Por Fabio Humberto Giraldo Jiménez
En pleno Mayo del 68 -el de la imaginación al poder- decía Felix Guattari, por entonces un joven filósofo, y no solo él, por supuesto, que el orden social, injusto y desigual por la gigantesca concentración de la riqueza y del poder en un minúsculo grupo de personas, no podría sostenerse sino por medios policiales y militares justificados en una legalidad interpretada a la medida y con la misma intención y con unas instituciones de control domeñadas. Y decía además, con otros, muchos, muchísimos, entre ellos M. Foucault y G. Deleuze, que el marxismo epistemológico convertido en partido revolucionario, no era una alternativa por su dogmatismo ideológico, su centralismo organizativo y la jerarquización seriada y conventual de su militancia.
Consideraba que los grandes sistemas políticos habían degenerado los grandes ideales de verdad, justicia, bondad y belleza porque la política de los partidos políticos y de los políticos, a fuerza de intermediarios, los habían colonizado y se habían adueñado de su fuerza y de su sentido originario. Ya el liberalismo filosófico con Russell, Berlín, Popper y muchos otros lo habían advertido. Él lo decía, sin embargo, mientras marchaba entre una multitud de jóvenes, cada uno de ellos una molécula deseante, aludiendo a su espontaneidad y autonomía, que ya no creía en las respuestas ensayadas ni en los liderazgos mesiánicos.
Se trababa, sin duda, de una multitud muy espontánea que sentía que su algarabía no era solamente la expresión de un sentimiento político, que lo era, sino también un sentimiento estético: la expresión política de la autonomía como belleza, el goce de gritar, cantar y bailar con otros sin ser gritado, cantado o bailado, expresando en esa algarabía frustraciones acumuladas -no solo materiales y económicas sino espirituales-, e inseguridad por el futuro. No pocos los consideraban epicúreos. En ese contexto hablaba este joven de una revolución molecular, sin centralidades ideológicas, espaciales u organizativas. Una contracultura política.
Por eso quería, como muchos, muchísimos, crear una cultura alternativa desconfiada de toda concentración, de todo monopolio sobre la riqueza y el poder e incluso de una cultura de la emancipación liberada de liderazgos prepotentes; una cultura desconfiada de toda relación que no fuera consentida autónomamente. Se trataba, a mi modo de ver, de una propuesta de cultura política muy libertaria fundada siempre en la solidaridad y en el altruismo porque además de la autonomía individual abogaba por la emancipación de toda dominación y servidumbre ejercida sobre todos los individuos y todos los pueblos.
En efecto, esos jóvenes, como los de ahora, padecían como propias toda discriminación y debilidad. Y debería decir que aunque mucha de esa rebelión ha sido amansada, sus ecos retumban aún no solo porque en las legislaciones más modernas se han incorporado algunas de sus reivindicaciones liberalizantes, solidarias y ecologistas, sino también por el hecho evidente de que sus sensibilidades siguen vivas y los motivos se han agravado.
Y vea usted. Ahora nuestro “influencer” mayor espeta un trino exhibicionista en el que advierte sobre los peligros de una revolución molecular a la que le agrega el adjetivo “disipada” y, además, llama a resistirla advirtiendo que “impide la normalidad, escala y copa”. El trino, tan misterioso como sacratísimo en su significado pero del cual es fácil deducir la intención y el destinatario, servirá con claridad para lo que fue hecho: una prescripción y un precepto para el manejo del orden público basado en una descripción confusa. Precepto que viniendo de quien viene y yendo para quien va es una orden.
Pero como tengo la descortés manía de la desconfianza me arriesgo a la tarea de encontrar alguna idea en ese arcano, haciendo las veces de arqueólogo de su semántica política. Hay que decir en primer lugar que por su origen tiene sentido teológico porque proviene del dios trino y uno; en segundo lugar, y por lo mismo, que en su sentido musical no es un trino cualquiera sino el cantar de los cantares, es decir el trino de los trinos, el de la santísima trinidad bendita. No es casual que una de las señoras del coro celestial -María Isabel Rueda- afirmara, sin maquillaje, que, aunque el trino era inentendible, describía la realidad.
Verbum dei, militarem ordinem. Y sabemos también, que el arcángel de ese trino, en el que se alude a la “revolución molecular disipada”, es un “influencer” chileno que ha peregrinado por nuestros lares y cuarteles haciendo catequesis. ¿Qué podría significar eso de la revolución molecular disipada según la interpretación del filipichin chileno, doctrinante militar, nazi vergonzante que, además, asume como sacramento que la dictadura de Pinochet es el suceso originario de la democracia chilena? ¿Cómo ha sido extrapolada esa especie de idea por nuestro influencer mayor que además advierte que esa revolución molecular disipada impide la normalidad, escala porque sube y copa porque se extiende como el hongo nuclear de una bomba atómica?
Ensayemos. Hay una teoría sobre la composición de la materia según la cual la molécula es la porción más pequeña de una sustancia en estado puro; la molécula a su vez contiene uno, dos o varios elementos químicos que están organizados e interrelacionados mediante enlaces químicos. Las diferencias entre sustancias dependen de la estructura y los tipos de átomos que conforman sus moléculas, pues estos determinan las fuerzas de las interacciones entre estas partículas; así, por ejemplo, en los sólidos las moléculas están muy unidas y por eso tienen una estructura compacta, en los líquidos es mayor la separación entre las moléculas y en los gases hay mucha separación por lo cual es una sustancia disipada, que en química significa menor densidad.
A esa formulación básica hay que agregarle el hecho probado de que los cambios químicos resultan del reacomodo de esos grupos de átomos que conforman las moléculas y que cuando se les somete a calor aumenta el movimiento de esos átomos y de esas moléculas y que un calor intenso pueden llevar a romper los enlaces y producir una gran explosión.
¿Sugiere el supradicho trino en el que se habla de revolución molecular disipada, que el comportamiento social e individual de la multitud que se moviliza contra la concentración de la riqueza y del poder, contra la intermediación mercenaria de la política, contra la injusticia y la desigualdad, contra la miseria y la violencia es, como en la teoría molecular de la química, propio de una multitud de moléculas disipadas y cada vez más calientes y en punto de explosión? ¿Sugiere que el comportamiento social e individual disipado también es sinónimo de libertino, suelto, desgualetado, calzonetas, gaminudo, ñero, disoluto, desvaído, licencioso, vicioso, dado a la diversión, poco serio, calavera, crápula, impúdico, inmoderado, libre, liviano, lúbrico, orgiástico, profano, salido, voluptuoso, sin apego a normas morales y legales, sin concentración e irreflexivo; en contraste, por supuesto, con el comportamiento enclaustrado en cuartel, escuadrón o caballeriza propio del gregarismo bien amansado, bienmandado, dócil, obediente, sumiso, estrecho, rígido, estricto, severo, férreo, inflexible, gobernable, obediente, manejable y manso y que por eso el trino lleva implícito consejo de apretar estribo y templar la brida porque el asunto se reduce a una contienda entre policías y vagos o entre policías y ladrones?
La pregunta científica que se impone aquí es por el origen y la naturaleza del calor que se les imprime a esos átomos y a esas moléculas y que la pone en trance de explosión. No sobra recordar que el desastre de Chernobyl no fue producido por las moléculas deseantes disipadas sino por una combinación de un mal diseño de la central nuclear, por falta de sistemas de contención y por los errores producidos por los operadores de la planta. Y no se olvide que, a diferencia de Mayo del 68, cada una de esas moléculas deseantes, disipadas y calientes de hoy carga un celular con el que comparten ánimos, voluntades, solidaridades, miedos, esperanzas, resentimientos, ideales, música, mensajes, videos instantáneos y denuncias que al hacerse públicas sin mediación de nadie convierte a cada una de esa moléculas en una red social, a esa muchedumbre en pueblo y a esa algarabía en mensaje social y no en conspiración, sobre todo ahora que la guerrilla ya no manda en la protesta social ni es expediente para justificar su represión.