Polombia: una institucionalidad robusta que exporta manzanas podridas.

Por: Álvaro Efrén Córdoba Obando

Alvarocordoba50@hotmail.com

República banana es un elogio exagerado para definir lo que se ha entronado y enraizado en esta nación suramericana (y decir nación es ya una exageración), que además de exportar bananos, café y petróleo, como se conocía en la segunda mitad del siglo XX, pasó a ser una potencia mundial en exportación de nuevos productos y servicios que demanda la economía internacional del desastre.

Conocedores y expertos en el tema, graduados en las mejores universidades de Medellín y/o Miami, diseñaron la economía más sólida del continente, mucho mejor de lo que se le hubiera ocurrido al premio nobel de economía Milton Friedman (1976) y a su grupo de los Chicago Boys. Estos nuevos gurúes de la macroeconomía son capaces de transformar los procesos económicos, sociales, culturales, políticos, espirituales y ambientales en el resto de países vecinos y de ultramar si es preciso.

Con ese convencimiento se asume este desgobierno con el pecho hinchado ante el mundo y así difunde su carta de presentación y su brochure de nuevos productos y servicios, como un país capaz de cooperar generosa y voluntariamente con otros que se han sumido en la postración y el atraso (“subdesarrollo” que llaman), para colaborarles en lo que necesiten ¡ome! ¡Lo que necesiten!. Esa pujanza, esa mentalidad emprendedora, innovadora, que ve dinero en un basurero o en el retrete de la casa de su madre y por lo tanto son capaces de vender el hueco, el sanitario lleno y la madre incluida.

De ahí ha emergido la idea de negocios y emprendimientos a escala mundial, desde sistemas de transporte público basado en combustibles fósiles y energías sucias no renovables que vuelven mierda las ciudades como Bogotá (Transmilenio), Cali (Mío), Pereira (Megabus), Medellín (Metroplús) o Barranquilla (Transmetro) en un territorio que tiene sobreproducción de energía hasta para exportar, generada por grandes represas a costa de la vida de los ríos, páramos, fauna, flora y comunidades humanas de agricultores, pescadores y barequeros (mineros artesanales) a quienes previamente les ponen la señal de terroristas y criminales para sepultarlos, literalmente debajo del agua de los embalses.

La oferta de sus productos y servicios es amplia y diversa, desde las estrategias del terror y las políticas de manipulación mediática para que la gente reclame seguridad violenta disfrazada con sofisticados nombres o eufemismos de acuerdo con el momento y lugar, como pagadiario, gota a gota, asistencia militar, seguridad democrática, contratistas, consultores, asesores y empresas de outsourcing al mejor estilo gringo, sin vergüenza ni escrúpulos por la soberanía, la autonomía, ni la autodeterminación de los pueblos; también tienen experiencia en conspiración desde adentro, contrainteligencia, chuzadas, seguimientos, perfilamientos, montajes, espionajes, bombardeos, campañas difamatorias, estallido de emprendimientos a partir de manillas y pulseras, recolección de basuras, lavado de activos, zonas franca, especulación inmobiliaria, ayuda humanitaria, conciertos de artistas altruistas y conciertos para delinquir, fiscales de bolsillos con pruebas falsas para cuidar elecciones, comprar votos, documentos con pruebas contundentes contra naciones vecinas elaborados con alto nivel de confiabilidad por los siete enanitos y toneladas de blanca nieve, en avionetas, barcos, submarinos oficiales y comerciales, como debe ser, bodegas de krakers y zonas francas libres de impuestos para exportar mercenarios, sicarios,  abogansters, prepagos, cocaína o petróleo a cualquier lugar del mundo.

Se ofrecen trabajos garantizados y certificados por prestigiosas empresas internacionales evaluadoras de la calidad de los procesos, que complementan la visión y misión de esta robusta institucionalidad que no necesita que nadie le ayude ni lo monitoree (léase comisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos), así lo dejó bien claro el subpresidente del expresidiario innombrable, con absoluta arrogancia e ignorancia de lo que dice, pero convencido de que todo el mundo le entiende y le cree, tan estúpido.

Así el presentador de televisión se convence solito que ha superado una crisis que lo tiene al borde de un accidente inesperado, como de esos “accidentes” que “casualmente” ocurren cuando el lavaperros sabe demasiado o en vez de servir estorba. Lo del helicóptero en Cúcuta podría ser verdad, pero planeado y decidido desde la jefatura de la gran empresa criminal que creó y dirige su patrón. Sin embargo, este imbécil no logra darse cuenta de esas puñaladas tramperas, y tras una cagada otra más grande para superarse a sí mismo, día tras día.

Esa “institucionalidad robusta” que defiende el estúpido, no es más que la hinchazón de una barriga llena de parásitos que la carcomen desde adentro por décadas, una barriga llena de mierda como él mismo, o inflada como la que pretende Claudia la diversa con el falsardo de las ballenas para el 2022 o como una barriga crecida de una niña indígena desnutrida violada por policías. Es que no saben qué más inventarse para salvar al país de ellos mismos ¡Descarados! mientras tratan de gobernar el desastre que ellos causaron y que usufructúan todos los días.

La exportación de sicarios para matar al presidente de Haití, sin claridad aún sobre los motivos, actores, intereses políticos y/o mafiosos que cruzan por ese pedazo de la isla La Española, es la prueba contundente de que esta república banana llamada Polombia tiene una innovadora empresa de producción de manzanas podridas que pueden hacer el trabajo sucio, mejor que sus profesores de la Escuela de las Américas o de asesores judíos en los 80 y 90 como Jair Klein, ahora inspirados en las revolucionarias teorías del estratega chileno admirador de Pinochet. 

Esta “institucionalidad robusta” transfiere buenas prácticas para lo cual es necesario producir cientos o miles de manzanas podridas que en cualquier tiempo y geografía ayudan al diseño y creación de fábricas de muertos al mejor estilo de Adolf Eichmanm en lo que junto con Hitler llamaron “la solución final” para contribuir generosa y voluntariamente a la salud, el bienestar, el progreso, la tranquilidad y la felicidad (seguridad democrática) del resto del mundo, como nuestra amada Polombia capital mundial del estallido del emprendimiento y la innovación.