sido también capturada por el régimen de terror, para ellos el Ñeñe Hernández sigue siendo un promisorio ganadero, el Memo fantasma puede seguir haciendo negocios con la Vice, y el embajador Sanclemente es el fiel reflejo de la economía naranja, procesando sus 4 laboratorios de coca en las goteras de Bogotá; se demuestra que desde el gobierno se puede seguir haciendo perfilamientos, falso positivos judiciales contra la oposición, y amenazas desde los cuarteles con las águilas negras.
Y como estaba establecido para el patroncito, la vuelta está hecha, “la fiscalía que se creó para acusar a los delincuentes”, cumpliéndole al jefe de la banda, pide PRECLUIR, muy a pesar del suficiente acerbo probatorio de la corte Suprema de Justicia, está demostrado que el innombrable tiene el estado a sus pies y se limpia los zapatos con la justicia, esto es Polombia..